Señor director:
Los biólogos y demógrafos constatamos que las poblaciones de seres vivos crecen en una primera fase en modo exponencial, para ir después decreciendo en modo parecido, formando la llamada curva logística, parecida a una letra ese.
En el segundo período, para disminuir la población, se multiplican, en las demás especies y en la nuestra, las luchas a muerte y las hambrunas. Y antes de llegar a esas soluciones drásticas, unas conductas de evitación entre los sexos (puritanismo), el aborto, la homosexualidad, etcétera.
Estos frenos previos al aumento de la población pueden parecer repugnantes a algunos, que prefieren las docenas de guerras activas o larvadas que hoy sufre el mundo; también soportan con santa paciencia el hambre de más de mil millones de otras personas, y se dedican a decir que el fin del mundo vendrá de la homosexualidad y el aborto. Son los mismos que podrían evitar en gran parte la difusión de esas conductas “repugnantes” de males mayores si ellos mismos no impidieran tan irracionalmente –incluso propagando ideas científicamente falsa al respecto- los anticonceptivos y otros remedios más fáciles y humanos de limitar la población. Puede que, con todo eso, muchos obispos y el papa –que acaba de decir que el matrimonio homosexual “amenaza a la creación”, como hace poco que el preservativo propaga el SIDA- crean, contra toda la evidencia biológica e histórica, insistamos en ello, que esos remedios de la naturaleza son “antinaturales” y duerman con la conciencia tranquila. Pero de lo que no cabe duda es que, como decía el cardenal Newman que la buena conciencia es la obra maestra del diablo, y señal de tener muy mala memoria.
Diego Mas Mas.