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¿Sufre el Ejército español la peor crisis de su historia reciente?

La parte que habla de laicidad se encuentra casi al final.

Afirmar que las Fuerzas Armadas sufren la peor crisis de su historia reciente no es pecar de alarmismo. Otra cosa es que tan grave situación apenas trascienda a la opinión pública por la mordaza informativa que el Ministerio de Defensa trata de imponer.

Es la primera vez en los tres decenios de democracia que confluyen tantos y tan graves problemas en los Ejércitos: a la crisis económica que asola España y obliga a recortes sucesivos de los presupuestos militares, se une el convencimiento obsesivo de Rodríguez Zapatero de que las Fuerzas Armadas conservan todavía actitudes heredadas del franquismo que hay que erradicar a golpe de leyes. Todo ello, en medio de la guerra, ya perdida, de Afganistán.

El presidente del Gobierno avanza implacable en la consecución del objetivo que se ha marcado: "Refundar" el Ejército hasta convertirlo en una fuerza laica para misiones humanitarias al servicio de la Alianza de Civilizaciones.

La aplicación metódica de un modelo ideológico que se inspira y hunde sus raíces en la Segunda República, la gravísima crisis económica que mantiene a España al borde la quiebra y una guerra sin salida, resultan un mix letal para las Fuerzas Armadas. Los efectos se dejan notar a poco que se hable con militares: la moral se ha desplomado hasta límites insospechados y es mayoritario el deseo de que se acabe la era Zapatero.

Recortes presupuestarios

Vayamos por partes. A estas alturas no es un secreto que la disminución del presupuesto de Defensa durante tres años consecutivos (incluido el próximo) ha reducido drásticamente los niveles de operatividad de las unidades militares.

Un ejemplo elocuente son las recientes declaraciones del jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, el general Fulgencio Coll, uno de los altos mandos de mayor confianza del Gobierno. Coll afirmó, días antes de presentar el Ejecutivo los Presupuestos Generales del Estado para 2011, que si había más recortes presupuestarios se vería obligado a parar la mitad del parque de vehículos. Y desvelaba que un tercio de los vehículos ya están parados.

El presupuesto de Defensa para 2011 asciende a 7.153 millones de euros, tras un recorte del 7 por ciento, lo que supone 539 millones menos (en 2010 la reducción fue del 6,2 por ciento, que representó 489 millones menos).

Se estima que en estos tres años, las Fuerzas Armadas han perdido cerca del 18 por ciento de capacidad adquisitiva, cuando la tónica anterior había sido de incrementos pequeños pero constantes año tras año. Como recurso extremo y para que nuestros compromisos militares en el exterior se vean afectados, lo menos posible, el Gobierno no incluye en el presupuesto de Defensa el coste de las misiones.

Ni personal, ni armamento

La mayor partida de 2011 sigue siendo el coste de personal, con 4.640 millones, y eso que se ha pegado un tajo de 244 millones con respecto al año actual a costa de reducir el número de soldados y marineros previstos de 86.000 a 83.000. En el Ejército ha sentado mal esta reducción, malestar expresado por generales en la reserva que argumentan una carga de trabajo mayor en las rotaciones de personal de las misiones internacionales.

La adquisición de armamento se ha reducido a 1.074 millones de euros, de los que 283,4 millones (un 11 por ciento menos que en 2010) se destinan a alargar la vida de los aviones de transporte Hércules C-130 que debían haber sido sustituidos por los A400M e igual ocurre con los vetustos helicópteros B-212.

La compra de los vehículos blindados 8×8 (de ocho ruedas) que deben sustituir a los BMR, la necesidad más perentoria del Ejército de Tierra, ni siquiera ha sido incluida en el Presupuesto, puesto que se empezaría a pagar al recibir los primeros vehículos en 2014. El Gobierno tratará de negociar con los grupos parlamentarios una partida especial para arrancar el programa.

Esta situación se vuelve crítica si, a los recortes presupuestarios, unimos el lastre de la deuda contraída por Defensa con la industria militar por los llamados Programas Especiales de Modernización, los sistemas de armas adquiridos desde los años noventa.

"Un grave problema"

El hombre que mejor conoce la situación de estos programas, el secretario de Estado de Defensa Constantino Méndez, ha calificado de "gravísimo problema" la deuda acumulada de 27.000 millones de euros por las compras de los cazabombarderos Eurofighter, las fragatas de la clase F-100, los carros de combate Leopard, los helicópteros de combate Tigre, los submarinos Scorpene y el avión de transporte A400M, entre las más importantes. Méndez trata de ampliar hasta el año 2030 los plazos de la deuda. Es decir, estaremos terminando de pagar los Leopard, los Eurofighter o las fragatas cuando estén próximos al desguace.

