UNI Laica relata cómo la rectora Pilar Aranda y el decano de Farmacia, Manuel Sánchez Polo, «agravaron el confesionalismo de la UGR en 2021»
Desde 2015, con Pilar Aranda como rectora, ha habido momentos prometedores en cuanto a la laicidad de la UGR, acordes con su anterior firma del manifiesto de UNI Laica “por una Universidad pública y laica”. Así, tras comunicarle las actividades esotérico-confesionales de la Cátedra Consciencia y Desarrollo, la eliminó (con tanta discreción que sus promotores creen que sigue viva). También paró los pies al proselitismo católico, homófobo, misógino y anticientífico del Seminario Newman de la UGR, sobre todo cuando llegó a ofertar cursos parroquiales con el logo de la UGR. Fue eliminando, asimismo, talleres de la UGR sobre creencias pseudocientíficas (léase tontas), como el reiki y la reflexoterapia. Y, quizás lo mejor de todo: en 2017 llegó a suspender los cursos episcopales ‘DECA’ (de Declaración Eclesiástica de Competencia Académica) de la Escuela Internacional de Posgrado, que sirven para preparar y acreditar a profesores escolares de religión; “a pesar de las presiones que he sufrido”, nos confesó entonces, legítimamente ufana. Parecía muy consciente de que esos profesores actúan en la escuela como catequistas de doctrina moral católica, tan misógina y homófoba, y de anticientifismo creacionista.
Sin embargo, no tardaron en llegar las decepciones. UNI Laica denunció en 2016 que el Departamento de Óptica monta, para celebrar el “misterio” cristiano de la Navidad, un belén “telescópico” en un espacio que es público y además de tránsito dentro del edificio. (El calificativo de “telescópico” se debe a que está en una vitrina junto a un bello anteojo terrestre). Inquirida por la prensa, la rectora respaldó los belenes universitarios apelando a la “tradición cultural”, decisión muy celebrada por medios ultracatólicos. Tuvimos que recordarle que, respetando ese tipo de “tradiciones” ligadas a la confesionalidad, ella misma no sería rectora. El nacionalcatolicismo dejó muchas tradiciones inicuas, que ya hace mucho que debieron abandonarse con la consecución de un Estado laico. Como la de que se utilicen espacios públicos (universitarios en este caso) para hacer gala y proselitismo de creencias religiosas particulares, olvidando el respeto a los demás que exige el uso de zonas comunes.
Hemos comprobado que también este año se ha instalado el belén “telescópico”, pero que, además, hay otro “microscópico” (está montado junto a un antiguo microscopio electrónico, y además es pequeño) en la entrada del Departamento de Biología celular de la Facultad de Ciencias. También el Centro de Lenguas Modernas de la UGR ha instalado un belén en su patio, con el que participa fuera de concurso en la Ruta de Belenes 2021 organizada no por el arzobispado, sino por el Ayuntamiento de Granada. (Ojalá ese Centro sea pronto también de Ideas Modernas). Asimismo, en la Facultad de Bellas Artes y en el Dpto. de Química Inorgánica de la Facultad de Farmacia hay sendos nacimientos. Y sabemos que se han montado aún más belenes universitarios, pero su existencia no tiene mucho misterio, dado el lamentable respaldo rectoral.
Mucho más grave es que parece que aquellas presiones sobre la rectora finalmente la (¿con?)vencieron, de modo que no tardaron en regresar a la Universidad los cursos episcopales DECA, de religión católica. Ahora se ofrecen destacados en el todavía prestigioso Centro Mediterráneo, y en esta ocasión –de nuevo tras las denuncias de UNI Laica–, ¡defendidos públicamente por la rectora! Ésta, y la UGR, se hacen cómplices así del adoctrinamiento escolar infantil en anticiencia, homofobia y misoginia; un ataque frontal a los derechos de la infancia que supone un pésimo aval para una Universidad que presume (con toda la razón en otros ámbitos) de excelencia, y una refutación de cualquier pretensión de feminismo.
No olvidemos que la rectora también mantiene y defiende la Cátedra de teología católica (jesuítica) que instauró su predecesor, el rector Lodeiro; que asimismo mantiene adscrito a la UGR el Centro de Magisterio del arzobispado; que no mueve un dedo por eliminar simbología confesional o promover patronos laicos, y, ay, que el 11 de septiembre asistió a la misa episcopal de inicio de curso; de hecho, no se ha perdido ni una de las misas de apertura de curso convocadas por la pastoral universitaria y oficiadas por el arzobispo de Granada (ya saben, quien promocionó el ‘Cásate y sé sumisa’, entre otras ultramontanas lindezas). Otra actitud abracadabrante tiene que ver con su título científico, de catedrática de Fisiología de la Facultad de Farmacia: en varias ocasiones se ha pronunciado (en respuesta a preguntas nuestras) en defensa de otra creencia, esta vez no religiosa: la fraudulenta homeopatía; esto habrá alegrado a quienes, regentando una farmacia, venden ‘agua con memoria’ porque ponen el interés económico por encima del servicio a la ciudadanía basado en la ciencia. La rectora bebe pues de dos aguas: la bendita y la que no olvida (timarte).
