Santiago Alba analiza la situación en el mundo árabe.
El pasado 6 de septiembre, Santiago Alba, escritor y ensayista especializado en el Magreb, explicó en una charla celebrada en el Museo San Telmo de San Sebastián su experiencia personal durante la llamada Revolución del Jazmín, inicio de la Primavera Árabe. Con un salón lleno antes de que comenzara la conferencia, en su intervención realizó una crónica analítica de esta revuelta, de la que fue testigo privilegiado, destacando la participación de los sectores excluidos por el régimen, especialmente la juventud, al menos hasta que, una vez derribado Ben Alí, los partidos políticos se hicieron con las riendas del proceso revolucionario.
Sin embargo y debido a su actualidad, resultan de especial interés sus reflexiones, tanto durante la charla como después de ella, sobre el creciente protagonismo de los movimientos salafistas en los países árabes que, como el propio Túnez, Libia, Egipto y en estos momentos Siria, están experimentando profundos cambios políticos. Y, para ello, puso de nuevo el ejemplo de Túnez, donde ha vivido los últimos años y donde los grupos salafistas, pese a tener apenas presencia, han provocado ya graves disturbios, los últimos en protesta contra el vídeo que ridiculiza la figura de Mahoma.
Respecto al ascenso de los islamistas moderados al poder tras las primeras elecciones democráticas (en Túnez el partido Nahda), Santiago Alba explicó que actualmente sufren un proceso de desgaste y que su coalición gubernamental con dos partidos laicos ha entrado en crisis. “No hay que dejarse engañar por las apariencias. Ni Nahda en Túnez ni los Hermanos Musulmanes en Egipto tienen un programa alternativo para esos sectores excluidos de la sociedad que hicieron la revolución”. En su opinión, ante esta pérdida de apoyo popular, “los islamistas están utilizando la estrategia de la tensión y la desestabilización”, explotando “la amenaza del islamismo radical de los salafistas, de la extrema derecha del islamismo”.
“Incluso la izquierda –añadió- se ha inventado un falso conflicto entre el laicismo y el islam. Nadie salió a defender el laicismo o el islam sino el pan y la democracia”, dijo Santiago Alba refiriéndose a la revolución popular que derribó a Ben Alí. Frente a ellos y ante lo que definió como debacle electoral de la izquierda, “se está reforzando Nidá Tunis (Llamamiento a Túnez), encabezado por Caid Essebesi, antiguo ministro del Interior con Burguiba, al que apoyan todas las figuras y pequeños partidos vinculados a Ben Alí. En Túnez, el peligro consiste en que vuelvan por la vía electoral los mismos que gobernaban antes”.
Ahora, los islamistas de Nahda se debaten “entre una tendencia cercana al salafismo y partidaria de aliarse en las próximas elecciones con los dos partidos salafistas legalizados, y la corriente democrática, que quiere conservar las conquistas de la revolución y que es incluso partidaria de la separación Religión y Estado”.
Especialmente crítico con la falta de visión de la izquierda occidental hacia los históricos acontecimientos que están viviendo las sociedades musulmanas, Alba dijo que “la izquierda ha dejado libre el terreno al enemigo. Las revoluciones árabes ofrecían un espacio abierto a todas las fuerzas; los islamistas y los imperialistas han sabido aprovechar la oportunidad mientras que la izquierda ha entregado el discurso y el terreno sin tratar de encauzar la corriente a su favor”.
“La izquierda occidental debiera haber mostrado más solidaridad con los pueblos alzados contra las dictaduras y haber buscado interlocutores dentro de esta zona, que muchas veces contempla con los mismos prejuicios de los periódicos y gobiernos que tanto denuncian”. Estos acontecimientos también han cogido con el paso cambiado a la izquierda árabe, enquistada en sus “viejos tics clandestinos y discursos de vanguardia” en vez de “hacer más trabajo sobre el terreno, enfocando su atención en los problemas sociales y económicos no resueltos”.
Algo parecido, en su opinión, está ocurriendo con el caso de Siria. “No podemos minimizar lo que está ocurriendo; se está abandonando a su suerte al pueblo sirio. A medida que se pudre (el conflicto) y se arma a los islamistas, lo que comenzó siendo una revolución se está transformando en una guerra sectaria, en una especie de guerra fría entre Arabia Saudí e Irán”. La realidad, dice, es que “los únicos internacionalistas” que están respondiendo al llamamiento del pueblo sirio son los islamistas.
Sobre la escalada de violencia desencadenada contra el vídeo de Mahoma, considera que, dentro del conjunto de las protestas, los actos de violencia en los países árabes han sido “tan minoritarios como el propio vídeo” y que, tras esta escalada, también “se esconde el intento de dejar atrás la Primavera Árabe y restablecer el estatus precedente”, una operación en la que se dan la mano “Israel, los neocons estadounidenses, los países del Golfo y los salafistas”. “En todo caso –añade refiriéndose a las protestas en su conjunto- revelan que la mayoría árabe es profundamente antiimperialista y antiestadounidense, con Irak y Palestina siempre presentes, y también profundamente musulmana: todo el que ignore estos dos datos está condenado a fracasar en esta zona del mundo”.
Santiago Alba, a la derecha, durante su conferencia en el Museo de San Telmo de San Sebastián./ Manuel Martorell
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