Parece que todavía quedan ingenuos que toman en serio las declaraciones del pasado 28 de diciembre por el cardenal Rouco, afirmando apocalípticamente que Europa perecería sin una numerosa “familia cristiana”; es decir, la que sigue los mandatos de Rouco. Como demógrafo, certifico que en los países en que más influye esa jerarquía católica, Italia y España, son precisamente los que, durante muchos años, han tenido la más baja natalidad del mundo; repito, del mundo. Como teólogo de la P. U. Gregoriana de Roma, constato también que Rouco actualiza el pasaje evangélico en que Jesús reprocha a los fariseos y sacerdotes del Templo el imponer a los demás pesadas cargas que ellos no soportan ni con un dedo, ya que hace voto de no tener familia, al contrario que la Iglesia ortodoxa. Para no hablar de la Sagrada Familia, ese cardenal merece el conocido reproche: “Dios solo tuvo un Hijo; sigue su ejemplo. El papa dice que hay que tener muchos hijos; pero no da ejemplo”.
También como demógrafo, me parece inaceptable que ese jerarca eclesiástico hable en un mundo superpoblado del deber de tener más hijos, y eso en un país rico, donde los hijos consumen y contaminan mucho más. Y como teólogo y persona que pretende ser justa –e incluso humanitaria y caritativa- me indigna que quien pretende representar a Jesús no mencione al respecto a los inmigrantes de países del Sur, pequeño reequilibrio al saqueo de sus recursos por el Norte, pecado sobre el que Rouco calla como un muerto; inmigración que constituye además un importante remedio al descenso de la natalidad del Norte. Por fin, como ciudadano, me parece insoportable que se atreva a presentarse como partidario de la familia quien ha sido tantas veces públicamente denunciado por sus propios parientes por su despiadada insolidaridad para con ellos. Mucho más que los del siglo primero, Rouco merece, pues, estar en el libro Guinness como fariseo record, al pretender actuar en nombre de Jesús, y darnos lecciones y obligarnos a todos a ser tan untuosos fariseos como él. ¡Qué cruz!