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Aumenta la discriminación percibida por las personas musulmanas en Europa · por Berta Álvarez-Miranda

Si un 25% de los inmigrantes y sus descendientes que se identifican como musulmanes en la Unión Europea dijeron haber vivido experiencias de discriminación en la encuesta de la FRA en 2016, en 2022 el porcentaje había aumentado en diez puntos, hasta el 35 %. Esta cifra supera con creces el 21 % de la población general de la Unión que reveló haberla sufrido en la encuesta del Eurobarómetro sobre discriminación de 2023. 

En una Europa cada vez más polarizada en torno a la inmigración, las personas llegadas de países de mayoría musulmana y sus descendientes concentran la atención de los debates públicos nacionales. Muchos de estos musulmanes de Europa son ciudadanos, hijos y nietos de personas que migraron por motivos laborales, de estudios, o familiares, originarios a menudo de las antiguas colonias de los países donde hoy residen sus descendientes. Otros son migrantes ellos mismos, en busca de mejores oportunidades de vida; otros son refugiados, en busca de paz y seguridad personal. Juntos representan en torno al 5% de la población de la Unión Europea. Viven en un ambiente cargado de sospecha, desde que el término “musulmanes” ha adquirido connotaciones de amenaza a partir de una sucesión de acontecimientos relacionados principalmente con la seguridad ciudadana, la igualdad de género y el derecho de asilo y refugio de los venidos recientemente desde zonas en guerra en Oriente Próximo. En consecuencia, cada vez son más las personas musulmanas que se sienten discriminadas en Europa, viviendo el trato recibido en el sistema educativo, en el acceso al empleo, a la vivienda y el sistema de salud, y por parte de la policía, como injustificadamente peor que el de otros ciudadanos.

Podemos comprobar el incremento de las experiencias de discriminación con los datos de una encuesta a inmigrantes y sus descendientes recientemente realizada por la Agencia para los Derechos Fundamentales de la Unión (FRA en sus siglas en inglés). Uno de los informes resultantes, titulado Being Muslim in the EU, recoge las experiencias y opiniones de 9.604 encuestados que se autoidentificaron como musulmanes cuando se les preguntó por su religión, en trece Estados miembros: Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos y Suecia. Puesto que repite las preguntas realizadas en un estudio previo, de 2016, permite analizar la evolución de la opinión en los seis años transcurridos desde entonces hasta septiembre de 2022, cuando se terminaron de recoger las respuestas de la encuesta más reciente.

Esta comparación muestra que la percepción de la discriminación entre las personas musulmanas va en aumento: si un 25% de los encuestados dijeron en 2016 haber vivido experiencias de este tipo en el año anterior a la encuesta, en 2022 el porcentaje había aumentado en diez puntos, hasta el 35 %. En comparación, el 21 % de la población general de la Unión reveló haber sufrido discriminación en el mismo período en la encuesta del Eurobarómetro de 2023 sobre el tema. Además, se trata de una experiencia recurrente: la mayoría de las víctimas (75%) afirmaron haber sido víctimas más de dos veces durante el año anterior. Si ampliamos el período de referencia a los cinco años anteriores, la proporción de personas musulmanas que se han sentido discriminadas por algún motivo asciende al 50%.

Puestos a pensar en cuáles pueden ser los motivos de quienes les han discriminado a lo largo de los últimos cinco años, dos de cada cinco (39%) piensan que lo hacen por su “origen étnico o de inmigración”, y uno de cada cuatro (25%) por su “religión o creencias religiosas”. Quienes proceden de países africanos al sur del Sáhara tienen una opinión algo diferente: entre ellos, el «color de la piel» es el motivo de discriminación más mencionado (36 %), seguido del “origen étnico o de inmigración» (31 %). Pero la mayoría piensan que las motivaciones se combinan: más de la mitad de los encuestados (53 %) que afirmaron haberse sentido discriminados en el año anterior a la encuesta achacaron el trato peor a más de un motivo.

