La Sagrada Família ha construido en 128 años un tercio de su enorme estructura al margen de la regulación pública de las obras
Desde su misma ensoñación decimonónica, la idea del templo de la Sagrada Família ha sido una auténtica quimera. Por sus dimensiones sobrehumanas, por el simbolismo radical y cabalístico de cada piedra, forma y rincón, o por el coste (nunca calculado). Basta ver las vetustas fotos de hace más de un siglo de un Eixample yermo en medio del cual se empiezan a levantar, como árboles en pleno desierto, los campanarios de la fachada del Naixement. No parece realmente una empresa ni de aquel ni de este mundo. Y a pesar de todo y gracias al impulso definitivo del fenómeno posmoderno y posolímpico del turismo masivo y de consumo (25 millones de euros en entradas-donativo en el 2009), las obras avanzan con rapidez.
Con tanta celeridad que hoy la lujosa casa de culto católico que verán millones de personas de todo el planeta está ya acabada en una tercera parte. Incluida la esencial sala de actos: la nave central que podrá albergar celebraciones religiosas. Así, sin haber levantado aún las 18 torres previstas (faltan 10, incluidas las dos mayores) o sin el claustro perimetral o las dos sacristías, el templo puede funcionar al tener cubierto el espacio para los fieles.
La basílica que el Papa dedica hoy al culto, se inició en 1882 y se ha desarrollado durante 128 años al margen de la regulación urbanística y constructiva y también fuera de las normas que rigen los bienes declarados monumento. Las obras las empezó el arquitecto Francesc del Villar por encargo de la Associació de Devots de Sant Josep con un permiso solicitado al municipio de Sant Martí de Provençals, anexionado a Barcelona.
En 1883, Antoni Gaudí asumió el proyecto, lo cambió a fondo y pidió por ello a Sant Martí modificar el permiso. No consta una respuesta y a este silencio administrativo y a tres planos de 1916 con firma de Gaudí sobre la urbanización del entorno, hallados en 1997 en el archivo municipal, es a lo que se remite la fundación canónica que impulsa la Sagrada Família para avalar la legalidad de cuanto hace.
El presidente del patronato Joan Rigol se entrevistó hace años con el alcalde Jordi Hereu para tratar el tema. Pero la cita no tuvo continuidad pues el plan de hacer pasar el AVE junto al templo y la oposición frontal del patronato enrareció las relaciones. Una vez la tuneladora se aleja sin novedad, ha bajado el tono.
Hereu ha hablado estos días de referente mundial y ha dicho sin ambajes que no tiene prisa por regularizar una obra iniciada hace 128 años. Rigol, por su parte, insiste en que nunca han dejado de colaborar porque existen intereses comunes.
Esta situación de alegalidad lleva a la dirección facultativa del templo a redactar, en cada fase de las obras, los estudios preliminares, los proyectos básicos y los constructivos tan solo de forma interna y sin ningún visado ni control de terceros.
Control de Patrimoni
Pero aún hay que añadir otra irregularidad y de más rango a este proceder. La catalogación de la Sagrada Família como bien cultural de interés nacional por la Generalitat, con supervisión del Estado, obliga a la dirección general de Patrimoni de la Conselleria de Cultura a aprobar toda obra que se haga en el monumento. A pesar de ello, la continuación de los trabajos no ha pasado nunca por la comisión de Patrimoni, un incumplimiento contra el que Cultura podría actuar, cuando quisiera, parando las obras. Esta inacción administrativa en épocas y con partidos políticos distintos, convierten de hecho a la Sagrada Família en un templo con bula, y no precisamente pontificia, sino de la misma Generalitat laica.
Con las fachadas ya ejecutadas del Naixement (en vida de Gaudí), y de la Passió (realizada por algunos de sus discípulos desde 1954 y en la que están las polémicas esculturas de Josep Maria Subirachs) y la nave central terminada, el plan del patronato para concluir el templo en los próximos 15-20 años es el siguiente.
Se trabaja ahora en las cuatro torres de los evangelistas y en enero se empezará una de las dos sacristías (la de la Passió). En el 2015 todas estarán muy avanzadas y entonces se iniciarán la torre de la Verge Maria (las cinco de 120 metros), sobre el ábside, y la central de Jesucrist, la mayor de todas (170), sobre el crucero y coronada por una gran cruz a la que se llegará en ascensor. A partir del 2020, se prevé acometer por fin la fachada de la Glòria con cuatro torres, escalinata sobre Mallorca y nuevo paseo hasta Aragó, lo que obligará a derribar edificios y realojar vecinos.
Entonces, su altura superior y su posición en el centro geográfico marcarán, y de forma confesional, el horizonte de Barcelona.
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