HOMMAGE a GIULIO CESARE VANINI
9 de febrero 2019. TOULOUSE.
TEXTO DE LA EXPOSICIÓN: “LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA ANTE LA VERDAD REVELADA” Miguel Serveto. Un polifacético, investigador y rebelde personaje.
Francisco Delgado. Europa Laica
Introducción
Doy las gracias a la Libre Pensée de la Federation de la Haute-Garonne, por la invitación a participar, en nombre de Europa Laica, en este coloquio, de homenaje a Giulio Cesare Vanini.
Aprovecho mi estancia en esta ciudad para recordar a Manuel Azaña y a los españoles republicanos exiliados y asesinados por el fascismo y la intolerancia.
Azaña falleció en Montauban, el 3 de noviembre de 1940, donde reposan sus restos. A pesar de sus deseos, la bandera tricolor republicana no cubrió su féretro, puesto que no fue autorizada por las autoridades francesas de la época y tuvo que ser sustituida por la bandera mexicana. Toda una afrenta.
La biblioteca del Instituto Cervantes de Toulouse recibe el nombre de “Manuel Azaña”, en honor al intelectual y político español, subrayando el vínculo histórico de la ciudad de Toulouse y de su región con el exilio republicano español.
También Serveto, en su juventud, residió en Toulouse, matriculándose en Derecho y estudiando teología en la Universidad de esta ciudad, desde los 17 años, hasta que el noble Juan de Cluintana le llevara al séquito del emperador Carlos V. también, años después desde esta ciudad se emitió una orden de busca y captura.
No se sabe muy bien las razones que impulsaron a la familia Serveto para matricularle en Derecho y en la “Tolosa francesa”. Durante esa época, las familias ilustres de Aragón enviaban a sus hijos al extranjero para ampliar estudios de Leyes, cuando éstos mostraban especiales condiciones. La Universidad de Toulouse era famosa en dicha época. Quizá esa fuera la causa.
Por ello no resulta aventurado indicar que la familia Serveto, (Antón Serveto y Catalina Conesa), enviara a su hijo Miguel a esta ciudad, para que cursara la carrera de Leyes, quizá influenciados por sus profesores de la época, por ser un chico muy bien dotado para el estudio de la teología y el Derecho.
Hace 5 años, en febrero de 2013, la fundación Miguel Servet de Navarra participó, en esta ciudad de Toulouse, a un Encuentro Internacional Biomédico sobre oncología, células madres, neurociencias y tecnología aplicada a la salud… en recuerdo del humanista, teólogo, científico y rebelde, adelantado, enormemente, a su tiempo… en más de dos siglos: Miguel Serveto.
Sus extraordinarios descubrimientos, siendo el más conocido el de la circulación de la sangre, fueron rechazados por herejía por los poderes religiosos cristianos de la época.
Por aquel tiempo, cuando Miguel Serveto y otros médicos se refieren a la circulación menor de la sangre, la medicina aún confiaba en la milenaria de Galeno. Se tenía la creencia de que el cuerpo humano y el cosmos están formados por una combinación de cuatro elementos, el aire, el agua, el fuego y la tierra, cada uno de ellos imbuido por varias cualidades, como la sequedad, el calor y el frío. De ahí, lo revolucionario de esas nuevas teorías, que Miguel las llevaría a sus estudios teológicos, refiriéndose al alma. Generando una revolución teológica, que el oficialismo religioso no aceptaba.
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Miguel Serveto Conesa
Contexto histórico: En los albores del Renacimiento
Contemporáneo de Calvino (1509-1564), Serveto también nació en 1509 (aunque hay dudas de que fuera dos años después) en Villanueva de Sigena (Huesca-Aragón). Algún investigador sostiene la opinión de que nació en Tudela, Navarra.
Para ello se basa en documentos en los que Serveto se atribuía un origen navarro, mientras vivía en Francia bajo la falsa identidad de Michel de Villeneuve. Sin embargo, según los partidarios de la hipótesis aragonesa, este nombre ficticio haría alusión a su auténtica localidad natal, Villanueva de Sigena, donde se conserva la casa familiar, hoy convertida en un extraordinario Centro de Interpretación de la obra de Miguel Serveto, que merece la pena conocerlo.
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Se considera como Renacimiento el período histórico que se establece entre finales de siglo XV y finales del XVIII, con el inicio de la Revolución Francesa, en 1789, que significó el derribo del Antiguo Régimen, dominado por la monarquía absoluta y la aristocracia feudal de la Edad Media, implantándose el liberalismo burgués.
