No existe una expresión de machismo suave o menos grave, ya que cuando se tiene la creencia de que una persona es inferior a otra por su género puede originarse una escalada de violencia que finalmente termina en la muerte. Por esta razón, comprenderán -estimados delegados y delegadas a este Congreso- que para las mujeres nos es difícil participar en el librepensamiento como una actividad prioritaria si no se han superado los problemas fundamentales de desigualdad de género, que perduran a través de los siglos, para poder abocarnos a un proyecto como el que nos convoca en la AILP, que creemos es fundamental para la humanidad.
El femicidio es el más grave y condenable crimen de violencia contra las mujeres, ya que no sólo implica un acto de barbarie, sino es uno de los síntomas más claros de una sociedad históricamente desigual. El femicidio no solo se circunscribe al acto homicida, sino, a un contexto más complejo que incluye la trama social, política, cultural y económica que lo propicia.
El término femicide lo usó por primera vez la escritora Diane Russell, Doctora en Ciencias Sociales, -feminista y activista- en 1976, ante el Tribunal Internacional sobre los Crímenes contra la Mujer, en Bruselas, para definir las formas de violencia extrema contra la mujer. En 1990, Russell, junto con Jane Caputi, redefine este concepto como “el asesinato de mujeres por hombres, motivados por el odio, desprecio, placer o sentido de posesión hacia las mujeres”. El gran aporte de ambas fue visibilizar que los motivos por los que históricamente se ha asesinado a personas debido a su raza, nacionalidad, religión, origen étnico u orientación sexual, son los mismos por los que se asesina a las mujeres y, de este modo enmarcan el femicidio como un crimen de odio.
La obra de Diane Russell, nacida en Cape Town, Sudáfrica, sigue siendo un motor de fuerza para la lucha de otras mujeres a lo largo y ancho del mundo que abogan por la erradicación de la violencia contra nuestro género. Varias activistas en materia de femicidio como las mexicanas Marcela Lagarde o Julia Monárrez, han basado su trabajo en la línea creada por Russell. El concepto de género en las ciencias sociales: sociología, psicología o antropología, es una construcción simbólica que alude al conjunto de atributos socio culturales asignados a personas a partir de su sexo biológico y, que convierten la diferencia sexual en una desigualdad social entre hombres y mujeres.
Julia Monárrez, Doctora en Ciencias Sociales de México, apunta a las relaciones de poder de una sociedad masculinizada, que mediante sus estructuras, propaganda, ritos, tradiciones y acciones cotidianas, confirman el sometimiento de las mujeres. La afirmación de la virilidad mediante la sexualidad vinculada al poder, al control, la dominación y el sometimiento, asimismo, da pie al castigo y la humillación.
Según el Observatorio Ciudadano Nacional sobre Feminicidio de México, este crimen se refiere al asesinato de mujeres por parte de hombres que las matan por el sólo hecho de ser mujeres. Estos asesinatos son motivados por la misoginia, porque implican el desprecio y el odio hacia las mujeres; y por el sexismo, porque los varones que las asesinan sienten que son superiores a las mujeres y que tienen derecho de terminar con sus vidas.
El femicidio se vincula directamente al temor viril de excluirse del mundo de los hombres llamados fuertes o duros, incólumes ante el propio sufrimiento o el sufrimiento ajeno.
Femicidio o Feminicidio?
Marcela Lagarde, académica, antropóloga e investigadora mexicana – una de las mayores referentes del feminismo en Latinoamérica- acuñó el término “feminicidio” y, logró la creación de una Comisión Especial de Feminicidio en el Congreso de su país, para investigar el asesinato de mujeres en Ciudad Juárez. Dirigió también la Investigación Diagnóstica sobre Violencia Feminicida en la República Mexicana y, promovió la inclusión del delito de Feminicidio en el Código Penal Federal y de la Ley General de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia, ley vigente en México desde el 2 de febrero de 2007. Lagarde definió el acto de asesinar a una mujer, sólo por el hecho de su pertenencia al sexo femenino, como «feminicidio», intentando dar a este concepto un significado político para denunciar la inactividad y el incumplimiento de las convenciones internacionales de los Estados, contra estos brutales crímenes y sus autores.
