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“El crucifijo no se puede imponer en lugares públicos”

Jordi Farrerons, Gran Maestre de la Gran Logia Simbólica Española, responde a La Gaceta.

Al frente de la masonería simbólica española desde 2006, Farrerons, periodista de profesión, atiende a LA GACETA para abordar la posible retirada de los crucifijos de las aulas. La Gran Logia Simbólica Española (GLSE), federación de logias independiente y en estrecho contacto con la masonería francesa, apoya la retirada de los símbolos religiosos. No oculta sus aspiraciones. Se trata del representante de la segunda federación masónica más importante del país tras la Gran Logia de España (GLE, que sigue a la masonería anglosajona y no admite a mujeres). Asimismo, en la GLSE no es necesaria “la creencia en un Dios revelado”.

-¿Considera oportuna la retirada de los crucifijos de los centros escolares?

-Un Estado laico debe mantenerse equidistante con las confesiones y creencias religiosas, que tienen que permanecer en el ámbito privado. La GLSE, como asociación basada en la tolerancia y la libertad de conciencia, está de acuerdo con el Estado aconfesional y, naturalmente, apoya sus medidas legales siempre que sean democráticas. Comprendemos que haya personas a las que le resulte dolorosa la retirada de un símbolo en el que creen, pero no se puede imponer en lugares públicos.

-¿Sólo en los centros públicos o también en los concertados y privados?

-Si el Estado tiene acuerdos con ellos, como demócratas no tenemos nada que añadir.

-¿Cómo ven la sentencia de Estrasburgo?

-Como una consecuencia lógica de la Europa laica, que pretende crear espacios no restrictivos de convivencia.

-¿Tienen una hoja de ruta hacia esa Europa laica?

-Naturalmente y no es otra que la defensa del laicismo.

-¿Cree que hoy en España es necesaria una nueva Ley de Libertad Religiosa?

-Como demócratas aceptamos una ley discutida y aprobada en el Parlamento. El problema surge cuando no se lleva a la práctica.

-¿Qué es lo que no se está llevando a la práctica?

-La retirada de símbolos religiosos de lugares públicos.

-¿Han colaborado con el Gobierno? ¿Les ha pedido opinión?

-Hasta ahora no,  pero estamos dispuestos a aportar nuestro criterio al debate social, como cualquier otro grupo cívico. De todas formas, la GLSE no se pronuncia como tal salvo en cuestiones puntuales y graves como el racismo, la violencia política o la explotación. No tiene una sola voz. El Gran Maestre de cada hermandad es un primus inter pares, alguien que acepta dirigir una federación de logias libres y asociadas en beneficio de sus hermanos. Los francmasones no aceptamos dogmas como modelos de conducta y tratamos de evitar los personalismos.

-¿Cuáles son sus fines?

-En lo individual, proporcionar un sistema de indagación y crecimiento en su capacidad de pensar y actuar a través del trabajo personal. Este método o camino está englobado en una tradición de símbolos y conocimiento que se pone en práctica dentro de una estructura de logias donde se reúnen los hermanos para, de forma ritual, discutir temas simbólicos, filosóficos o sociales de interés común, haciéndoles partícipes de una convivencia fraternal que enriquezca sus vidas. En lo colectivo, pretende la mejora de la sociedad a través de los principios de libertad, igualdad y fraternidad, valores cívicos masónicos anteriores a la Revolución Francesa que han inspirado el progreso de la modernidad.

-¿Cuánta gente forma parte de la GLSE?  

-La formamos actualmente 700 personas, hombres y mujeres. Tenemos un crecimiento sostenido entre todas las edades y capas de población. Somos la segunda federación más numerosa del Estado.

-¿Cómo entienden la laicidad? ¿La distinguen del laicismo?

-Entendemos la laicidad como un espacio público de convivencia para construir condiciones cívicas adecuadas y en el que pueden desarrollarse personas libres en un marco de justicia y tolerancia. El laicismo es más la voluntad de implementar esas medidas.

-Si en un colegio público el centro escolar aprueba la presencia de crucifijos, ¿creen que debería permanecer en las aulas?

-Si el Estado lo permite a través de acuerdos democráticos, no nos oponemos. Los masones no estamos en contra de la religión, sino de su utilización pública.

-Ejemplos.

-La toma de posesión de los ministros delante del crucifijo, por ejemplo.

-Siempre dicen que ni hacen ni hablan de política. ¿Se refieren a política partidista, de siglas, o a todo aquello que afecta a la ‘polis’…?

-En logia no se tratan asuntos políticos o religiosos de tipo partidista que fomenten la división o que entrañen alguna exclusión. Pero naturalmente nos interesa todo lo que afecta a la polis. La Masonería acepta que cualquiera de sus miembros milite en un partido o religión, siempre que el partido sea democrático y la confesión religiosa respeta la libertad y los valores humanos fundamentales.

-¿Por qué se enorgullecen de la participación de la masonería en acontecimientos históricos y en el presente reniegan de cualquier presencia en la configuración de medidas sociales y políticas?

-Tenemos una larga tradición de hermanos que han estado en la primera línea de acción política, siempre a favor de la libertad y en contra de la opresión, pero volvemos a decirlo, la masonería no es la que protagoniza los acontecimientos, son sus miembros. Por otra parte, le aseguro que no renegamos de nuestra participación en la configuración de medidas sociales o políticas. Estamos totalmente dispuestos a ello, de la misma manera que ya se hace en Francia o Bélgica, por ejemplo, y en Chile, donde las organizaciones masónicas actúan como centro de unión entre partidos. Y ese es un rasgo fundamental nuestro que aparece como colofón en nuestra declaración de principios, nuestra aspiración esencial: ser Centro de Unión, entre personas, criterios e instituciones.

-Pregunta obligada. ¿Hay masones en el Gobierno?

-No nos consta. En cualquier caso es una cuestión privada que atañe a cada uno. Ningún masón está autorizado a revelar la condición de masón de otro.

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