Asóciate
Participa

¿Quieres participar?

Estas son algunas maneras para colaborar con el movimiento laicista:

  1. Difundiendo nuestras campañas.
  2. Asociándote a Europa Laica.
  3. Compartiendo contenido relevante.
  4. Formando parte de la red de observadores.
  5. Colaborando económicamente.

Educación sexual católica

El gobierno argentino encargó y distribuyó hace un tiempo un cuadernillo de educación sexual destinado a padres (Educación Sexual Integral. Para charlar en familia. Ministerio de Educación, 2011). La Iglesia Católica descalificó este texto de diversas maneras y lanzó a su vez una revista (Educación Integral de la Sexualidad. Orientaciones para padres) a través del CONSUDEC (Consejo Superior de Educación Católica) que se distribuyó en las escuelas confesionales.

La Ley de Educación Sexual Integral argentina (Ley 26150) obliga a los estados provinciales a brindar contenidos pero no los estipula. Por presión de sectores conservadores se incluyó en ella una cláusula tramposa:

Cada comunidad educativa incluirá en el proceso de elaboración de su proyecto institucional, la adaptación de las propuestas a su realidad sociocultural, en el marco del respeto a su ideario institucional y a las convicciones de sus miembros.

Esta cláusula, traducida al lenguaje de la realidad argentina, significa que cada provincia puede decidir —por ejemplo— que no hace falta enfatizarle a los alumnos que la homosexualidad existe y es normal, o explicarles que la masturbación es válida como búsqueda de placer o autoexploración, dado que en su “realidad sociocultural” esos interrogantes supuestamente no se plantean (en Irán no hay homosexuales, decía el presidente Ahmadinejad, así que no se plantea hablar de sus derechos…); lo de respetar “su ideario institucional” otorga permiso a las escuelas confesionales a no brindar contenidos que colisionen contra los dogmas y doctrinas de sus religiones. Estos y otros puntos han significado que la ley sea implementada poco y mal, si acaso, en gran parte del país.

Un lector interesado en el tema, al cual le tengo que agradecer, me hizo llegar hace poco un análisis propio de la revista del CONSUDEC, y luego un escaneo de la revista completa, que no se consigue fácilmente (salvo que uno tenga un conocido docente en una escuela católica). Me puse a leer ese material y escribí lo que en los próximos días voy a presentarles.

La revista del CONSUDEC tiene 48 páginas a todo color, con ilustraciones y muchos recuadros y apartes. La fecha de publicación es octubre de 2011. Los autores son nueve, siete de ellos mujeres, todas menos una (a juzgar por los apellidos) casadas. Se puede leer online o bajar en formato PDF (23.3 MB) desde Scribd (hay que registrarse para bajarla): Revista Educación Integral de la Sexualidad. Para comparación, el cuadernillo publicado por el Ministerio de Educación está disponible también: Revista Educación Sexual Integral, Para Charlar en Familia (PDF, 6 MB).

Papá y mamá

Sobre las madres solteras (p. 7) la revista dice: “Nadie puede ser madre y padre a la vez”. Se requiere una figura masculina, que puede ser un abuelo o un tío. (Sorprendentemente, o no, me enteré hace que el psicoanálisis —una religión bastante más moderna que el cristianismo— opina esencialmente lo mismo.)

Sobre la autonomía de los hijos (p. 9): “Es bueno que se hagan cargo de sí mismos y sean independientes (…). Sólo la persona autónoma es capaz de entregarse”. Un tema recurrente en la revista es la autonegación y la entrega. Quien no se niega a sí mismo y se entrega al otro es un egoísta.

Sobre la importancia de tener padre y madre (p. 10): “con mamá se produce un vínculo más cercano, cálido y seguro” (mamá es[tá] en el hogar y es la protección del niño); “papá contribuye a la socialización. Le abre la puerta al mundo y lo ayuda a enfrentarlo” (papá es el que domina los asuntos de fuera de la casa, donde mamá no llega). Estas afirmación son ilustradas con la imagen de una madre con una niña pequeña y un padre con un hijo mayorcito. Papá y mamá son mostrados como esencialmente distintos. También en la p. 11: “Para ese desarrollo [de la identidad sexual] es necesario que estén presentes las figuras masculina y femenina.” Si no, se corre el peligro de confusión (homosexualidad).

