Es sabida la intensa vocación de la República por la educación y la cultura, seguramente su gran legado. En esta pieza queremos recordar las palabras que dijo Marcelino Domingo, el primer ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes del nuevo régimen en la inauguración del curso académico de 1931 a 1932, es decir, el primero de la Segunda República. En el mismo se condensa esa idea del magisterio del que, antes que ministro y político republicano fue maestro.
En el discurso hay una parte titulada “Base de Cultura”
El texto: “Se ha estatuido en España un régimen democrático. Un régimen democrático puede nacer de un gesto irritado de la multitud, del desbordamiento de la emoción civil, de un afán de justicia, de un anhelo de libertad, de aquella irritación que invocó Sócrates y que se produciría en los superiores al verse sometidos a los inferiores. Puede nacer como en la Francia de 1789 o como en la Alemania de 1918. Pero si, nacido, quiere perdurar un régimen democrático, sólo puede sostenerse sobre una amplia base de cultura. ¿Existe esta base en España? No. Faltaban escuelas primarias. Infinidad de pueblos rurales carecían de ellas en absoluto; en las poblaciones donde las había no correspondían en número al número de la población escolar. Millares de españoles entraban en esta vida convulsa y fecunda del siglo XX, llena de exigencias de calidad humana, sin que el Estado hubiera cuidado de cultivar sus almas, de despertarles unas ideas, de moderarles unos instintos, de descubrirles y cuidar y aprovechar unas aptitudes, de ponerles un maestro al lado y un libro en la mano. Eran estos españoles, disminuidos por culpa del Estado en sus posibilidades más ricas y nobles, como supervivientes de épocas inferiores en un mundo superior; como paralíticos en una sociedad de vivo dinamismo; como extranjeros en un continente y un siglo que constituían una unidad de civilización. España se empequeñecía en estos españoles que no cuidaba el Estado de engrandecer.”
Así pues, una democracia podría nacer de distintas formas, pero solamente podría sostenerse con una base de cultura, sobre una “amplia base de cultura”, recalcará Domingo.
Pero esa base no existía en España porque faltaban escuelas primarias, porque no había escuelas en el ámbito rural, y donde sí las había no eran suficientes. Muchos españoles entraron en la vida del siglo XX, tan llena de exigencias, sin que el Estado se hubiera preocupado de su educación, de despertar ideas, de descubrirles y aprovechar sus aptitudes; en fin, de proporcionar un maestro y un libro en sus manos. Así pues, eran españoles empequeñecidos, como si fueran “extranjeros” en un continente y en un siglo para la civilización, y eso empequeñecía a España, y se veía en esa inmensa mayoría de españoles que el Estado no cuidaba de engrandecer. En realidad, estaríamos viendo una nueva fórmula de patriotismo democrático y vinculado a la educación y al saber, toda una lección de aquellos tiempos.
Hemos consultado el texto, prometiendo volver al mismo y a otros de Marcelino Domingo, en un libro publicado en Madrid en 1936, titulado Homenaje a D. Marcelino Domingo, primer ministro de Instrucción Pública de la República.