Lidia Falcón y Pilar Rahola nos vuelven a repetir los prejuicios que oímos hasta la saciedad
El pasado 14 de enero, EL PERIÓDICO publicó un reportaje sobre mujeres catalanas que han abrazado el islam. La reacción no se ha hecho esperar: Lidia Falcón y Pilar Rahola, con sendos artículos en este mismo diario, nos han querido dar una lección sobre las maldades del islam. Al igual que cualquier otro tema, la religión puede ser criticada, pero la crítica debe hacerse de manera rigurosa y sin prejuicios. Negar que las imposiciones contra las mujeres se deben a una mala interpretación del Corán significa hacerles el juego a los fundamentalistas porque, al igual que ellos, nos quieren imponer una lectura literal de los textos.
Falcón y Rahola nos presentan un cuadro desolador sobre la situación de las mujeres en el mundo musulmán. Sin embargo, se limitan a achacar todos los males al islam sin tener en cuenta los factores económicos, sociales, políticos e históricos, y eso es, como poco, reductor y simplista. Siempre se nos puede responder que un par de artículos de opinión no dan para más, ¿verdad?
ESTAMOS totalmente de acuerdo en que las mutilaciones genitales femeninas son unas prácticas aberrantes que deberían desaparecer. Pero el islam no es el causante de la cliteridectomía, porque se practica entre personas de distintas religiones en un mismo país, como por ejemplo, en Egipto, donde la practican tanto musulmanes como cristianos coptos.
Parece que a las dos compañeras les gusta mucho aleccionarnos sobre lo que impone el islam, pero se les ha olvidado mencionar que el islam impone a los hombres y a las mujeres que cuiden de su integridad física. Ningún versículo del Corán, ni ningún dicho del Profeta, recomienda la cliteridectomía. Tampoco saben que el pasado diciembre los sabios de la Universidad de Al Azhar de El Cairo la han declarado un crimen contra la humanidad y han pedido a los gobiernos medidas concretas para erradicarla. En sus aleccionadoras críticas, nos vuelven a repetir los prejuicios que por desgracia oímos hasta la saciedad. Pero tienen tal desinformación sobre el islam que no es de extrañar que les desconcierte y exaspere que cada vez haya más mujeres occidentales, mujeres educadas en unas sociedades civilizadas (las otras son salvajes) que se conviertan a una religión tan retrógrada-inhumana-misógina.
Las musulmanas nos sometemos a Dios, podemos rechazar la poligamia en nuestro contrato matrimonial, y podemos conducir (Arabia Saudí no es el islam). El maltrato está prohibido, en el Corán no aparece la lapidación como castigo por adulterio, no se nos obliga a llevar el velo (excepto en Arabia Saudí, Afganistán e Irán, por desgracia). El testimonio se refiere solamente a los asuntos que tienen que ver con los contratos mercantiles, ya que en la época de la revelación (siglo VII) había pocas mujeres que se dedicaran al comercio. Se trata de una interpretación anacrónica del Corán que ha perdurado a lo largo de los siglos. En cuanto a la herencia, según algunas lecturas conformistas, se trataría de un reequilibrio ya que el marido tendría la responsabilidad de mantener a su mujer y, en cambio, ella puede gozar libremente de su dinero. Nawal al Saadaui debe explicar a su amiga Lidia Falcón que si la mujer mantiene al hombre (como ya pasa hoy en día), entonces ella debería heredar el doble. Otra cosa es que los hombres lo acepten.
Más allá de las películas que les expliquemos cuatro catalanas, no estaría de más que se informaran de que existe un emergente movimiento feminista islámico que critica las interpretaciones misóginas, pero que en lugar de atacar al islam como hacen algunas feministas laicas, intenta romper el monopolio interpretativo masculino y proponer unas lecturas del Corán en clave igualitaria. El pasado mes de noviembre tuve la suerte de poder participar en el segundo Congreso Internacional de Feminismo islá-
mico, donde mujeres musulmanas de todo el mundo analizaron temas clave como la poligamia, el aborto, el divorcio y los derechos sexuales, todo ello desde una perspectiva islámica e igualitaria. Me sorprende que como grandes conocedoras del islam se les haya olvidado mencionar que las mujeres musulmanas se movilizan, se organizan y luchan por la igualdad de género, sin rechazar su fe, como ya lo están haciendo desde hace tiempo las feministas judías y católicas.
EL DISCURSOde Rahola nos recuerda demasiado al que utilizaron los colonizadores en el desvelamiento de Argel o, en su versión más moderna, al de los defensores de la ley contra el velo en las escuelas francesas. Deberíamos agradecerle su labor porque estos dos acontecimientos históricos han contribuido a que las musulmanas se pongan el velo libremente.
Además, afirma que "en las mezquitas de nuestro país los musulmanes alimentan un discurso antioccidental, antidemocrático y claramente antimoderno". Debe de saberlo porque ha ido muchas veces a rezar allí. Por su parte, Lidia Falcón explica que en España las comunidades musulmanas reproducen bastantes de las condiciones misóginas y delictivas mencionadas anteriormente. Pues si conocen los lugares exactos en los que se da ese tipo de discursos, si saben que en España se está lapidando a mujeres, mutilándolas genitalmente y otras barbaridades, deberían presentarse de inmediato en la comisaría y denunciarlo, no vaya a ser que se les acuse de encubrimiento (o, más bien, de calumnia).