Las palabras y las ilustraciones hablan de roles explícitos y distintos para hombres y mujeres. En un dibujo, una mujer y su hija se pintan juntas las uñas. A un lado dice: “Papá anima, impulsa y fortalece a los hijos. Mamá escucha, contiene y acompaña.” Aunque el lenguaje es descriptivo, en este contexto se transforma en una prescripción; se da por sobreentendido que lo afirmado por la revista es lo normal, mientras que otras posibilidades son cuanto menos extrañas y seguramente indebidas.

Juego de niñas, juego de niños

En la p. 13 se habla de los deportes y el uso del tiempo libre. Se enfatiza que los varones y las mujeres quieren (es decir, deben querer) diferentes cosas. Hay una anécdota a favor de la segregación por sexo de los espacios de juego dentro de la escuela, a partir de una experiencia real que no funcionó (una escuela donde los cursos se hicieron mixtos). La anécdota es presentada como si fuese un dato generalizable e incontestable y termina en tono jocoso pero sentencioso con la frase: “¡Eso es lo malo de no tomar en cuenta la naturaleza!”.
 

Vergüenza y temor al placer

En la p. 14 hay una sección sobre el pudor y la intimidad, en la que se habla de la masturbación infantil. Los pasos recomendados a seguir son, según la gravedad y persistencia del asunto:

  1. desviar la atención de los niños para que hagan otra cosa;
  2. asustarlos diciéndoles “que pueden lastimarse o irritarse” (lo cual es cierto pero no demasiado probable);
  3. “analizar” (es decir imaginar, puesto que los padres, salvo que sean expertos en el tema, no pueden hacer un análisis serio) si lo hacen por aburrimiento, enojo o angustia (no puede ser por placer);
  4. consultar a un profesional si lo hace en público o si deja de jugar con los otros chicos para hacerlo (dos cosas de una gravedad totalmente distinta).

Más adelante aparecen “las primeras preguntas” acerca del sexo. Aquí hay algunos buenos consejos (buenos en mi opinión y creo que en la de casi todos, quiero decir, no buenos para fanáticos religiosos) rematados con una anécdota llamativa. Un chico de 9 años le pregunta a su madre qué es el sexo oral; la madre le prohíbe volver a preguntarle eso, y luego se da cuenta de que se equivocó al cortar así la comunicación con el chico. “Es bueno indagar qué saben y animarnos con la mayor delicadeza e idoneidad a responder siempre”, dice acertadamente la revista. Pero la respuesta al ejemplo no aparece, ni siquiera como sugerencia. ¿Qué es el sexo oral? Siguiendo la lógica planteada en otras partes de la revista, no se le puede explicar en detalle, porque el chico querrá probar. Se le tendrá que decir que es una actividad inmoral, que aunque sea libre y dé placer sin perjudicar a nadie, no puede permitirse. Ningún chico podrá entender esto sin recurso a una amenaza sobrenatural u otra mentira semejante.

Iguales pero diferentes

En esta sección (p. 18) comienza en toda regla el adoctrinamiento sexista. “Los niños y las niñas tienen cuerpos distintos. Pero no sólo el cuerpo es diferente, también tienen gustos y formas de comportarse que son distintas.”

Esto es un guiso de falacias. Subordina la cultura a la naturaleza, ignora la variedad natural, confunde tendencias estadísticas con datos individuales y sutilmente pasa de la descripción a la prescripción. Según la revista, hombres y mujeres son distintos naturalmente y no se comportan (no pueden comportarse) como iguales. Todos los hombres se comportan “como hombres” y todas las mujeres se comportan “como mujeres”; si no lo hacen es porque hay algo que no funciona bien en ellos. Se trata de un razonamiento circular e inmune a la contradicción. Con el mismo criterio se podría decir que, como las mujeres son más bajas de estatura que los hombres, una mujer más alta que un hombre no es una mujer o bien es una mujer que padece un desvío antinatural de la normalidad.

“Desde el momento de la fecundación, cuando comienza la vida, somos diferentes, varones o mujeres.” Biológicamente esto no tiene sentido; la vida no comienza, es un continuo. Comienza la existencia de un cúmulo particular de células que puede desarrollarse como un individuo o dos (gemelos), generalmente del sexo biológico al que lo destinan sus cromosomas sexuales, pero otras veces no. No existe una persona preformada esencialmente desde la fecundación. (Con esto quiero decir —para que no se enojen los filósofos— que no hay manera de demostrar que existe tal esencia personal sexuada. El catolicismo tiene respuestas —siglos de teología— para esto, para explicar por qué hay mujeres “que parecen hombres” u hombres “que actúan como mujeres”, pero esas respuestas son un sistema cerrado, una estructura que se autosostiene en el vacío y que no soporta un empujoncito de la realidad.)