Siguiendo con la Facultad de Farmacia, la rectora no ha hecho nada para evitar el cante, a las 12 h de cada día lectivo de cada mayo, de ¡salves a la Inmaculada en la Sala de Juntas! (aquí pueden ver un abreviado vídeo tomado por el abajo firmante), un espacio que sólo debería ser ‘sagrado’ en sentido académico. Ocurre que estas salves, tradicionales en Farmacia, han estado sustentadas en los últimos años por una piadosa decana, Ana del Moral. La rectora nos daba a entender que no comulgaba con que promoviera esa y otras actividades religiosas, como las ofrendas florales a la Virgen de las Angustias y la convocatoria de misas por el día de la patrona, la Inmaculada; ya cantaba también demasiado el ser el último decanato de la UGR que convocaba misas. Pero Pilar Aranda parecía dar por imposible –cariñosamente– a su amiga, y entendimos que había que esperar por aquello de “muerto el perro [cumplido el mandato de la decana], se acabó la rabia [su confesionalismo exacerbado]”.
Bien, pues digamos que el perro por fin murió; es decir, el mandato de esa decana acabó hace unos meses, y entró un nuevo decano en Farmacia, Manuel Sánchez Polo. ¿Se acabó, por tanto, la ‘rabia’? Nada de eso. Nos encontramos con que el flamante decano ha mantenido y realzado, el 18 de septiembre, la ofrenda floral de la UGR a la Virgen, manifestando sin rubor (si no miente la web de la basílica de las Angustias) que “la devoción a la Virgen siempre está presente en todos los granadinos y en los miembros de la Universidad también”. Y con otra novedad de alcance: ha realizado la ofrenda en nombre y representación de la rectora. En otras palabras, el decano ha agravado la ‘rabia’ confesional universitaria hasta el punto de negarnos a los no devotos el título de granadinos (pero me temo que no el de malafollás). Y hay más. Cuando, hace sólo unos días, se acercaba el día de la Inmaculada, patrona de Farmacia, el nuevo decano convocó institucionalmente una eucaristía, y llegado el momento asistió a ella. Pero adivinen quién participó también en esa misa, que sepamos por vez primera en representación de su cargo: sí, la mismísima rectora. (UNI Laica ha enviado a ambos, y al defensor universitario, una queja formal por el reciente cúmulo de despropósitos eucarísticos). Y mira que, por razones sanitarias, este era un buen año para no asistir a eventos presenciales.
En definitiva, en los últimos meses –coincidiendo con los primeros de mandato del nuevo decano de su Facultad, Farmacia– se ha desaforado la devoción católica de la rectora. No digo de Pilar Aranda porque, si mantuviera la devoción a título privado, nada tendríamos que reprochar, pero es inaceptable que la manifieste institucionalmente, como máxima autoridad académica de una universidad pública que, por ello, debiera ser estricta y ejemplarmente aconfesional y respetuosa con la diversidad de convicciones de la comunidad universitaria y de toda la ciudadanía.
Ignoramos si la transgresión de la neutralidad en cuestiones de creencias exigible a su cargo se debe a un ánimo de agradar al arzobispo, a la pastoral universitaria (con la que mantiene una “exquisita relación”, según el propio arzobispo), al Colegio de Farmacéuticos (que también realiza misas y ofrendas florales a Vírgenes), o al decano de Farmacia. Importan poco las motivaciones; el caso es que la rectora –como el decano– está incumpliendo de manera flagrante su obligación de respetar la aconfesionalidad de la Universidad de Granada, así como a la comunidad universitaria, y a la ciudadanía en general. ¿No se da cuenta de que lo que está haciendo es más grave que aquellos cursos parroquiales por los que paró los pies a un Seminario? Esperamos que, por su propio bien y sobre todo por el de todas y todos, no tengamos que invocar de nuevo la ‘muerte del perro’ [fin de su mandato] …y cruzar los dedos. Es decir, que recapacite y recupere en 2022 ese necesario respeto parando ahora sus propios y píos pies (y los del decano de Farmacia) y bebiendo aguas más laicas y racionales. Celebraremos su valor para hacerlo y contará con todo el apoyo de los defensores de la convivencia basada en la justicia, en la razón, y en la igualdad y la libertad de las conciencias.