España es el único país de la UE que se declara aconfesional, mientras la gran mayoría son laicos, y esa gran diferencia favorece que nuestros cargos públicos sigan jurando sobre la Biblia y tengan un crucifijo presente en el acto, o que los obispos se enquisten en unos dogmas anacrónicos que ralentizan la evolución de la sociedad, sin darse cuenta de que sus buenos tiempos no van a volver por mucho que cada día sean más beligerantes. Las religiones abrahámicas (y aquí también entra el islam) han tenido dos mil años para hacer lo que les dio la gana, todas son 'religiones verdaderas' y en ello se sustentan cuando hay que dar lecciones a desafectos, herejes y apóstatas, mientras se codean con las altas esferas del poder. Su verdad no tiene por qué ser mi verdad y, de hecho, por eso me siento más cómodo siendo pagano. Es mi opción y no obligaré a nadie a seguir mis pasos.
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