La revista sigue trasladando diferencias culturales a la esfera de “lo natural”, que a su vez se hace prescriptivo. La sección termina con otra anécdota tonta sobre las diferentes inclinaciones de niños y niñas, cuyo mensaje es “a los nenes les gusta pelearse, a las nenas les gusta ayudar”: una receta para la división de roles hogareños.

Desde luego, una vez determinados los roles apropiados, llega el castigo para los que no se apegan a ellos: los homosexuales, favoritos actuales del odio eclesiástico.

Homosexualidad, discriminación y heteronormatividad

Como corresponde a una revista publicada por una institución que discrimina de forma clara y flagrante a varios grupos de seres humanos, la siguiente sección comienza hablando sobre la discriminación (p. 19): explica que no hay que discriminar porque todos somos personas. Menciona a los “no nacidos” pero sin hablar de los homosexuales, y en este caso creo que no es inapropiado recurrir a una frase hecha: el concepto de homofobia como discriminación brilla por su ausencia en el adoctrinamiento católico.

A un lado se citan supuestos descubrimientos científicos que avalan la idea de que los cerebros de hombres y mujeres son claramente distintos (“Todo cerebro es masculino o femenino”). Tales pruebas científicas en realidad sólo apuntan a diferencias estadísticas. Por ejemplo, el cerebro de hombre promedio pesa 100 g más que el cerebro de mujer promedio. Pero es imposible examinar un cerebro, sin datos sobre el sexo de la persona a la que perteneció, y determinar si se trataba de un hombre o una mujer. La referencia es probablemente a los hallazgos de Simon Baron-Cohen (que son muy interesantes pero en absoluto indiscutibles).

En un recuadro titulado “Heterosexualidad y homosexualidad” aparece una sarta de mentiras y verdades a medias. Comienza con la grande: “No se han encontrado evidencias científicas de que existan causas genéticas [de la homosexualidad].” Estudios de parejas de gemelos han demostrado que la probabilidad de que ambos (siendo genéticamente idénticos) sean homosexuales es mucho mayor que la esperable por el azar.

Otra: “Lo más aceptado [como causa de la homosexualidad] es que han acontecido trastornos en el desarrollo psicosexual en momentos claves de identificación materno-paterno.” Aceptado por los pseudocientíficos católicos y por los psicoanalistas, quizá, pero no por los psicólogos serios (que no consideran a la homosexualidad un trastorno) ni por los investigadores del desarrollo, que han vinculado la determinación de la orientación sexual a factores hormonales durante la gestación (no culturales). La psicología y la psiquiatría modernas aceptan que la orientación sexual es una variable continua y flexible, aunque difícilmente influenciable por factores culturales.

Finalmente: “El hecho de que una persona sea homosexual no implica que realice prácticas homosexuales” — una obviedad, aplicable a cualquier orientación sexual. La sugerencia implícita es que los homosexuales pueden ser tolerados si se reprimen, lo cual es de hecho la postura doctrinaria oficial de la Iglesia Católica.

La sección termina con una promoción de las “terapias de conversión”, de las cuales afirma su eficacia para “revertir” la homosexualidad. Estas terapias pseudocientíficas son consideradas por los psiquiatras calificados, como mínimo, como ineficaces, y potencialmente dañinas para la psique.

Iguales pero diferentes

En la p. 20 hay una frase singular: “Aprendamos a educar a las mujeres como mujeres y a los varones como varones, promoviendo la igualdad real de oportunidades.” No parece que vean la contradicción flagrante. La palabra “real” sugiere que la igualdad de oportunidades propuesta por quienes no creemos en roles y aptitudes preestablecidos para cada sexo es irreal o imposible. Si las mujeres y los varones reciben diferente educación, sus oportunidades de desarrollo personal no pueden ser iguales. Un argumento similar a éste era el soporte de la segregación racial en Estados Unidos. Separate but equal: los negros no son inferiores, proclamaban hipócritamente los racistas, sólo son diferentes y requieren de una educación y un ambiente diferentes.

