Se acaba de celebrar en el centro de Roma una manifestación contra el Tratado Lateranense que, en su aniversario, reúne estos últimos años a miles de personas que piden anular esa reliquia del fascismo, con la que Mussolini volvió a dividir Italia, recreando el Estado Vaticano. Nada más contrario a lo que dijo Jesús: “Mi reino no es de este mundo”, y “dar al César lo que es del César” que ese creerse más listo que el Maestro y crear un Estado “para defender la religión”.
Cristianos o no, todos los demócratas debemos unirnos contra quienes utilizan ese remedo de “Estado cristiano” (¡!), confesional, para intentar imponer políticamente en otros Estados unas leyes confesionales, antidemocráticas, y colonizar con desde esa nuevo fantasmal imperio romano al mundo entero, en una perpetua amenaza para la libertad, como lo sufrimos desgraciadamente tanto los españoles, con Franco e incluso tantos decenios después. No sólo el Concordato que padecemos es anticonstitucional, sino que el “Estado” con el que se ha firmado es un pseudo Estado de origen fascista y de funcionamiento antidemocrático y, por tanto, a extinguir.