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Escuelas sin belén

Polémica por la presencia de iconos religiosos en los centros de enseñanza

"Fue una decisión estrictamente académica”, subraya la directora de un instituto de enseñanza secundaria que exige protegerse en el anonimato. Resguarda también el nombre de su centro y su ubicación, al reclamar expresamente que no aparezcan publicados. En las navidades del año pasado decidió que se retirara el belén que la profesora de religión había instalado en un aula en donde se imparten, además, otras asignaturas. Al hacerlo, se convirtió en protagonista involuntaria de una pesadilla. Esta profesora de matemáticas lleva 18 años en la enseñanza y, desde hace tres, dirige un centro en el que conviven 1.100 alumnos.

“Mis compañeros y los alumnos me apoyaron totalmente” La razón de su orden no fue ideológica. “Todas las actividades de un centro pasan por el Consejo Escolar antes de ser permitidas y eso no ocurrió en este caso, se hizo sin tener permiso alguno”.

No se solicitó. Los responsables de Educación se unieron a los padres y a los alumnos en su respaldo a la directora. Pero no fue suficiente esa unanimidad. Esta docente, que se reconoce católica (“Me casé por la Iglesia, he bautizado a mis hijos…”), fue perseguida por la ligereza de algunos titulares de medios “que no llegaron ni a hablar conmigo”. Muchos de ellos estaban jaleados desde púlpitos de prensa ultraconfesional “que poco tienen que ver con la tolerancia y el respeto que luego reclaman”.

Su instituto era y es “un espacio sin problemas”. Cuando estalla la polémica, los centros educativos son la parte más débil y sus responsables, siempre, la más expuesta. El lobby ultracatólico trató de ejemplificar con este caso y una de sus asociaciones satélite llegó a demandar a la directora. “En mi casa, hay un belén, pero lo pongo ahí, en mi casa, porque en mi centro de trabajo, en mi instituto, hay gente de muchas confesiones religiosas y hay que respetarlas todas”.

Los defensores de la presencia del nacimiento en los colegios esgrimen razones culturales. “Es una tradición, pero sólo en mi cultura”, concluye la directora antes de regresar a clase.

La escuela “de todos”

El debate se reabre cada año en el umbral de la Navidad. Bajo las raíces del árbol navideño, junto al consumo, el frío y la fiesta, hay una iconografía religiosa que fundamenta las creencias de la Iglesia católica. ¿Cabe esa simbología en el espacio común que es un centro de enseñanza?

"Hay que buscar formas de expresión con las que todos puedan sentirse cómodos”, responde Lola Abelló, presidenta de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos, CEAPA. Una entidad no confesional, progresista e independiente, que agrupa a 12.000 asociaciones de padres y madres de alumnos de centros públicos.“La escuela pública es la escuela de todos y en este país hay una realidad multicultural en las aulas que supone también un cambio en las tradiciones”, argumenta la responsable de CEAPA. La escuela debe ser un “espacio de convivencia y consenso”.

Aunque no se dispone de datos oficiales, Lola Abelló explica que “cada vez hay más centros que quitan la iconografía religiosa de sus aulas. Los padres tienen derecho a denunciar”, si consideran que la presencia de un belén choca con sus creencias.

Una tradición “no excluyente”

La Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos, CONCAPA, representa, según sus propios datos, a tres millones de padres y madres. Su presidente, Luis Carbonell, pone especial énfasis en un concepto en el que apoya su respuesta, el término pluralismo. “Respetemos a los demás, y respetemos sus manifestaciones si no son atentatorias ni denigrantes”, pide Carbonell.

A su juicio, el belén es “una tradición cultural autóctona”. Una presencia simbólica más arraigada que otros “fenómenos importados” entre los que Luis Carbonell cita la celebración de Halloween, fiesta norteamericana que se ha hecho un hueco en todos los colegios en la víspera de la festividad cristiana de Todos los Santos.

El nacimiento “no es una tradición que impida a otros mostrar las suyas, no es exclusiva ni singular, puede convivir con otras”. El representante de los padres católicos subraya la necesidad de “respetar las diferentes ideologías”, y refuerza su argumento al recordar que “una gran mayoría de los alumnos sigue pidiendo clase de religión”.

La apuesta laica

Durante la presentación de la campaña Por una escuela laica, el vicepresidente del colectivo Europa Laica, Francisco Delgado, recordó algunos datos que reflejan el progresivo declive de la asignatura de religión en los centros públicos.

Cada año, la solicitan menos estudiantes. En el curso 2005-2006, el 60,9% del alumnado de Bachillerato no cursó religión, cuatro años antes eran el 56,8%. Los defensores de la escuela laica exigen “que ninguna simbología religiosa tenga presencia institucional en los centros escolares”, según firman en su declaración de intenciones medio centenar de colectivos que integran la plataforma Por una escuela laica. Francisco Delgado distingue dos elementos. Por un lado, el “hecho tradicional” que ha generado en España una “artesanía que, en muchos casos, es arte”. El vicepresidente de Europa Laica admite, incluso, que le gusta “visitar belenes”, pero concreta enseguida dónde: “en las iglesias".