Más abajo se siguen utilizando estudios científicos (jamás citados correctamente) para generalizar sobre la diferencia entre hombres y mujeres. Lo que no se entiende es por qué, si los varones son naturalmente de una forma y las mujeres de otra, esencialmente, desde el mismísimo comienzo de la vida, hace falta tanto papá y mamá y una educación segregada para que los niños no se extravíen y lleguen a una identificación sexual “correcta” y a desear los roles “correctos” para su sexo. ¿No se daría eso naturalmente si estos estudios científicos fueran ciertos de la manera en que se los menciona? Por enésima vez: los estudios muestran tendencias en grandes grupos, no son recetas para predecir el carácter de individuos específicos, ni mucho menos para prescribir esas tendencias como mandatos morales.

En esta sección se habla de las diferencias en los ritmos de maduración de varones y mujeres y otros detalles psicológicos y biológicos bien conocidos. Pero pronto se cae en una falsedad: “Es obvio que también difieren en su forma de aprender y manifestar el amor.” Esto no es obvio. No es ni siquiera fácil de plantear en términos que todos podamos aceptar.

De dónde vienen los bebés

La siguiente sección es “Una nueva vida” (p. 22) y trata de la concepción, la gestación y el nacimiento. En las respuestas que deben darse a un niño sobre “¿De dónde vienen los bebés?” está la tierna, pero falsa, “Las personas existen por amor”. Esta respuesta sólo puede entenderse apelando al amor de Dios, que desearía incluso a los concebidos por una violación (y permitiría esa violación para un fin superior), pero el cuadernillo evita cuidadosamente mostrar su raíz religiosa.

En la p. 23 se plantea cómo responder a la pregunta del niño sobre si el parto duele. Hay que decirle que “En muchas ocasiones, podemos sufrir por amor”. Al margen, una reflexión que exalta el sufrimiento: “El dolor… tiene un valor positivo en la vida humana. El sufrimiento y la resistencia a la frustración nos hace más fuertes, comprensivos, amables y mejores personas.” Esta veneración por el dolor es típica del ideario cristiano, manifestándose por ejemplo en los santos que lo son casi exclusivamente por soportar enfermedades, privaciones o heridas.

En la explicación de la formación del embrión se lo equipara con una persona (“única e irrepetible”). Los gemelos idénticos parecen ser una anormalidad que puede ignorarse.

Sexo como Dios manda

Al hablar de las relaciones sexuales (p. 24) se dice que “El amor entre papá y mamá es un amor de entrega total y para siempre” y que esto es “el sentido más profundo de las relaciones sexuales”. En esta sola frase transforma el sexo en un cuento de hadas, equipara sexo con amor (una confusión que puede tener consecuencias gravísimas) y desautoriza todas las uniones sexuales que no sean heterosexuales, dentro de un matrimonio religioso y hasta la muerte.

En la p. 25 se habla de hijos adoptivos. “Algunas mujeres quedan embarazadas pero no pueden criar a sus hijos. Con generosidad los entregan en adopción…”. Las mujeres que no quieren tener a sus hijos deben ser egoístas. Más tarde Dios vuelve a aparecer en forma de sujeto tácito, para justificar, de paso, la obligación de concebir, gestar y parir : “Los padres no eligen al hijo, el hijo les es dado como un don.”

El objetivo es la fertilidad

En la siguiente parte del cuadernillo se habla de la adolescencia y de sus cambios. Aunque es un detalle, no puedo dejar de mencionar esto (p. 28): “El objetivo preciso de los cambios físicos es que se instale la fertilidad”. Biológicamente se puede decir que los cambios físicos de la adolescencia eventualmente producen un individuo fértil, capaz de procrear; pero no se puede hablar de que tengan un “objetivo”, de la misma manera que es incorrecto decir que a las aves les crecen alas con el objetivo de que puedan volar.

 
 
La fertilidad de la mujer aparece en la p. 30. “Aprender a reconocer los días fértiles durante la adolescencia es sencillo y gratificante. Está demostrado que favorece la autoestima y la valoración y autoaceptación de la femineidad.” ¿Dónde está esa demostración? ¿Es verdaderamente tan sencillo? La altísima tasa de fallos de los “métodos naturales” en el uso real sugiere lo contrario.