Coincide, la vida y la obra de Serveto, con un período de gran expansión de la corona española tras la expulsión de los musulmanes del territorio ibérico, el sometimiento de toda la población al catolicismo, la implantación política de la nueva Inquisición (en toda Europa), el descubrimiento de las Américas y la reconversión obligada de judíos y musulmanes al catolicismo. El imperio español creció enormemente bajo el reinado de Carlos I (1516-1556) y se culmina bajo Felipe II (1556-1598).
Durante el Renacimiento también se produce una gran expansión de los reinos y países europeos, que se alarga hasta el siglo XX y se caracteriza por la colonización y sometimiento de otros continentes, en todos los ámbitos, geográfico, demográfico, económico, político, ideológico, religioso y cultural, de tal modo que puede identificarse con la imposición de la denominada “civilización occidental”, como una civilización global, que en algunas de sus facetas se sigue perpetuando, con nuevos actores, hasta el siglo XXI.
Desde finales de la Edad Media, en Europa se sentía la necesidad de emprender una profunda reforma religiosa que acabara con los vicios y la corrupción de la Iglesia. Lutero, en Alemania, fue el primero en romper con el dogma establecido, poniendo fin a la unidad de la cristiandad occidental.
A principios del siglo XVI, que coincide con el nacimiento y desarrollo intelectual de Miguel Serveto, la imagen que ofrecía la Iglesia indignaba a muchos cristianos, que no podían aceptar prácticas como la compraventa de cargos eclesiásticos, el lujo de los papas, que se comportaban como príncipes renacentistas, la vida relajada de los clérigos y su escasa preparación, produciéndose una gran crisis en la debido a numerosas acusaciones de corrupción eclesiástica y falta de piedad religiosa, ello da lugar a que, en Europa, se propagan las ideas del agustino Martín Lutero y, entre otros, del teólogo y filósofo Erasmo, que se enfrentaron al Papa, esos hechos se ha venido a denominar como Reforma protestante en el seno del cristianismo, lo que obliga al papado a iniciar un nuevo proceso denominado Contrarreforma, con el Concilio de Trento en 1545 y que dura varias décadas.
Sin embargo, tanto los líderes de la Reforma protestante, como los de la Contrarreforma católica, no admitían injerencias a la verdad revelada y al dogma que marcan, ya sea el Papa de Roma o los poderosos líderes de las nuevas corrientes protestantes, que tenían en las Inquisiciones respectivas su brazo armado y judicial contra la libertad de pensamiento, la razón y de la ciencia.
En 1521, el recién elegido emperador Carlos I de España y V de Alemania (Sacro Imperio Romano) convocó una Dieta (asamblea de todas las autoridades del imperio) en la ciudad alemana de Worms e invitó a Lutero a que asistiera a la misma para explicar su postura.
Lutero expuso su nueva doctrina ante Carlos V, pero éste no quedó convencido y si, en cambio, hizo una declaración de lealtad y fidelidad a los principios de la Iglesia católica que regia el papado de Roma. Este hecho pudo cambiar el rumbo de Europa y del cristianismo, pero no fue así.
Con lo que la confrontación política y religiosa se propagaría, durante siglos, en el seno del cristianismo y de los diferentes imperios europeos, afines a unos u otros dogmas, pero ambos en contra de la razón y de la libertad de conciencia.
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Serveto y la libertad de conciencia
El aragonés Miguel Serveto, fue uno de los grandes precursores humanistas y científicos (además de teólogo) del derecho a la libertad de conciencia y de expresión y de la investigación científica, sobre todo, en el campo de la medicina, de la astronomía y de la astrología.
Con el inicio del Renacimiento, junto a otros luchadores, significó la lucha por la libertad de conciencia, la emancipación de los seres humanos y el triunfo de la Razón, pagando -por ello- un alto precio y una enorme pérdida para el desarrollo de las ciencias, de la filosofía y de la verdad.
En este inicio del siglo XXI, salvando la distancia histórica y del progreso, pero de forma más o menos sutil y en todo el Planeta, este proyecto emancipador de la Humanidad, la separación del Estado de las religiones y la libertad de pensamiento y de conciencia, de nuevo, están siendo atacados por las corporaciones religiosas, con la complicidad de una buena parte de la política, en el marco de un Sistema capitalista global y depredador.
