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Un templo, y menos aún una catedral o una abadía por su encumbrada relevancia sagrada para los creyentes, jamás debería haber sido un espacio para recibir con honores de pleitesía a un genocida como Franco. Pero ocurrió en la abadía de Montserrat y en la catedral de Barcelona. Esa pleitesía hacia Franco por parte de la Iglesia se mantuvo incluso después de su muerte. El general que oprimió España con mano de hierro durante cuatro décadas, abandonó el Valle de los Caídos 43 años, 11 meses y un día después de su primer entierro, el 23 de noviembre de 1975. Su exhumación fue iniciativa del Gobierno y no de la Iglesia ni del abad que deberían haberse negado a enterrarlo en la basílica y mantenerlo presente junto al altar mayor durante casi 44 años, sin el más mínimo reconocimiento de haber obrado sacrílegamente.
También es inadmisible que el abad de Montserrat, Josep Maria Soler, encubriera los abusos a menores por parte de un miembro de la comunidad. A pesar de esos hechos denigrantes, el presidente del Parlament, Josep Rull, ha anunciado que la institución distinguirá con la Medalla de Honor en la categoría de Oro de este año al Monesterio de Montserrat. El acto de entrega del galardón se realizará el próximo 10 de septiembre en el Auditorio del Parlament, coincidiendo con la conmemoración del milenario del monasterio. Es comprensible la indignación de las víctimas de pederastia clerical en instituciones religiosas de Cataluña como en la Abadía de Montserrat, exigiendo que el Parlament retire la Medalla de Oro, la máxima distinción de esta cámara, a la Abadía de Montserrat.
José Melero Pérez
Comentario de Daniel G. Sastre. Barcelona 15 de agosto de 2024
” La montaña ha tenido un papel en todos los grandes momentos históricos de los últimos decenios: la recuperación de la autoestima nacional, la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, el franquismo y la oposición al franquismo, el catalanismo democrático. Y también, más recientemente, en la polémica por los abusos sexuales a menores vinculados a la Iglesia católica.
El papel de Montserrat (Barcelona) durante la Guerra Civil
Quizás donde mejor puede apreciarse la naturaleza ambigua de la relación entre Montserrat y la política es en su papel durante la Guerra Civil. Una exposición en la Biblioteca de Catalunya revivía hace tres años cómo la Generalitat expulsó a los monjes nada más iniciarse el conflicto, y cómo el monasterio se convirtió sucesivamente en imprenta y en hospital militar de la República. Los Mossos que se ocuparon del desalojo subrayaron la tristeza con la que los monjes habían encajado el fracaso inicial del golpe fascista en Catalunya, y también que se hallaron multitud de armas en las inmediaciones del monasterio.
Franco propició la vuelta de los monjes a Montserrat, entraba allí bajo palio y usó el monasterio como inspiración para la construcción del Valle de los Caídos. Al principio de esa década de los 40, Montserrat había recibido incluso la visita del jerarca nazi Heinrich Himmler, que buscó allí el Santo Grial.
El mismo Escarré, que fue abad de Montserrat entre 1946 y 1966, es protagonista del punto de inflexión en el posterior alejamiento entre la comunidad benedictina y el franquismo. Si el dictador le había concedido en 1945 la Gran Cruz de la orden civil de Alfonso X el Sabio, Escarré tuvo que exiliarse casi 20 años después por unas declaraciones a ‘Le Monde’ muy críticas con Franco. «El régimen español se dice cristiano, pero no obedece a los principios de base del cristianismo», era el titular de aquella entrevista, en la que Escarré también afirmaba, contra la propaganda del momento, que en España no había habido hasta entonces 25 años de paz, sino «25 años de victoria», o que «allí donde no hay libertad auténtica, no hay justicia, y es lo que pasa en España».
La ambigüedad de la relación de Montserrat con la dictadura perdura hasta nuestros días.
Pese a que desde entonces el monasterio se convirtió en símbolo primero de una cierta contestación a Franco y después del catalanismo político, la ambigüedad de su relación con la dictadura perdura hasta nuestros días. Hace menos de dos años se retiró, por iniciativa mayoritaria del Parlament, la estatua del requeté que conmemoraba las gestas del tercio de Montserrat para el Ejército nacional durante la guerra. Y en una cripta del monasterio aún se guardan banderas y otros materiales militares de los catalanes que lucharon para la victoria de Franco.
