Año 1978: el pueblo español vota en referéndum la Constitución. Unas semanas antes la habían votado los diputados en el parlamento. Votaron a favor todos los diputados del PSOE y del PCE, casi todos los de UCD (excepto dos que se abstuvieron). Incluso los nacionalistas vascos y catalanes se abstuvieron. Tan solo hubo 6 votos en contra de la Constitución: uno de Euskadiko Eskerra y 5 de Alianza Popular (AP, antecedente del PP). De los 16 diputados de AP, 9 votaron a favor, 2 se abstuvieron y 5 votaron en contra. Es decir, solo la mitad del grupo parlamentario de AP votó a favor de la Constitución, y un tercio llegó a votar en contra de ella.
Décadas después, el PP se presenta como el partido abanderado de la Constitución Española, escondiendo su pasado y cómo sus diputados votaron en contra de esa misma Constitución en su día. No pasa nada: simplemente, el partido ha evolucionado y ahora asumen plenamente lo que en su momento rechazaban. Pasó lo mismo con el derecho al divorcio. En 1981, AP también votó en contra de este derecho en el Parlamento. Sin embargo, ahora, ni lo cuestionan. Es más, lo utilizan sin ningún pudor, algunos incluso varias veces, como el ex ministro y ex vicepresidente con José María Aznar, el señor Francisco Álvarez-Cascos.
Pero sucede igual con la interrupción voluntaria del embarazo. En 1985, de nuevo AP se opone a este derecho, y eso que la ley de entonces ni siquiera lo regulaba como derecho sino como excepciones a la prohibición general. En 2010, con el cambio a una ley de plazos, el ahora PP vuelve a ponerse en contra, pero por lo menos da un paso adelante con respecto a su oposición total: plantea volver a la ley de supuestos de 1985 a la que se oponía en aquel momento. Sin embargo, una vez en el gobierno, el PP no cumple su promesa y mantiene la ley de 2010 (tan solo aumenta la edad legal para interrumpir voluntariamente el embarazo de los 16 a los 18 años).
Podemos decir que pasa igual con la ley del matrimonio homosexual: a su oposición inicial y el recurso de inconstitucional le seguirá la asunción plena de este derecho y el rechazo a la homofobia. Constitución, divorcio, interrupción del embarazo, derechos homosexuales: cuestiones que en algún momento han sido polémicas y a las que se ha opuesto contundentemente el PP (antes AP) y que con el tiempo ha ido asumiendo y que han perdido ese carácter polémico por eso mismo.
Si echamos la vista atrás, proclamas que han sido objeto de controversia y definitorias de la izquierda, con el tiempo acaban siendo asumidas por la derecha y se convierten en puntos de encuentro y de consenso. La igualdad ante la ley en contra de los estamentos o la preeminencia del parlamento frente al poder ejecutivo, en el pasado, o más en el presente, el divorcio o los derechos homosexuales. Hoy día, no es posible distinguir a alguien de derechas o de izquierdas preguntándole qué opina del divorcio, la interrupción del embarazo o el matrimonio homosexual, porque unos y otros están de acuerdo a favor, y solo quedan algunos especímenes de extrema derecha que estén en contra (y, afortunadamente, en peligro de extinción).
En todos los casos analizados, la estrategia de AP-PP fue siempre la misma: alarmar a la población de las nefastas consecuencias de la aprobación de esas leyes. Su argumentario contra la Constitución, el divorcio, la interrupción del embarazo o el matrimonio homosexual era el mismo: la fragmentación de España, el fin de la familia, el caos social… el apocalipsis. El paso de los años, simplemente, les ha colocado al mismo nivel que el pastor mentiroso del cuento: al final, no venía el lobo. Y ellos mismo no han podido sino aceptar la realidad e intentar olvidar el histerismo con el que antes se oponían a lo que ahora abrazan encantados.
Exactamente lo mismo pasa con la laicidad. En países más avanzados en este sentido, como Francia, la laicidad está vigente desde 1905 con la Ley de Separación Iglesia-Estado, e incluso figura en el art. 1 de su Constitución. Allí, es uno de esos temas que no distinguen a la izquierda de la derecha: en el pasado la derecha se opuso, pero hoy día hasta el más derechista de la UMP defiende la laicidad del Estado francés. Incluso la extrema derecha de Le Pen (si bien es cierto que con unos tintes islamofóbicos que hacen sospechar de la sinceridad de su laicismo).