"Hasta ahora, todo el mundo se consideraba o le consideraban católico, pero la escuela es un espacio público y obligatorio, en el que no se deben mostrar iconos religiosos, igual que no se muestran iconos de partidos políticos”. Delgado considera que estos símbolos “representan a una parte”. Por eso cree que el colegio “no es el sitio adecuado” para colocar “crucifijos o belenes, que hacen proselitismo de una religión”.

Derecho a la presencia pública

Es el argumento opuesto al que defiende Carlos Soler, profesor de relaciones Iglesia-Estado de la Universidad de Navarra. “Estos temas requieren un estudio maduro y desapasionado. Pero se prestan fácilmente a lo contrario, a posturas precipitadas, radicales o ideologizadas”, expone. “No se pueden despachar con argumentos “absolutos”, que, en el fondo, son eslóganes vacíos”.

Soler las resume en dos frases enfrentadas: “Al que no le gusten los villancicos, que no venga” y “La religión ha de quedar en la vida privada. Todas las realidades humanas tienen un derecho a la presencia pública, y que excluir por principio alguna de ellas delata una actitud anti: todos tienen derecho, y deber, a concurrir con su propio patrimonio al terreno que por definición es de todos: el público; y esa concurrencia enriquece a la sociedad”.

Este profesor de la Universidad de Navarra, vinculada al Opus Dei, entiende que “más que excluir un tipo de realidad” es preferible evitar “las cosas concretas que puedan ofender a otros”. ¿Dónde está el límite? Carlos Soler trata de acotarlo con un matiz: “Hay que excluir las cosas con las que uno pueda sentirse razonablemente ofendido”. ¿Ejemplos? “Tampoco me ofendo –dice– por ver un buda en el jardín de un ayuntamiento, un mahoma en un edificio público o un belén en una escuela pública. Esos símbolos serán inoportunos en unos sitios y oportunos, incluso casi necesarios, en otros”.

El festival que no fue

Pilar Trujillo es la actual directora del colegio público Hilarión Gimeno, de Zaragoza. No lo era las pasadas navidades, cuando su centro suspendió la celebración de un festival de Navidad “por falta de espacio, porque no se cabía en el gimnasio, que es donde se hacía”. Los padres entendieron las razones, que fueron estudiadas por el consejo escolar. “A todos les gusta ver actuar a sus hijos, es lógico cierto fastidio, pero no pasó nada más”. Nada más hasta que la prensa se hizo eco y lo que era una decisión organizativa se tornó en una ofensa contra la Navidad y “llegaron los insultos, en la radio, en Internet…”, recuerda Pilar. “No fue una decisión ideológica”.

¿Y el belén? La directora de colegio abandona su despacho y responde “a título personal”. Deja a un lado también cualquier apasionamiento ideológico y reconduce el debate a la asignatura de religión. “Condiciona el horario general de un centro”, critica. Es partidaria de sacar la materia fuera del horario lectivo. No argumenta contra las religiones, sino a favor de racionalizar la educación de los niños. Explica un ejemplo: un profesor imparte clases de Islam una hora a la semana en su centro. Allí se concentran alumnos de todos los cursos que, a esa hora, tenían asignadas otras materias. “Puede darse el caso de que haya alumnos que falten, todo el año, a música, por ejemplo, para atender a esta clase, eso ha ocurrido”.

El día de las religiones

Carlos López Cortiñas es el secretario general de la Federación de Enseñanza de UGT. FETE-UGT recoge entre sus principios inspiradores –nació en 1931– la defensa de una educación laica, además de pública. López Cortiñas se declara contrario a que un elemento religioso figure en un centro “por respeto a otras confesiones”.

Este responsable sindical entiende que el nacimiento es un icono religioso, aunque admite que está fuertemente ligado a la cultura y la tradición españolas. Por esa razón, López Cortiñas también se centra en la presencia de simbología religiosa en las aulas, más allá de la exposición, puntual y temporal, de un belén coincidiendo cada año con las fiestas de Navidad.

"No pueden presidir lugares públicos”, indica el responsable de enseñanza de UGT, “menos aún, centros de enseñanza en los que aún se está formando la personalidad de los alumnos”.Reclama que la escuela pública esté presidida por valores superiores a las creencias como los basados “en los derechos humanos, en la tolerancia o en el respeto a quien no piense igual”.

De esa manera, López Cortiñas cree necesario “respetar y conocer las distintas manifestaciones religiosas”, incluido el belén. “Podría celebrarse un día en el que se conocieran las diferentes tradiciones que acompañan a la religión, entre las que se incluyen sus simbologías”, pero siempre hay que hacerlo “de manera que ningún alumno se sienta rechazado”.

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