Para vergüenza de cualquier persona demócrata, para no decir simplemente humana, está claro que en España hay un poderoso sector de la sociedad que no respeta ni los más elementales derechos de los muertos derrotados o minoritarios, ni los de sus familias. Treinta años después de la muerte del dictador, todavía hay quienes les niegan una sepultura digna, y encima tienen el valor de denunciar que el juez que impulsa el cumplimiento de ese derecho fundamental lo hace sólo porque está vendido a los intereses del Gobierno, para “distraernos” de otros problemas, cuando son ellos los que han procurado todo este tiempo “distraernos” para que no se haga esa elemental justicia.
Son los mismos individuos sin entrañas que estos días, en la paz como en la guerra, continúan pisoteando el respeto a los muertos de otras creencias para seguir lucrándose de su, en este terreno, ininterrumpida dictadura ideológica; lo demuestra el que estén forzando al Estado para que honre a las 154 víctimas del avión de Spainair sólo en la catedral católica, a pesar de estar probado que algunos de los muertos nunca habrían admitido esa póstuma violación de sus creencias.