El funeral de Escarré
El funeral de Escarré, que se celebró en el monasterio en 1968, ya fue escenario de incidentes con la policía, por las proclamas nacionalistas que se lanzaron. Esa agitación catalanista y antifranquista sería la tónica a partir de entonces: el monasterio acogió por ejemplo el encierro de intelectuales de 1970, en protesta por el proceso de Burgos. Y Convergència Democràtica de Catalunya, el partido que vertebró el nuevo nacionalismo catalán en el último cuarto del siglo XX, se fundó en una reunión clandestina en Montserrat en noviembre de 1974.
Relación con Josep Tarradellas
En cambio, la relación entre Montserrat y Josep Tarradellas siempre fue turbulenta. El presidente de la Generalitat en el exilio veía en el monasterio, y sobre todo en la revista Serra d’Or que editaba, «una especie de gobierno en la sombra, como una brújula orientadora de la opinión catalanista, y eso le parecía peligroso para su propia posición», según citaba el historiador Joan B. Culla. «Soy católico, pero no benedictino», decía para marcar distancias con Montserrat el propio Tarradellas, cuyo valioso archivo personal acabó en el monasterio de Poblet.
Durante el ‘procés’, Montserrat estuvo en el punto de mira de los sectores más ultramontanos de la Iglesia española, que achacaban al monasterio una cercanía al independentismo. Aunque siempre rechazó la polémica, el abad hasta 2021, Josep Maria Soler, visitó en varias ocasiones en las cárceles a los dirigentes soberanistas presos por el 1-O.
Soler es también protagonista del último gran revuelo que ha afectado al monasterio. En un vídeo grabado en 2015, que no trascendió hasta 2019, el abad admitió que conocía los abusos a menores de otro miembro de la comunidad, el fraile Andreu Soler, desde los años 70. Pese a estas décadas de encubrimientos, y pese a las quejas de las víctimas, el Parlament propuso el mes pasado entregar a Montserrat la Medalla de Oro por su milenario”
DOCUMENTO (EFE)
Según han denunciado las víctimas de pederastia, “en la larga lista de supuestas contribuciones de Montserrat al progreso de Cataluña se obviaba mencionar que el monasterio es el epicentro, la zona cero, de la grave crisis de pederastia clerical que asola Cataluña”. La Abadía de Montserrat “se ha negado reiteradamente a implementar durante años un plan integral de reparación material y simbólica para resarcir a las víctimas del monje benedictino Andreu Soler, exresponsable del grupo scout”, han añadido.
Los afectados también han recordado que, en septiembre de 2019, “una comisión de investigación interna designada a dedo por la abadía, la mayoría de cuyos miembros tenían graves conflictos de intereses que les incapacitaba para el cargo, reconoció que Soler había sido un depredador sexual que había abusado de al menos 12 menores durante tres décadas” y que “otro monje, responsable de la escolanía, había abusado de dos monaguillos en la década de los sesenta”.
“La respuesta de la abadía en ambos casos fue idéntica” y consistió en “silenciar y encubrir los hechos trasladando a los pederastas a un monasterio del interior de Cataluña”, han deplorado las víctimas, que han recordado que Montserrat “no denunció los delitos a la justicia civil, no abrió una investigación canónica para imponer medidas disciplinarias y no realizó una búsqueda activa de casos para encontrar a otras víctimas”. “Montserrat solo reaccionó en 2019 cuando el escándalo le estalló en la cara por la revelación pública de los hechos por parte de la víctima Miguel Hurtado”, han añadido.
El Parlament aprobó conceder la medalla de oro a la Abadía de Montserrat el mismo día en que la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal aprobaba el “controvertido” Plan de reparación integral a los menores y personas equiparadas en derechos, víctimas de abusos sexuales, y para el que no se contó “con la participación de las víctimas”, han destacado las víctimas.
Se trata de un plan “arbitrario, discriminatorio y de carácter no vinculante, de forma que los obispos y superiores religiosos seguirán teniendo poder de veto para decidir si se indemniza o no a cada víctima concreta y por qué cantidad, permitiendo el castigo, denegando el pago de indemnizaciones a los activistas, que han adoptado un perfil de crítica pública a la nefasta gestión de la crisis por parte de la jerarquía católica”, han añadido.
En el caso de que la cámara catalana siga adelante con la voluntad de entregar su máxima distinción a la Abadía de Montserrat, las víctimas han anunciado que protagonizarán una cacerolada el 10 de septiembre, día en que se está previsto el acto de entrega de la distinción.