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La libertad de pensamiento y de conciencia, la conciencia libre de cada persona es uno de los principios básicos del laicismo, es decir de la emancipación de los seres humanos.
Cada persona ha de ser (y sentirse) libre para practicar una religión o no practicarla, para mantener una opinión o actitud disidente o sustentar una convicción cualquiera, sin que sufra rechazo o persecución. Ha de ser (y sentirse) libre para cambiar de opción cuando y como lo desee, sin traba alguna. El Estado, social y de derecho, está en la obligación de defenderlo y fomentarlo. Y ello sólo se garantiza en el marco de Estados, verdaderamente, laicos.
La persona es la única titular de la libertad de conciencia, que debe ser protegida por el ordenamiento jurídico, es decir por el Estado. Toda fe o confesión religiosa es atributo de una conciencia individual, nunca de una entidad colectiva (pueblo, sociedad, Estado o asociación).
Este es el camino que abrieron y trazaron personas como Venini, Dolet, Giordano Bruno…. o Miguel Serveto, entre otros muchos mártires de la libertad. Gracias a ello se han ido alcanzando, a lo largo de estos cuatro últimos siglos, ciertos derechos y la posibilidad de construir Estado laicos.
Sin embargo pasarían muchos años hasta que en 1905, por fin, se aprobara la ley de Separación de Iglesias y el Estado en Francia, que concluyó la labor de secularización iniciada por la Revolución Francesa y los filósofos de la Ilustración, que proclamaba como principio institucional que “la República garantizara la libertad de conciencia”. Ley de 1905 hoy altamente cuestionada y gravemente incumplida por el poder político francés.
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Hace tres siglos, un monje expertos en casi todos los campos del conocimiento, pero también involucrado en los conflictos confesionales de la Europa barroca, renunció a su vez al catolicismo y al protestantismo, antes de hacer un rechazo radical de la religión.
Como se indica en la presentación de este Encuentro que hoy celebramos, su nombre era Giulio Cesare Vanini. El estudio de sus obras revela los contornos de una filosofía resueltamente materialista considerada como uno de los primeros testimonios del surgimiento del ateísmo moderno y pionero de la Ilustración.
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El filósofo marxista alemán, Ernst Bloch, expresa en su extensa obra que la conciencia de los seres humanos no solamente es el producto de su ser, sino que está dotada de un “excedente”. Ese “excedente” halla su expresión en las utopías sociales, económicas y religiosas y en una de sus obras, afirma que: “Lo mejor de la religión es que produce herejes”.
Serveto, a fuerza de ser una persona religiosa y un gran teólogo e investigador, comprendió los graves errores de la Biblia, tanto del antiguo, como del nuevo testamento y su interpretación como verdades reveladas. Por ello fue tildado de hereje.
Más allá de sus descubrimientos científicos, entró en conflicto con los poderes cristianos de la época, tanto de la Reforma, como de la Contrarreforma. Era una persona incómoda para el poder religioso y para el poder político.
Sus teorías sobre la santísima Trinidad, que cuestionaba la virginidad de la madre de Jesús y su teoría de que el bautismo, que debería de ser a partir de los 30 años, (cuando fue bautizado el profeta cristiano), para poder preservar la libertad de conciencia y elección de los niños y niñas, cuestionando lo que dice el evangelio de san Marcos 16,16, cuando afirma que es necesario el bautismo para que todo ser humano puede ser “salvado”, desde su nacimiento.
Por todo ello y su rebeldía fue tildado de hereje. Esta fue la causa oficial por la que fue condenado a morir en la hoguera por la Inquisición.
Junto a Serveto, la lista de los mártires y héroes por la defensa de la libertad de conciencia es interminable: Sócrates fue condenado a la cicuta porque él llamó a los jóvenes a pensar por sí mismos. El científico Galileo fue condenado por no cumplir las falsedades profesadas en la Biblia, sino las derivadas de sus propias investigaciones. Al igual que lo fuera Giordano Bruno o Vanini (que hoy se le rinde homenaje). Sucedió lo mismo, por ejemplo, con Juana de Arco, también quemada por hereje en 1431, con 19 años, aunque muchos años después, ya en el siglo XX, fuera canonizada.
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, en Francia, fue condenada por el Papa, llamando herejes a quienes la pusieran en práctica. De hecho, todavía hoy, el papado no ha reconocido la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948.