¿Esto qué significa? Que ante la crisis de la economía española, que se prevé de larga duración, con sucesivas recesiones y un teórico horizonte de recuperación no antes de 2017 (según las últimas estimaciones de los organismos internacionales), las Fuerzas Armadas se las ven y se las desean para mantener los costosos sistemas de armas adquiridos en los años de bonanza. Ahora mismo abordar esta cuestión es tabú. Incluso el ingenuo Plan de Austeridad 2011-2013 ha saltado por los aires sin haber empezado, dado que la crisis superará ese horizonte temporal.

Pocos se preguntan si tan desmesurado gasto en armamento sofisticado fue la decisión adecuada -tanto política como militar- cuando ya era evidente que el escenario estratégico mundial evolucionaba hacia las llamadas "guerras de baja intensidad". Es decir, guerras sin ejércitos que presenten un orden de batalla clásico, y centradas en combatir el terrorismo. Constantino Méndez, que ya ha paralizado algunas de las compras previstas, trata de identificar cuáles son "las necesidades reales.

El laicismo de Zapatero

Del problema económico al ideológico: Rodríguez Zapatero tiene una visión muy particular de las Fuerzas Armadas. Está convencido, según afirman quienes lo conocen, que sobre ellas todavía pesa la losa del franquismo. Probablemente porque no distingue entre el conservadurismo propio de las instituciones militares de todo el mundo y su propia fascinación por la ideología de la Segunda República. De ahí su obsesión por "refundar" el Ejército español desde los cimientos.

La pérdida del protagonismo de la Iglesia Católica en las FAS a favor de la cultura laica, junto con la renovación de la enseñanza en las Academias, donde pierden peso valores como España y aquellos de carácter vertebrador, constituyen el eje de su hoja de ruta.

Hay que reconocer la habilidad de Zapatero para lograr dar la vuelta a la enseñanza en las Academias militares. Bajo la excusa del Plan Bolonia y de ofrecer una salida profesional a la oficialidad que deba abandonar el Ejército a edad temprana -sólo un bajo porcentaje llegará al empleo de coronel-, penaliza la formación académica militar en favor de la civil.

Es una apreciación extendida en medios castrenses que la doble titulación (militar y civil) estrenada este curso a través de convenios entre Academias y Universidades va en detrimento de la preparación estrictamente militar. Un extremo que niega el Ministerio de Defensa.

Respecto a la pretensión de acabar con la influencia de la Iglesia Católica en la vida militar, la excusa es impecable, ya que se basa en la aconfesionalidad del Estado consagrada en la Constitución. Prácticamente desaparecen los capellanes castrenses de las instalaciones militares, los "espacios de culto" han sustituido a las capillas, la misa deja de ser el acto central en celebraciones, entierros y funerales, y se suprimen la presencia militar en las procesiones o la rendición de honores al Santísimo.

La propia institución castrense era consciente de que debían desaparecer algunas liturgias que con el paso del tiempo habían perdido su sentido. Pero, según lamenta un grupo de comandantes, "muchos somos conscientes de que detrás de estas medidas hay un minucioso plan cuyo objetivo final es un Ejército laico".

Afganistán, una guerra ajena

Afganistán es una guerra que se ha perdido hace tiempo y de la que conviene salir cuanto antes. Esta es la impresión cada vez más extendida entre mandos militares, que apoyan tan tajante alegato en que es una opinión compartida por la mayoría de los ejércitos europeos. En el caso de España, hay, además, una razón añadida: necesitamos purgar el pecado de la retirada de Irak.

"Es desmoralizador ver cómo los países que integran la coalición secundan las órdenes de los americanos, que son quienes mandan", aseguran oficiales tras regresar de Afganistán. Es una guerra que responde a los intereses de Estados Unidos, que trata de consolidar su presencia militar en Asia Central, una de las zonas geoestratégicas más importantes del planeta: la región está rodeada por China, Rusia, Irán y el subcontinente asiático, y cuenta con gigantescas reservas de petróleo, gas y minerales necesarios para los modernos desarrollos tecnológicos.

Un conflicto cuyo posible final puede decidirse de inmediato si Washington y la insurgencia talibán llegan a un acuerdo para que un oleoducto transporte hasta el Índico el crudo de Asia Central, a cambio de que los señores de la guerra participen en tan suculento negocio. Y en ello trabajan desde hace meses Obama y sus generales.

Un teniente general en la reserva sentencia: "Los intereses españoles están en el Mediterráneo, en el Magreb y en Iberoamérica, y ya tenemos bastante como para añadir Afganistán". Un centenar de militares muertos y más de 2.500 millones de euros gastados hasta la fecha parecen un precio excesivo.

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