En España pasará lo mismo. La derecha cumplirá su papel histórico de oponerse inicialmente a una medida de progreso y, cuando ya sea imposible la vuelta atrás, la asumirá y puede que hasta la defienda con orgullo (de hecho, los derechistas que hoy se divorcian no lo hacen avergonzados y con la cabeza agachada, y los gays del PP lo dicen abiertamente: afortunadamente, claro). Y, lo mismo que ahora les duele acordarse de que en 1978 un tercio de sus diputados votaron NO a la Constitución, dentro de varios años intentarán que nadie recuerde que se oponían al laicismo. Como ahora están en el momento de oponerse, lanzan sus proclamas alarmistas acerca del fin de la libertad religiosa, la persecución de las religiones, etc. El mero paso del tiempo les quitará la razón cuando comprueben por sí mismos que nada de eso ocurre. De hecho, hasta el mismísimo papa Francisco está más avanzado que el PP español a la hora de aceptar la laicidad.
Concretando todo lo anterior a nivel local, el PP de Alcázar de S. Juan ha reproducido exactamente el mismo modelo con motivo del debate plenario en el Ayuntamiento sobre la moción laica del PSOE e IU (finalmente apoyada también por Equo y con tan solo el voto en contra del PP). El Grupo Popular ha escenificado su oposición histérica, ha intentado alarmar a la población y, de modo agorero, ha profetizado los males y calamidades que tendrá dicha moción para las comunidades religiosas de la ciudad. Alguno de sus concejales ha llegado a hacer convocatorias para ir al Pleno a protestar en contra de dicha moción. Y de hecho, algunos fueron allí a eso mismo, interrumpiendo la sesión plenaria. Afortunadamente, el nuevo equipo de gobierno, al revés que el anterior, ni prohibió la entrada a dicho Pleno ni llamó a los antidisturbios ni nada similar.
Tampoco es algo nuevo en la política local. Se viene convirtiendo en algo habitual que el PP de Alcázar procure alarmar a la población de vez en cuando como forma de hacer oposición, reproduciendo ese papel de pastor mentiroso. Nada más pasar a la oposición después de las pasadas elecciones, lo primero que hizo fue asustar a los vecinos de las calles cuyo nombre iba a ajustarse a la legalidad vigente en materia de memoria histórica. Sin ningún pudor, difundió las mentiras sobre los innumerables problemas que eso supondría a esos vecinos. Llegó a dar credibilidad en sede plenaria a las mentiras de un panfleto anónimo que se repartió en esas calles para alarmar a los vecinos. Nada de todo eso ha pasado. Cojamos ese panfleto y comprobemos si, casi un año después, ha ocurrido o no lo que allí se decía.
Ocurre ahora exactamente igual. El PP ha caricaturizado la moción laica del PSOE e IU para presentarla como algo horrible, de nuevo con mentiras y falsas profecías apocalípticas sobre lo que ocurrirá una vez aprobada. Y, otra vez, el mejor argumento es dejar pasar el tiempo: comprobemos dentro de uno o dos años si todas esas desgracias anunciadas por el PP habrán pasado o no.
Si bien la actitud del PP es la misma en todos los sitios, en Alcázar posiblemente sea más histérica y paranoica por quienes dirigen el partido a nivel local. En todas las agrupaciones locales del PP hay tres bandos conviviendo como pueden: unos más liberales que llegan a entender (aunque sea con la boca chica) las medidas de progreso, otros más conservadores que se creen la reserva espiritual de España y de Europa, y otros directamente de extrema-derecha (y que son la vergüenza de los otros dos cuando se les escapan a veces y hacen de las suyas). El problema del PP de Alcázar es que los liberales son minoría y los conservadores y de extrema-derecha son bastantes. Especialmente cuando aparecen temas relacionados con la memoria histórica o la religión: su orgullo franquista y su fanatismo religioso está a flor de piel y se les escapa a la mínima. De todas formas, lo más probable es que el PP termine extirpando ese cáncer de extrema-derecha algún día. Y más le vale que lo haga más pronto que tarde, por lo menos si no quiere que su lado más liberal se pase definitivamente a Ciudadanos y que se acabe convirtiendo en un grupúsculo similar a La Falange o Fuerza Nueva.
Independientemente de las paranoias del PP, el caso es que el Ayuntamiento de Alcázar de S. Juan ha aprobado una moción que apuesta por el Estado laico y que implementa medidas de laicidad en el ámbito local, adhiriéndose a su vez a la Red de Municipios por un Estado laico promovida por Europa Laica. Si inicia así un camino de convivencia en la diversidad, de reconocimiento y promoción de la libertad de conciencia (tanto religiosa en sus diversas manifestaciones como no religiosa), de igualdad y no discriminación por motivos de conciencia, y de neutralidad y separación público-privado que beneficiará por igual a todas las personas independientemente de sus creencias o ideologías. Cuando pasen unos años y comprobemos sus ventajas, hasta el PP estará de acuerdo con la laicidad. Habrá que darles tiempo para que maduren.
Andrés Carmona Campo, profesor de Filosofía.