Charles Bradlaugh, que fue elegido democráticamente al parlamento de Westminster en 1880, libró una larga batalla por el derecho de sentarse en el Parlamento sin tener que jurar fidelidad a la fe anglicana. El profesor y librepensador de España, Francisco Ferrer i Guardia fue asesinado en 1909, en realidad, por ser un librepensador, no por la acusación infundada que aparecía en su condena, por pate de un Tribunal militar.
La historia refleja la lucha y confrontación incesante entre los dogmas religiosos y políticos de cualquier tipo y la libertad de conciencia.
Algunos apuntes de su intensa vida
En 1531, con 20 o 22 años, le situamos en Estraburgo, donde ha huido de Basilea por desavenencias con líderes de la Reforma, como Juan Ecolampadio que le denunció las autoridades inquisitorias municipales.
Es ahí, en Estraburgo, donde divulga su primer libro “revolucionario”: “De los errores acerca de la Trinidad”. En el libro rechaza el dogma de la Trinidad y que Jesús fuera un eterno hijo de Dios. Católicos y protestantes prohíben su libro y la Inquisición española y francesa comienzan a perseguirle.
Nuevamente Serveto tiene que huir de Estrasburgo y se emite una orden de busca y captura contra él, en Toulouse. Así que decide huir a París y comenzar a usar una identidad falsa: Miguel Serveto pasa a llamarse “Michael Vilanovanus”. (De ahí la confusión, durante mucho tiempo, sobre la ciudad de su nacimiento)
En París da clases de matemáticas, geografía, astronomía y astrología. En 1534 conoce y entabla amistad con el reformador Juan Calvino, figura clave del protestantismo francés y muy posiblemente, por acción u omisión, dos décadas después, le conduciría a la hoguera en la ciudad de Ginebra, muy posiblemente por una insana rivalidad y envidia.
Por problemas económicos, viaja a Lyon y comienza a colaborar con una imprenta, editando la Geografía del astrónomo y geógrafo griego Ptolomeo.
Decide hacerse médico, después de conocer al médico Champier y regresa a París, con el nombre falso, donde conoce a Andrés Vesalio, padre de la anatomía moderna. Entonces, ambos diseccionaban cadáveres, como ayudantes del médico Johan Ghünter.
Comienza a dar clases de astrología y las autoridades de París le llevan ante un tribunal, que le amonesta. Entonces Servet decide huir al pueblo de Charlieu y a Lyon, donde ejerce como médico e impresor, publicando una nueva edición de la Biblia, eso sí, llena de anotaciones heterodoxas, una rebeldía más en su carrera.
Uno de sus alumnos de las clases de astrología, el Arzobispo de Vienne, Pedro Palmier, le ofrece un puesto de médico personal, que él acepta.
De esta forma Serveto pasa 12 años inmerso en una vida tranquila y sosegada, que le permite seguir estudiando, escribiendo e investigando. En 1549, adopta la nacionalidad francesa y se convierte en un ciudadano “ejemplar” en la vida pública de Vienne. Es su mejor época, la más tranquila. También, aquí, trabajó como impresor y en secreto, escribe “Restitución del Cristianismo”, una obra extremadamente herética que publicará en el año de su muerte, en 1553, firmada con las siglas MSV (Michel Servetus Vilanovanus). 800 ejemplares se distribuyen de forma clandestina, pero casi todos serían destruidos por Calvino.
Por entonces, Serveto escribe varias cartas a Calvino, guardando el anonimato, cuando éste ha instaurado -en Ginebra- un Gobierno teocrático y fanático que castiga cualquier infracción religiosa y cuya doctrina había tenido éxito, también, en Francia y Países Bajos.
Serveto critica las tesis de Calvino y este le envía, como respuesta, una edición de su obra dogmática “Institución de la Religión cristiana”. Serveto le devuelve el libro leído y anotado con sus comentarios, junto a su “Restitución del Cristianismo”. Calvino, enfurecido, interrumpe la comunicación, pero Serveto le anuncia que quiere verle. A lo que no accede Calvino.
Poco después, Calvino descubre que el autor del libro es Michael de Villeneuve, así que alerta a las autoridades y tiempo después la Inquisición francesa entra en la casa del español en Vienne y le retiene para interrogarle.
Serveto se niega a confesar y además recurre a sus contactos (incluyendo al Arzobispo), para organizar una fuga. En la noche del 6 de abril, finge ir al retrete y la vigilancia mira hacia otro lado cuando el preso salta por una ventana de la letrina y escapa por un tejado.