La masturbación y el placer por sí mismo

En la p. 31 se trata el tema de la masturbación, aunque enfocado casi exclusivamente en el varón. La enseñanza moralista sobre el tema es que “Como el placer sexual está hecho para ser feliz haciendo feliz al otro, la masturbación habitualmente aísla.” La primera parte es una prescripción contra el egoísmo que estaría bien si no fuera porque implica un diseño divino (“está hecho para”). La segunda parte no está corroborada por evidencia alguna ni por el sentido común; la inmensa mayoría de los adolescentes se masturba y no se aísla por ello. Más abajo se llama a la masturbación “una función incompleta e inmadura”, desdeñando toda la investigación científica que ha mostrado la masturbación como útil para el autoconocimiento corporal/sexual y la liberación de tensiones. Como la ideología sexual cristiana no considera admisible elegir racionalmente como objetivo el placer propio, la masturbación debe ser tratada como un acto egoísta y vergonzoso. Si se presentara en forma obsesiva, se nos dice, requerirá no sólo tratamiento profesional sino “asistencia moral”, es decir, probablemente, que el joven hable de estos temas espinosos a solas con un hombre que ha hecho votos de no tener sexo jamás.
Las recomendaciones para los padres sobre la masturbación incluyen buscar “que la masturbación no se fije”, con vida activa, deportes, permanencia en grupos, prácticas religiosas, etc.
 
Las perlas antihedonistas continúan en la p. 34, donde se habla del placer sexual como algo que “es bueno, pero está destinado a hacer feliz al otro dentro de las relaciones sexuales maduras y comprometidas”. El texto también explica que “los adolescentes suelen buscar la excitación sexual”, pero “es preciso que aprendan a no buscarla, a no provocarla en otros y a controlarla.” No hay justificación explícita para esta inmoralización del placer.

Esas tentadoras…

En la p. 34 hay una tabla donde se continúa ahondando en las grandes diferencias entre varones y mujeres. En la columna de los varones hay una serie de recomendaciones que giran en torno al autocontrol y la sinceridad al conquistar a las chicas (los hombres deben saber reprimir sus impulsos); en la de las mujeres las recomendaciones se centran en la vestimenta y el comportamiento en tanto causa posible de la excitación del varón (las mujeres no deben tentar a los hombres). El mensaje es que los hombres son como animalitos que no pueden controlarse y que es responsabilidad de la mujer no provocarlos, so pena de sufrir las consecuencias. Este mensaje es típico de la moral de las religiones abrahámicas y hoy en día sigue siendo utilizado como justificativo de violaciones y abusos sexuales a mujeres consideradas “provocadoras”.

Amor fraternal

Al hablar del enamoramiento (p. 35) se dan una serie de recomendaciones que asegurarían, si se cumpliesen, que una relación sentimental se pareciese más a la de dos hermanos. Las parejas no deben permanecer solas, deben evitar besarse apasionadamente, etc., para no provocar excitación que podría llevar al acto sexual.

Toda la sección trata la etapa del enamoramiento adolescente como una práctica de alto riesgo.

La culpa es de la sociedad

La sociedad —proclama la revista— ha confundido a los adolescentes diciéndoles que “no pueden controlarse, por eso necesitan el preservativo” (falso: el mensaje de las campañas de uso del preservativo es de responsabilidad y autocontrol). También que “la fidelidad y la abstinencia están pasadas de moda”. Aquí hay un juego interesante porque los dos conceptos no están en el mismo plano. La fidelidad es un pacto —tácito o explícito— entre las dos personas que forman la pareja, que debería ser respetado, pero la abstinencia es una resolución individual, que no provoca un daño a otro si no se cumple (el otro invisible en este caso es Dios, pero se evita nombrarlo). Por supuesto, un pacto de abstinencia en una pareja también debería cumplirse, pero deberían exponerse las razones por las que lo han hecho. La abstinencia tiene beneficios sanitarios pero también causa estrés, como todo el mundo sabe, dado que no somos asexuados.

La sociedad también ha dicho a los jóvenes que “hacer el amor es una simple práctica que descarga tensiones”. Es cierto que ese mensaje existe, pero sólo es un error si se lo toma como exclusivo. El sexo (en general) descarga tensiones, y sólo por eso ya es recomendable, no mediando otros problemas. Esto es visible no sólo entre humanos sino entre muchas especies animales.