Conviene detenerse un instante a pensar en el carácter doblemente reflexivo de estas opiniones. Es evidente que la interpretación que las víctimas de la discriminación se hacen de las motivaciones de los demás están mediadas por su percepción del riesgo que supone para ellos, en su trato con los demás, su diferencia racial, étnica o religiosa. Además, la experiencia misma de una situación concreta como discriminatoria está mediada por su sensibilización al concepto de discriminación, que les hace conscientes de que el trato diferente, peor, motivado por su raza, etnia o religión (o edad, género, etc.) es inaceptable, ilegítimo e ilegal. Se da el caso generalmente en las encuestas sobre discriminación que las personas que han estado más expuestas a este tipo de razonamiento, por haber pasado más tiempo en las aulas y prestar más atención a los medios de comunicación, son más propensas a vivir algunas experiencias cotidianas como discriminatorias, aunque probablemente, de hecho, su nivel educativo indica un estatus social que les protege de la discriminación. Cabe imaginar que los demás, los que tienen menos formación, sufran mayor discriminación de hecho al interseccionar su bajo estatus social con su raza, etnia, etc., aunque tiendan menos a relatar episodios de su vida cotidiana como discriminatoria.

Volviendo a los resultados de la encuesta, podemos comparar los niveles de discriminación percibida en diferentes ámbitos de la vida social. Las tasas más elevadas en los cinco años anteriores a la encuesta se dan en el mercado de trabajo, tanto al buscar empleo (39 %) como en el trabajo (35 %), así como en la vivienda (35 %). Son menos, pero aún una proporción notable, quienes afirman haber experimentado discriminación en los sistemas educativo (16%) y sanitario (11%). También son un 11% quienes declaran haber sido parados por la policía por su perfil racial. Por último, a estas experiencias de discriminación se suman las de acoso y violencia racial, referidas las primeras a la utilización de términos, argumentos o símbolos racistas y las segundas a agresiones físicas, y sufridas por un 27% y un 4% respectivamente en el periodo quinquenal anterior.

Un indicador indirecto de discriminación laboral puede ser la sobrecualificación, que indica que los méritos educativos de los musulmanes se reconocen menos que los del resto de trabajadores a la hora de contratarlos o promocionarlos. El porcentaje de trabajadores con estudios que realizan tareas para los que están demasiado formados es del 41 % para los encuestados musulmanes y del 22 % para la población general. Además, entre los primeros, quienes se autoidentifican como afrodescendientes o negros tienen más probabilidades de estar sobrecualificados (49 %) que los que no lo hacen (36 %). Otro grupo especialmente desfavorecido es el compuesto por quienes visten ropa tradicional o religiosa en público: el 45 % de las mujeres que lo hacen afirman haber sufrido discriminación en el acceso al empleo en los últimos cinco años, frente al 31% de quienes no lo hacen. Entre los hombres, los porcentajes son del 35 % y 40 % respectivamente.

La discriminación en el acceso a la vivienda está aumentando: un tercio (35%) de los encuestados musulmanes sufrieron discriminación al intentar comprar o alquilar una vivienda en los cinco años anteriores a la encuesta en 2022, frente a una quinta parte (22 %) en 2016. En sus negociaciones con propietarios particulares, un 26 % de quienes habían intentado alquilar creían que habían fracasado debido a su origen étnico o a su condición de inmigrantes, junto con un 13 % de quienes habían intentado comprar al propietario o a una agencia inmobiliaria. En cuanto a las administraciones públicas, un 9 % afirman que los funcionarios del ramo les impidieron alquilar una vivienda municipal o social. Alrededor del 13 % afirman que les pidieron un alquiler, precio o depósito excesivo debido a su origen étnico o a su condición de inmigrante.

En cuanto al sistema de protección social, el 16 % de los padres o tutores musulmanes afirman que sus hijos sufren acoso o intimidación en la escuela debido a su origen étnico o su condición de inmigrantes. Alrededor del 6 % de los padres musulmanes mencionan malos tratos físicos, como golpes, tirones de pelo y patadas por este motivo. La encuesta muestra también que el 11 % de los encuestados musulmanes se sintieron discriminados al utilizar los servicios sanitarios en el año anterior. Los musulmanes tienen el doble de probabilidades que la población general de haber tenido necesidades médicas no cubiertas en los 12 meses anteriores a la encuesta (8 % y 4 %, respectivamente), bien sea por su elevado precio (27 %), las largas listas de espera (16 %) o la carencia de medios de transporte (12 %).

