El conocido periodista Manuel Alcántara acaba de publicar un extraordinario artículo, La opinión del hechicero, como muy extraordinarias son las opiniones del hechicero que lo provocó. Porque el nuevo obispo de San Sebastián, Munilla, ha aprovechado la tragedia de Haití para sacar tajada, afirmando que nuestros males espirituales son peores; y, ante el escándalo suscitado, ha intentado encima tomarnos por tontos, empezando por los periodistas, diciendo que le habíamos “malinterpretado”
No hace así Munilla sino reincidir en su hipocresía, pues también ha tenido el valor de afirmar que “no se siente rechazado” cuando más de tres cuartos de sus sacerdotes han firmado una carta contra su nombramiento. No en vano forma parte de la farisaica “quinta episcopal de Rouco”, que le ha nombrado; son un grupo de hechiceros que ya no hechizan a nadie, pero que se atreve a reclamar que somos su rebaño, cuando forman la institución peor valorada en las encuestas. La cara es el espejo del alma, forjada con los años, y basta ver –como la de tantos colegas suyos- la de Munilla: mucha cara, demasiada, y, como su corazón, más dura que una piedra.