Una reflexión acerca de los cuidados paliativos a raíz de las declaraciones del Papa Francisco.
Una vez más el Papa Francisco sorprende con sus manifestaciones repletas de ternura y misericordia, en esta oportunidad al reconocer que nadie está obligado a usar métodos extraordinarios para prolongar la agonía en los finales de la vida y al promover, al mismo tiempo, los cuidados paliativos.
Como lo advierte el propio Francisco, la doctrina tradicional de la Iglesia viene estableciendo que la “interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser legítimo. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el "encarnizamiento terapéutico". Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla.”(Catecismo, 2278).
La cuestión clave es ni dejar, ni hacer morir, solo se trata de permitir morir, en paz, sin sufrimiento, sin asaltos tecnológicos que se apropian del cuerpo, desentendiendo el verdadero sentido de dignidad. La promoción de los cuidados paliativos es un imperativo moral, ya que constituye una “forma privilegiada de la caridad desinteresada” (Catecismo, 2279).
"La nueva cultura paliativa se asienta sobre un modelo que integra distintas acciones para la mejora de la calidad de vida de personas con enfermedades crónicas evolutivas con pronóstico de vida limitado"
Desde hace más de una década, la Organización mundial de la Salud (OMS) define a los Cuidados Paliativos como un modelo apropiado para asistir a los pacientes portadores de enfermedades crónicas, progresivas, invalidantes e incurables, destacando que se trata de un intento para mejorar la calidad de vida de los pacientes y sus familias combatiendo los problemas asociados a enfermedades que amenazan la vida; a través de la prevención y alivio del sufrimiento por medio de una temprana identificación y una impecable valoración y tratamiento del dolor y de otros problemas físicos, psicosociales y espirituales.
El ámbito de aplicación actual del cuidado paliativo se expande a la atención activa, no solo de pacientes en fase terminal, sino de personas con distintos padecimientos de naturaleza crónica y pronóstico de vida limitado; esta nueva dimensión de los cuidados paliativos tradicionales tiene un impacto determinante para la salud pública y colectiva, ya que esas condiciones de salud causan el 75% de la mortalidad; con una prevalencia del 1.2-1.5% en la población general. En este sentido debe tenerse presente el aporte sustancial de la atención paliativa para la mejora de la gestión sanitaria global, al permitir un uso racional y una distribución con mayor carga de equidad de los recursos disponibles.
La nueva cultura paliativa se asienta sobre un modelo que integra distintas acciones para la mejora de la calidad de vida de personas con enfermedades crónicas evolutivas con pronóstico de vida limitado, desde una identificación oportuna de la necesidad del tratamiento paliativo, pasando por una evaluación multidimensional del proceso de enfermedad, anclado en el respeto por las decisiones y la autonomía de las personas y sustentado en un adecuado entrenamiento y educación del equipo de salud comprometido con la atención paliativa.
El acceso al cuidado y atención paliativa constituye un derecho esencial, su fundamento no es la caridad en términos de compasión mal comprendida, sino en su real dimensión de “pasión compartida” por el servicio puesto en el alivio del sufrimiento y la posibilidad de encontrar un sentido profundo al dolor y la incertidumbre en los finales de la vida, como el del Cristo crucificado o del Beato Juan Pablo II, ejemplo paradigmático del rechazo al encarnizamiento seudoterapéutico.
"La opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha” (Evangelii Gaudium, 195)
La filosofía de los cuidados paliativos es consistente con la reciente exhortación de Francisco ya que hay en aquella un “signo que no puede faltar jamás: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha” (Evangelii Gaudium, 195).
La atención paliativa es entrega desinteresada, es allí donde se expresa, por un lado la máxima aspiración humanitaria, cuando quién recibe ese cuidado carece de todo poder y, por otro la excelencia asistencial reencaminando el verdadero fin de la medicina desde el “Medeo”, es decir, más allá de la cura, el cuidado.
Francisco nos brinda una nueva oportunidad para revisar las prioridades en salud pública y colectiva, y los fines de la medicina, esperemos poder aprovecharla, con especial énfasis en estos tiempos en que el proyecto de ley de promoción de cuidados paliativos, luego de su media sanción, ha perdido estado parlamentario en nuestro país.
Bregamos entonces para que la promoción de los cuidados paliativos estimulada por Francisco cale hondo en las autoridades legislativas y el poder ejecutivo, y sea definitivamente una política de estado real, concreta, efectiva y accesible.
Ignacio Maglio
Asociación Paliativa. Hospital Fco. Javier Muñiz