Doce hombres estarían privados de libertad en la nueva Libia emergida tras pasar Muamar el Gadafi a mejor vida. Su supuesto delito no guarda coherencia con la tolerancia de la que hablaba Obama: son homosexuales. La milicia salafista libia Al-Nawasi, de la que desconozco su credo pero parece pretender ser la guardiana espiritual de oriente, ha colgado fotografías en Facebook que demuestran su hazaña, aunque las instantáneas han durado poco en la red social. Estos iluminados amenazan con mutilarlos y asesinarlos por su orientación sexual.
Nunca se puede generalizar, y es probable que muchos de los ciudadanos de Libia reprueben estas acciones terroristas, aunque no espero un levantamiento similar contra ellas igual que se produjo para derrocar al dictador. Es una prueba más de que nunca es conveniente tocar las campanas antes de tiempo, sobre todo cuando se agitan avisperos cuyo recorrido futuro es incierto por mucho que grandes potencias quieran ejercer su tutela. Esos experimentos ya han fracasado antes. Debe trabajarse por la democracia allí donde su existencia solo es una utopía para los que la reivindican desde los agujeros que se han construido para huir de la represión, pero no debe dejarse de lado que la libertad no empieza cuando se coloca una urna para emitir un voto que no será mancillado en el recuento. El verdadero comienzo es la tolerancia. El fin de la persecución de todo aquello que una mayoría no comprende. No vale cambiar una represión por otra. El respeto mutuo del que hablaba el reelegido presidente estadounidense entre su país y el mundo musulmán no llegará nunca si no se respeta a todos en cualquier país. Entonces el discurso de Obama comenzará a tener sentido, aunque no seamos los países de occidente, precisamente, los más indicados para dar lecciones en materia de tolerancia.
Ion Antolín Llorente es periodista