Apreciado director:
El hecho ha tenido, no era para menos, una repercusión mundial. Por primera vez, víctimas de clérigos pedófilos, como los sordomudos de Verona, a niños católicos estadounidenses, se han unido y marchado ante el Vaticano para protestar, no sólo de los abusos sexuales en su infancia por parte del clero, sino de la ocultación de los delincuentes por parte de la jerarquía católica.
Incluso ahora, cuando el papa, en un giro radical, pasó en pocos días de denunciar una “conspiración” en su contra a reconocer la profundidad del mal y calificar la pedofilia como el peor pecado de la Iglesia, los hechos posteriores han mostrado que no ha tomado las mínimas medidas eficaces exigibles para remediarlo. Ahora se ha negado incluso a admitir la entrada de esas víctimas en el Estado Vaticano.
De ahí que, como ha señalado en titulares muchos medios de difusión, como especialmente significativo, cuando el portavoz vaticano, el jesuita Lombardi, se acercó a la manifestación para intentar minimizar el escándalo, fue rechazado con gritos “¡Vergüenza!”, “¡Iglesia sin abusos!” y “¡Quitad las manos de encima de los niños!” por parte de unas víctimas que no ya no se deja engañar y callar por esa conducta tan farisaica.