El escándalo es mayúsculo. Serveto es juzgado y condenado en su ausencia por la Inquisición francesa, que el 17 de junio de 1553 condena al español a una multa de 1.000 libras de oro y a morir, en efigie, en la hoguera. Junto a la imagen de Servet, arden sus libros y su descripción de la circulación menor de la sangre.
Serveto huye durante cuatro meses. Pero por motivos desconocidos, el 13 de agosto acude a la ciudad de Ginebra, gobernada por la mano de hierro de Juan Calvino. Allí acude a un acto religioso presidido por su “enemigo”, escondido entre la multitud, pero alguien le reconoce y Calvino se apresura a denunciarle poco después. Desde entonces comienza un proceso de dudosa legalidad que dura dos meses.
Se le niega un abogado, alegando que ha llevado una vida indecente. El juicio realmente religioso pasa a ser un juicio político. Sin embargo, Servet, con su gran capacidad dialéctica y conocimiento en leyes, logra que triunfen sus argumentos de que ninguna autoridad eclesiástica o civil tiene derecho a imponer sus creencia, ni a limitar la libertad de cada a uno a tener y exponer las propias.
Con este alegato se retira la acusación de Calvino. Pero su rechazo a rectificar sus argumentos sobre al bautismo y la Trinidad, deciden finalmente la sentencia.
Encerrado en la cárcel, sufriendo la miseria y el frío, Serveto escribe a sus verdugos: “Por amor de Dios, tened compasión de mí”, pero no consigue nada, estaba sentenciado mucho antes del juicio.
El 27 de octubre de 1553 el Tribunal dicta sentencia: “Te condenamos a ser atado y llevado a la colina de Champel. Allí serás sujeto a una estaca y quemado vivo junto con tus manuscritos y tus libros impresos hasta que tu cuerpo se convierta en ceniza”. La ejecución ocurre ese mismo día. Servet grita con rabia y miedo cuando la antorcha prende la leña. La brisa se lleva el humo del azufre y la quema dura más de una hora, con Servet sufriendo hasta el último aliento.
Calvino y Serveto
Los calvinistas tratan de demostrar que, su condena no fue responsabilidad de Calvino, también lo admiten algunos historiógrafos. Pero la cuestión no está nada clara. Y yo me atrevo a ratificar que fue el máximo responsable, después de haber estudiado diversos argumentos.
El proceso y ejecución de Servet por el Consejo Menor de Ginebra es un tema altamente complejo por las innumerables aristas que posee y entre ellas se entremezclan razones políticas y religiosas, luchas de facciones y enemistades personales.
Miguel Servet fue uno de los primeros pensadores cristianos de los tiempos modernos que abogó por el derecho de cada individuo a seguir su propia conciencia y expresar sus propias convicciones. Y eso le llevo a la muerte.
Los calvinistas actuales, argumentan que los que atacan a Juan Calvino como consecuencia de este desgraciado episodio, no tienen razón, ya que las ideas de Servet hubieran sido condenadas en cualquier lugar de Europa en ese siglo. Quizá tienen razón. Pero fue en Ginebra, donde Calvino ejercía un enorme poder.
Del siglo de Serveto, hasta hoy,
El siglo XVI que le tocó vivir a Miguel Serveto fue, también, el tiempo donde se sentaron las bases de lo que hoy se conoce como la Revolución Científica moderna y que tanto le interesó, de ahí que optara por estudiar medicina en París y tratar de contribuir, con su sabiduría, al avance de la ciencia. Aunque la trascendencia histórica de Serveto no radica en su parte científica y médica, sino en su teología moderna y en su defensa de la libertad.
Su inmensa obra escrita, estuvo a punto de quedar reducida a cenizas, junto a su cuerpo martirizado. Pero, afortunadamente, se salvaron tres ejemplares de sus “Restitución del cristianismo”, además de otros importantes estudios que se han ido encontrando después, tras arduas investigaciones.
Afortunadamente, un ejemplar de este libro le llegó al filósofo, teólogo, matemático y jurista alemán Gottfried Wilhelm Leibniz, que fue uno de los grandes pensadores de los siglos XVII y XVIII, que, a su vez, lo hizo llegar al mundo intelectual de entonces y después, por ejemplo, al francés Voltaire y al inglés, Locke, entre otros grandes pensadores de la Ilustración. Serveto abrió una gran puerta, la de la libertad de conciencia, que hoy -todavía- en este siglo XXI sigue cuestionada y en muchos lugares del Planeta, perseguida.