También son un 11 % los entrevistados musulmanes que dicen haber sufrido la aplicación de perfiles raciales por parte de la policía en sus tareas de vigilancia: entre el 27 % que afirmaron haber sido parados en la calle durante los 5 años anteriores a la encuesta, el 42 % calificó la última parada de discriminación por perfil étnico. Si nos centramos en el año anterior a la encuesta, alrededor del 13 % afirmaron que la policía les había dado el alto en ese período al menos en una ocasión, y el 49 % de ellos consideraron que la parada más reciente se produjo a causa de su origen étnico o su condición de inmigrantes. Al igual que en la encuesta de 2016, los hombres musulmanes tienen más probabilidades de ser interceptados por la policía que las mujeres, y son más propensos a atribuir la parada más reciente a su perfil étnico. Los altos no parecen haberse intensificado entre ambas encuestas, pero sí lo ha hecho la percepción de que se deben a la aplicación de perfiles étnicos discriminatorios: quienes achacan el más reciente de los últimos cinco años a motivos étnicos constituían el 32 % en 2016 y el 42 % en 2022. Como contrapunto, conviene mencionar que más de la mitad (56 %) de los encuestados a los que la policía dio el alto en el mismo período describieron el trato recibido como respetuoso.

La manifestación más preocupante de las actitudes de rechazo hacia los musulmanes, que van más allá de la discriminación, son el acoso y la violencia racistas, sufridos por una proporción significativa de los encuestados. Más de 1 de cada 4 (27 %) dicen haber experimentado acoso racista en los cinco años anteriores y más de 1 de cada 5 (22 %) en el año anterior a la encuesta. Este último dato muestra un ligero descenso en comparación con 2016 (27 %). Las mujeres musulmanas que visten al modo tradicional o religioso tienen más probabilidades de sufrir acoso que las que no lo llevan: el 27 %, frente al 16 %. En cuanto a la violencia racista, el 4 % de los encuestados afirmó haber sufrido una agresión en los 5 años anteriores a la encuesta, y el 2 % en el año anterior. La mayoría de los entrevistados no identifican a los perpetradores del incidente más reciente (67 % en los casos de acoso y 59 % en los de violencia), pero quienes sí lo hacen les describen más frecuentemente como componentes de la mayoría (66 % y 58 %, respectivamente) que como miembros de una minoría étnica, sea una diferente (28% y 26%) o la propia (6% y 16%).

A quienes, además de por los resultados, se interesan por la fiabilidad de las encuestas, les gustará saber que la realizada por la FRA entre inmigrantes se apoya en un muestreo diverso pero sólido en conjunto, y que el estudio evita el riesgo de dar por supuesto que la religión está detrás de las percepciones de discriminación de los venidos de países musulmanes. En la mayoría de los países estudiados se seleccionó a los participantes aleatoriamente a partir de registros administrativos, garantizando la representatividad de los resultados respecto de la población inmigrante musulmana en el territorio; donde esto no resultaba posible se recurrió a rutas aleatorias para seleccionar domicilios donde realizar las entrevistas y muestreo por cuotas para seleccionar individuos dentro de los hogares, método que constituye una muy buena aproximación, y sólo en dos países se construyó la muestra a partir de contactos en redes sociales. En cada país se centró el estudio en los grupos étnicos con mayor presencia.

En cuanto al riesgo de atribuir causalidad a la religión injustificadamente, en que caen frecuentemente los estudios sociológicos sobre musulmanes, el informe de la FRA lo ataja de dos modos. En primer lugar, no da por supuesto que los entrevistados que han migrado de países de mayoría musulmana son musulmanes ellos mismos, sino que les pregunta si se identifican con una religión, y con cuál, de modo que son los propios participantes quienes toman esa decisión, evitando incluir en los resultados a los no creyentes o creyentes en religiones minoritarias. En segundo lugar, tampoco da por supuesto que sus experiencias de discriminación declaradas en la encuesta se deban a la religión, sino que deja en sus manos elegir entre varias motivaciones de los autores de la discriminación, y les permite combinarlas, como hemos visto.

Por su calidad técnica y sus notables resultados, la encuesta de la FRA nos permite observar cómo los roces en la convivencia en los espacios públicos, las escuelas y los centros sanitarios, y el trato desigual en el acceso al empleo y la vivienda están enrareciendo la vida cotidiana de las personas musulmanas en Europa. Queda abierta a futura investigación la pregunta de hasta qué punto el incremento de su experiencia de discriminación es efecto de la polarización de los debates públicos europeos sobre la presencia musulmana, que van empapando al público con actitudes de desconfianza mutua.

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