La sociedad “no los cuida” a los adolescentes cuando “permite sin protestar que se hagan propagandas masivas de anticoncepción”. Ésta es una hipocresía. Está probado que la información sobre anticoncepción tiene efectos beneficiosos. Por el contrario, las campañas que se centran en la abstinencia como estrategia exclusiva son dañinas (puesto que privan a los adolescentes de información y alternativas). Y la Iglesia Católica actúa más contra el acceso a la anticoncepción de todos que promoviendo la abstinencia entre los suyos.

La sociedad tampoco cuida a los adolescentes cuando “promueve la actividad sexual placentera y sin riesgos como un derecho de los adolescentes”. Esto es falso, puesto que lo que se promueve es el derecho a conocer los medios de protección y la obligación moral de usarlos para no dañar al otro. El argumento en realidad ataca al sexo placentero y sin riesgos. (En Estados Unidos, grupos religiosos plantearon objeciones a la aplicación de la vacuna contra el virus del papiloma humano [HPV] a las niñas, no por razones de seguridad, sino porque la vacuna, al transmitir la seguridad de no contraer una enfermedad de transmisión sexual, promovería la actividad sexual precoz.)

Amor para siempre

La sección sobre el amor (p. 36) continúa con el tópico de un amor idealizado e irreal “fiel, permanente, exclusivo”. Explica que el amor es la etapa final de un proceso que comienza como atracción y luego enamoramiento. En este punto vuelve a recomendar “ser prudentes en las manifestaciones físicas de afecto”, mostrando una fobia al sexo y al placer a la que ya nos vamos acostumbrando.

A continuación (p. 38) se nos explica qué cosas son “el verdadero amor”. El primer objetivo de las relaciones sexuales es “expresar amor (fin unitivo)”. La relación sexual “natural” es “la unión genital entre un varón y una mujer” y todo lo que generalmente, pero no siempre, sigue. No es natural, según este párrafo, una relación sexual que no comience con la penetración del pene en la vagina y la eyaculación de semen dentro de la misma (sin incursiones en otras partes ni variantes extrañas en el interín). La simple unión de los cuerpos, sin amor verdadero, es “uso” y a veces “abuso” de la otra persona; explícitamente esto es así en el caso de todas las relaciones adolescentes y de parejas no casadas.

Si el joven no está enamorado de verdad, entonces el sexo es usar a la pareja; si está verdaderamente enamorado, deseará casarse. Las alternativas del ser humano sexuado, entonces, son abstinencia o matrimonio. A un lado de esta reflexión hay un recuadro que compara la sexualidad (en realidad la virginidad, y ya sabemos que se trata mucho más de la virginidad femenina que la masculina) con una “rosa perfecta”, de manera tan cursi e infantil como irreal.

El amor no se hace

La abstinencia sexual en los adolescentes “capacita para expresar el amor, en un futuro” (es de suponer que la actividad sexual, por el contrario, los transforma en discapacitados, incapaces de amar). Esta sección también afirma que “ayuda a prevenir disfunciones sexuales (eyaculación precoz, frigidez)”.

De hecho la abstinencia prolongada es una de las causales de eyaculación precoz. No he encontrado estudios que vinculen positiva o negativamente la abstinencia con la frigidez, pero quizá se hayan hecho, en algún instituto de pseudo-investigación adherido a la Iglesia.

En cuanto a los beneficios de no abstenerse, específicamente entre los hombres jóvenes, se sabe desde hace unos años que eyacular con frecuencia (cinco veces a la semana o más) se correlaciona con una baja del riesgo de cáncer de próstata. Existen una multitud de estudios científicos que demuestran otros beneficios del sexo regular.

Que no se enteren de cómo es el sexo

En la p. 40 se habla de embarazo adolescente. Se saca a relucir la ridícula hipótesis de que los adolescentes tienen más sexo hoy que antes porque hoy saben que pueden hacerlo. “La alta incidencia de comportamientos sexuales no saludables puede tener causas muy variadas. No parece que el problema sea la escasez de información… Más bien parece que el exceso de información indiscriminada y la ausencia de valores han favorecido los problemas de salud que pretendían evitarse.” El remedio sugerido sería fomentar una ignorancia selectiva, es decir, volver al pasado no tan lejano en que los adolescentes no recibían información sobre lo que su cuerpo podía hacer o desear hacer, sino apenas advertencias sobre lo que no debían jamás hacer.

