La pandemia de la COVID ha dejado sin procesiones de Semana Santa a localidades como Ferrol y Viveiro, las dos más señaladas en estas fechas en Galicia. Esto trae la caída de ingresos en sectores económicos como hostelería y todo lo relacionado con el turismo. Pero para los movimientos laicos, la economía alrededor de estas fechas muestra como el engranaje de la Iglesia funciona gracias al apoyo de las instituciones públicas.
La Semana Santa es un pilar básico dentro del calendario litúrgico en la Iglesia católica y también lo fue y sigue siéndolo dentro del calendario laboral y de descanso del Estado. Su arraigo es muy profundo en la sociedad y es lo mismo ser laico o creyente, las fechas que celebran la muerte y resurreción de Jesucristo suponen, además de un momento religioso, un paréntesis económico para el turismo antes del verano. Las asociaciones laicas critican la utilización como atractivo turístico de las procesiones y los ritos que las acompañan, como una vía de ingresos para la industria del ocio y también de la propia Iglesia.
HUELLA EN LA SOCIEDAD
“Un acto religioso con tanto peso cultural, social y económico solo quiere decir que la Iglesia y la vida pública están intrincadas” dicen desde Galicia Laica. Esto demuestra la fuerte unión entre las estructuras públicas y la Iglesia mediante lo simbólico y el económico según esta asociación. La interpretación para ellos es que gracias al apoyo del Estado, la Iglesia católica en España convierte sus ritos en actos con un alto arraigo cultural y social. Este arraigo es un paso necesario para que actos como las procesiones sea declaradas de interés turístico nacional.
El apoyo institucional convierte las manifestaciones religiosas de Semana Santa en referentes que pasan a ser “elementos necesarios por la vía económica, algo perverso”. El dinero movilizado acaba repartido entre Estado, ayuntamientos, autonomías e Iglesia. Esta última tiene en este reparto la “mejor manera de sobrevivir” aparte del dinero que reciben directamente de las instituciones como por ejemplo en las declaraciones de impuestos.
“Realmente con estas celebraciones confunden a las personas pues mezclan contenidos religiosos con manifestaciones culturales” señalan de Galicia Laica que hacen la misma deducción con el Nadal. “La Cabalgata de Reyes Magos es una forma de tener enganchados a los niños, porque tensionan la ilusión del niño” para acercarse a una manifestación que en el fondo es religiosa. Sin embargo, cuestionar este tipo de manifestaciones sociales “puede traer falta de comprensión” por parte de algunos sectores.
Y todo esto a pesar de que “la sociedad española está secularizada desde el aspecto de la práctica diaria de la fe” porque “la gran mayoría no es practicante y muchas personas que dicen ser religiosas viven de manera pasiva su fe, ni son practicantes ni siguen la praxis religiosa”.
ECONOMÍA, RELIGIÓN, POLÍTICA Y SOCIALIZACIÓN
¿Cómo se puede explicar esta unión entre lo religioso y el interés económico sin ser cuestionada por parte de la mayoría? “Es como una rueda, quien tiene un restaurante o un hotel va a apoyar la celebración de la Semana Santa y esa persona y su entorno, mismo pueden votar por un partido que mantengan los privilegios eclesiásticos”. El resultado es la creación de una masa social favorable al estamento religioso católico que ve reforzado su papel dentro del conjunto de la población. “Es lo mismo que le redunda a la Iglesia tener el monopolio de servicios sociais, lugares donde ejercer la caridad, la sociedad mira la iglesia como benefactora”.
La declaración de interés turístico, como ya se apuntó, aporta dinero, es algo más directo. “Gano dinero, por lo tanto apoyo a la Semana Santa y que se difunda por los medios, apoyo las subvenciones y apoyo la creación de infraestructuras para esta celebración”. Hay por tanto un retorno dentro de esta relación que, de buscar su ruptura sería muy difícil.
Con todo, hace falta no olvidar que este tipo de celebraciones tuvieron, y tienen, su parte de cohesión social y socialización. El mismo que acontecía después de la misa dominical, cuando los hombres iban a la taberna y las mujeres era el único día de la semana que podían socializar. Y aunque la asistencia a los actos religiosos dominicales son menores, la asistencia de gente joven a los actos de Semana Santa como partícipes en procesiones y otros ritos, no deja de llamar la atención.
“Quizás esté detrás la atracción del encuentro social, la participación en la celebración posterior, como en las romerías, después venía la fiesta, el hecho religioso no tenía tanta trascendencia”. Esa socialización en tiempos de recogimiento espiritual confirma este último comentario, pues las reuniones de gente nueva no observan, la mayoría de las veces, los preceptos de unos días de carácter muy religioso. “Si van a las procesiones es porque hay diversión y reunión, además, cuesta deshacerse de las tradiciones”.
Los movimientos laicos observan una conexión muy fuerte entre los intereses industriales y económicos y los siete días que rememoran las últimas jornadas de Cristo antes de ser crucificado. La creación artística alrededor de estas fechas, con elementos figurativos de gande valor artístico en algunos casos y la devoción popular, crean el contexto necesario para otorgarle a la Semana Santa un sello de interés turístico del que se benefician intereses religiosos, políticos, sociales y económicos.