Sólo el Espíritu Santo debe saber cuál será el resultado del cónclave católico que se reunirá el martes 12 de marzo. Han de elegir un nuevo papa. Una decisión audaz, inteligente y honesta de Benedicto XVI ha abierto un proceso prácticamente inédito en la historia, en el que sin embargo ha sido crucial su impotencia para seguir liderando una iglesia convulsa por los muy graves problemas derivados de descarriadas conductas humanas que coexisten en su seno.
¿Ha llegado la hora de que la Iglesia católica se dote de un papa no europeo? Una docena de nombres sobresalen por encima del resto, pero los vaticanólogos no descartan una sorpresa. ¿Habrá continuidad, cambiar para que nada cambie? ¿De nuevo un italiano o hay que seguir la línea "dinástica" centroeuropea que inició Juan Pablo II? Si es este el caso, el arzobispo de Viena, Cristoph Schönborn es quizás uno de los candidatos mejor situados. Es un cardenal joven (68 años), con un extraordinario nivel cultural y sería sin duda alguna un claro sucesor intelectual y teológico del papa Ratzinger, en cuya elección como sumo pontífice los expertos consideran que Schönborn jugó un papel clave. Schönborn ha sido todos estos años su alumno, amigo, cómplice e hijo "espiritual". Tampoco hay que olvidar que el cardenal austríaco pertenece a una casa soberana europea, la Casa de Schönborn, y esas cosas también cuentan en la Iglesia cuando se deben establecer jerarquías… Basta recordar que su nombre completo es: Christoph Maria Michael Hugo Damian Peter Adalbert Schönborn, conde de Schönborn-Wiesentheid.
En las muchas biografías que han circulado por los medios de comunicación de todo el mundo en el momento de hacer hipótesis sobre cuál será el próximo papa, lo que no se ha destacado es la defensa del creacionismo (versión diseño inteligente) que hizo Christoph Schönborn en un polémico artículo que publicó en The New York Times el 7 de julio de 2005: "Finding Design in Nature". Polémico no por su defensa del diseño inteligente, pues no hay duda de que en el cónclave de 115 cardenales, la mayoría lo deben ser, pues el Dios creador de todas las cosas y la interpretación literal de la Biblia es consustancial a unos padres de la Iglesia en su mayoría anclados todavía en muchas cosas en la Edad Media. Polémico porque Schönborn se enfrentó públicamente a Juan Pablo II, quien años antes, el 22 de octubre de 1996 en un mensaje a los miembros de la Academia Pontificia de las Ciencias había dejado sentado: "Hoy, casi medio siglo después de la publicación de la encíclica Humani generis, nuevos conocimientos llevan a pensar que la teoría de la evolución es más que una hipótesis. En efecto, es notable que esta teoría se haya impuesto paulatinamente al espíritu de los investigadores, a causa de una serie de descubrimientos hechos en diversas disciplinas del saber. La convergencia, de ningún modo buscada o provocada, de los resultados de trabajos realizados independientemente unos de otros, constituye de suyo un argumento significativo en favor de esta teoría".
Christoph Schönborn no admitía interpretaciones en su artículo: "La evolución en el sentido de un ancestro común puede ser cierto, pero la evolución en el sentido neo-darwinista -un proceso sin guía, no planificado de variación aleatoria y selección natural- no lo es. Cualquier sistema de pensamiento que niegue o intente explicar la abrumadora evidencia de diseño en la biología es ideología, no ciencia". El posicionamiento público de Schönborn abrió en su momento una seria controversia y no sólo entre ciencia y religión sino incluso en el propio seno del mundo religioso católico como la significativa réplica del entonces director del Observatorio del Vaticano, el jesuita y astrónomo George Coyne, entre otras.
Si Christoph Schönborn llega a ser papa, será interesante ver si inicia un proceso ideológico contra la teoría de la evolución. En ese caso quizás la Iglesia católica tarde otros 359 años, 4 meses y 9 días en reconocer su dogmático error, como hizo en el caso Galileo.