Hay aquí una idea de una Edad de Oro implícita, en que los jóvenes sexualmente activos eran una anormalidad. Por supuesto esta Edad de Oro nunca existió, y en tanto hubo una situación social aproximable a ella, se debió a una represión psicológica individual y social, y frecuentemente física, de los jóvenes y especialmente las mujeres, que hoy todavía podemos ver en los países musulmanes, donde es ilegal para una mujer estar en público acompañada de cualquier hombre que no sea un pariente cercano o su esposo.
 

El tren de las falacias llega a la estación Anticonceptivos

Se habla luego de los “métodos naturales de planificación familiar”. No comentaré mucho el tema. Baste decir que la comparación desfavorable con los anticonceptivos y preservativos que suele verse en las publicaciones católicas se debe a un tratamiento sesgado de las estadísticas disponibles, que a su vez tienen márgenes de error considerables.

Entre una de las ventajas de usar los “métodos naturales” (que requieren que la pareja consulte un calendario y/o que la mujer compruebe la consistencia de su flujo vaginal para saber si debe tener sexo o no, en vez de hacerlo cuando lo desea) se dice que “afianzan el matrimonio porque requieren de diálogo, paciencia, respeto y ayuda mutua”. Esto, que es muy bueno, es casi lo mismo que puede decirse de un matrimonio en el que ambos cónyuges padecen una enfermedad invalidante. Poner a prueba obviamente no es lo mismo que afianzar.

Pasamos a la falacia naturalista: “Los métodos anticonceptivos alteran, obstruyen o suprimen un proceso natural.” Se dice esto como si fuera malo en sí mismo (los medicamentos hacen lo mismo, a menos que se considere que las enfermedades son antinaturales… o sobrenaturales). “No existe el sexo seguro”, se recalca, mencionando la cantidad de efectos secundarios adversos, pero ignorando las alternativas (abstinencia, métodos “naturales” con tasas de fallo altísimas).

La advertencia sobre el sexo seguro es irrelevante de todas formas, porque el objetivo de esta parte de la cartilla es básicamente mostrar que el sexo es malo, salvo cuando es bueno según la definición dada por la misma cartilla, que es la de la Iglesia Católica: entre un hombre y una mujer unidos en matrimonio y con fines reproductivos. (Es necesario repetirlo porque la Iglesia, muy políticamente, no lo hace: las parejas no casadas, por más que sean las mejores personas, son inmorales en pecado mortal.)

Hay una lista de métodos anticonceptivos que se clasifican entre abortivos y no abortivos. La totalidad de los “abortivos” lo son sólo según la definición de la Iglesia Católica, que considera que la vida comienza en la fecundación. Para la medicina, es abortivo lo que interrumpe un embarazo, y el embarazo comienza con la implantación del óvulo, generalmente en el endometrio. Es de notar que según esta definición es abortivo (y por lo tanto no permisible) un método que evite la implantación de un óvulo en una trompa de Falopio, condición conocida como embarazo ectópico y que es letal para la mujer.

En la página siguiente se habla de enfermedades de transmisión sexual y se continúa denigrando a los preservativos, utilizando evidencia científica no citada pero identificable. En mi tratamiento del sitio web criptocatólico “Sexo seguro” hice un análisis extenso de cómo la Iglesia distorsiona, cuando le conviene, estudios científicos independientes, típicamente confundiendo la interpretación de los resultados o citando datos extremos y raros como si fuesen habituales.

Con respecto a las campañas de prevención del SIDA (p. 44), se menciona una advertencia de la OMS de que “el preservativo no elimina el riesgo de contagio” y cómo la fidelidad es la única alternativa segura. Esto es un eco de otras mentiras y distorsiones sobre el sistema ABC, implementado en Uganda, que de hecho funcionó porque se ofreció el preservativo como alternativa, pero no fue un éxito tan grande como se lo promocionó y tiene muchos críticos.

Aquí termina mi análisis. Espero que haya servido, especialmente a aquellos lectores que por cualquier razón estén pensando en enviar a sus hijos a una escuela católica, o con familiares o amigos en dicha situación. Lo que allí les enseñan no es simplemente un poco de moral estricta que luego ellos olvidarán, sino todo un sistema de roles de género, de discriminación, de odio al placer y de pseudociencia médica y psicológica.

Archivos de imagen relacionados

  • educacion sexual catolica
  • EducacionSexualCatolica roles
  • educacion sexual catolica
Total
0
Shares
Artículos relacionados
Total
0
Share