Este término denomina al conjunto de hechos que contienen los crímenes y las desapariciones de mujeres cuando concurre, el silencio, la omisión, la negligencia, la inactividad de las autoridades encargadas de prevenir y erradicar estos crímenes. Hay feminicidio cuando el Estado no da garantías a las mujeres y no crea condiciones de seguridad para sus vidas en la comunidad, en el hogar, en su lugar de trabajo, en la vía pública o en espacios de ocio.
En la misma línea, pero ampliando aún más el concepto, al incluir bajo tal terminología no sólo la muerte dolosa sino otros actos de violencia previa, Julia Monárrez dice que «el feminicidio comprende toda una progresión de actos violentos que van desde el maltrato emocional, psicológico, los golpes, los insultos, la tortura, la violación, la prostitución, el acoso sexual, el abuso infantil, el infanticidio de niñas, las mutilaciones genitales, la violencia doméstica y toda política que derive en la muerte de las mujeres, tolerada por el Estado».
Feminicidio es, en resumen, el genocidio contra mujeres y sucede cuando las condiciones históricas generan prácticas sociales que permiten atentados violentos contra la integridad, la salud, las libertades y la vida de niñas y mujeres. Para que exista este delito concurren de manera criminal el silencio, la omisión, la negligencia y la colusión parcial o total de las autoridades encargadas de prevenir y erradicar estos crímenes.
Teniendo en cuenta lo anterior, es evidente que estamos ante términos complementarios siendo el Femicidio, el homicidio o asesinato de la mujer por el simple hecho de pertenecer al sexo femenino y Feminicidio, el conjunto de femicidios, en una situación de absoluta, o patente inactividad de los Estados para la persecución y evitación de tales crímenes.
Honduras: el país más peligroso para la Mujer
Recientemente la ONU informó que la muerte violenta de mujeres pone a Honduras en el primer lugar de femicidios en países que no están en guerra en el mundo. Igualmente, en México, Ecuador, Chile, Argentina y otros países de la región continúa reportándose un número elevado de mujeres asesinadas y torturadas por sus parejas, ex parejas u hombres de su círculo cercano..
La representante sobre la discriminación femenina de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Alda Facio, destacó que la muerte violenta de mujeres pone a Honduras en el primer lugar de femicidios en Latinoamérica. Se estima que Honduras tiene una tasa de femicidios de 14,6 por cada cien mil habitantes, según cifras del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). Este país le quitó ese primer lugar a Guatemala y México, que eran los referentes con las más altas tasas de mujeres asesinadas. Según el informe sobre muertes violentas de mujeres, publicado por la UNAH, en el año 2013, un total de 636 hondureñas perdieron la vida en forma violenta.
El femicidio se ha convertido en parte del diario vivir de dicho país, según estadísticas de las autoridades policiales y organizaciones feministas. El Centro de Derechos de la Mujer (CDM) contabilizó, hasta el 15 de marzo de este año, 76 casos de muerte violenta de personas del sexo femenino, cifra que incluye a mujeres adultas y niñas. Nessa Medina, de dicho organismo, informó que tres de cada cinco muertes ocurren en el Distrito Central. La defensora de los derechos de las mujeres atribuye estas muertes a la “complicidad del Estado con la flexibilización de la tenencia de las armas de fuego, porque más del 80% de estos casos son cometidos con esas armas”.
Dichos crímenes tienen que ver con el aumento desmedido de los niveles de violencia física y psicológica en contra de las mujeres. El Ministerio Público ha recibido en lo que va del presente año más de 20 mil denuncias por violencia doméstica y 2.800 por delitos sexuales. “Toda esa violencia se suma y varias de ellas terminan con la muerte violenta de las mujeres a manos de uno o más hombres”, sostuvo Medina, quien recordó que en 2014, la Policía Nacional contabilizó 526 homicidios de mujeres.
Según el Observatorio de la Violencia, las víctimas de femicidio en su mayoría son parte de la población económicamente activa con edades entre los 14 y 44 años. De los 526 femicidios registrados el año pasado, solo se judicializaron 92. En relación a las sentencias que se han emitido en la Corte Suprema de Justicia por muerte de mujeres, Medina señaló que la mayoría de las personas condenadas “tenían una relación afectiva, familiar, o cercana con las víctimas”. Según la feminista, para reducir los índices de muerte violenta de mujeres, el Estado debiera considerar que estos crímenes son un tipo de “violencia específica” e incorporar nuevos mecanismos en el sistema de seguridad y justicia. El gobierno aún no ha incorporado el análisis de dichos crímenes en una estrategia de seguridad para proteger a las hondureñas, lo que de hecho significa una verdadera impunidad para los hechores, es decir los femicidas.
Más cifras de la vergüenza
“Sabemos que 15 mujeres mueren por día en Brasil solo por el hecho de ser mujeres”, lamentó en marzo de este año Dilma Rousseff, la primera mujer presidenta de ese país, al promulgar una ley que incluye el feminicidio en el código penal. Rousseff enfatizó que la violencia de género “ocurre en todas las clases sociales”.
Argentina, sin estadísticas oficiales, aventaja a varios países de Sudamérica: 277 feminicidios en 2014, cifra sin embargo inferior a los 295 de 2013, según la ONG Casa del Encuentro.
Un informe de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) sobre feminicidio, en 2014, señala que 88 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas en Colombia; 83 en Perú; 71 en República Dominicana; 46 en El Salvador; 25 en Uruguay; 20 en Paraguay, y 17 en Guatemala. En tanto, en Ecuador, el año pasado hubo 97 feminicidios, que corresponden a 54% de las mujeres que sufrieron muertes violentas. Ello, pese a que se castiga ese delito con 22 a 26 años de cárcel, según las leyes de dicho país.
Cada semana ocurre un femicidio en Chile, lo que se ve ratificado e incluso superado por un informe de la Policía de Investigaciones que asegura que cada año mueren más de 50 mujeres por esta causa, según un estudio presentado por la Unidad Especializada de Violencia Intrafamiliar y Delitos Sexuales de la Fiscalía Nacional.
Este 2015, en Chile van 25 mujeres asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas. Según la ministra de la Mujer, Claudia Pascual, la debilidad de la legislación chilena consiste en que “permite que las denuncias las hagan otras personas, pero tienen que ser ratificadas por la mujer que ha sido víctima”.
PERFIL DE LOS FEMICIDAS
La psicóloga del Instituto Chileno para el Estudio de la Violencia (ICEV), Adriana Sosman sostiene que: “El principal factor del femicidio es cultural. Se debe al machismo que se expresa con actos de posesión, sea de violencia directa o también por una violación. El victimario no acepta que la mujer tenga cosas que él no puede dominar y una forma de demostrar que sigue teniendo el control, es con la violencia o también, de forma más bizarra, con un acto sexual”, aseguró.
La profesional participó en el Tribunal Alterno Contra los Femicidios, en Honduras, como psicóloga forense, realizando un análisis psicológico de los femicidas de tres casos emblemáticos que se abordaron en dicho tribunal. Estos tenían edades entre 30 y 40 años, con un nivel socioeconómico y de escolaridad bajo, pero ante todo con antecedentes de conducta violenta, particularmente hacia su pareja. Aunque estos componentes o catalizadores no son la norma para cometer actos de violencia contra las mujeres, ellos vuelven la convivencia mucho más riesgosa y predisponen a los hombres a ejercer acciones más extremas, como el femicidio.
Sosman señaló que en los países de Latinoamérica, la tasa de femicidios se ha incrementado en los últimos años y, -al igual que otros fenómenos sociales o de pobreza, que puedan influir- existen otros catalizadores como el tráfico y consumo de drogas. La sicóloga enfatizó que: “El femicida no tiene un perfil único ya que la violencia contra las mujeres es producto de un contexto histórico, socio-cultural y familiar donde se reproducen patrones y dinámicas en las relaciones de pareja, que implican violencia hacia la mujer. El factor influyente es el machismo -una opresión dominante en toda Latinoamérica- la cual todavía establece conceptos tan arcaicos, como el que la mujer le pertenece al hombre, sobre todo cuando depende económicamente de él.