Fallo de la Corte Europea de Derechos Humanos ordena que se retire de todas las aulas y oficinas públicas italianas uno de los símbolos más sagrados de los católicos.
Para el Tribunal, "la exhibición obligatoria del símbolo de una determinada confesión en instalaciones utilizadas por las autoridades públicas, y especialmente en aulas", restringe los derechos paternos a educar a sus hijos en conformidad las convicciones religiosas que ellos consideren pertinentes.
"La Corte no comprende cómo la exposición del crucifijo puede servir al pluralismo educativo, esencial para la conservación de una sociedad democrática", puntualizó el alto tribunal.
El gobierno italiano ya anunció que apelará la sentencia, que se produjo a raíz de la denuncia, en el 2002, de Solie Lautsi, ciudadana finlandesa residente en Italia que no quería que sus hijos acudieran a clases presididas por un crucifijo.
Si la Corte acepta el recurso, la sentencia será revisada por la Gran Cámara. Si no lo acepta, Italia tiene tres meses para hacerla efectiva. Y si no lo hiciera, el Consejo de Europa podría aplicarle sanciones.
Salvo en Francia, y tal vez próximamente en Bélgica, en el resto de Europa los estudiantes pueden portar, si quieren, sus símbolos religiosos en las aulas. Pero la Corte aclara que no entra a juzgar la simbología que llevan los alumnos, sino la que exponen los centros escolares públicos, que tienen el deber de ser neutrales tanto ideológica como confesionalmente.
El jefe del gobierno italiano, Silvio Berlusconi, católico confeso -aunque su comportamiento pueda generar dudas-, dijo: "Esto es un intento por negar las raíces cristianas de Europa y eso no es aceptable para nosotros los italianos". Y luego añadió: "Se trata de una de esas decisiones que hacen dudar del sentido común de Europa".
El número dos del Vaticano y mano derecha de Benedicto XVI, Tarcisio Bertone, declaró a Il Corriere della Sera que "esta Europa del tercer milenio no nos deja más que las calabazas de Halloween y nos quita los símbolos más queridos. Es una sentencia ideológica y completamente miope".
Mientras que Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, expresó su "estupor" y "pesar" por la decisión de Estrasburgo.
Italia estableció por ley en la década de 1920, bajo el fascismo, que las escuelas debían tener crucifijos y pese a que esta norma no se aplica estrictamente desde 1984, cuando el catolicismo dejó de ser religión de Estado, el debate sigue abierto.
Las reacciones contrarias también llegaron desde fuera de Italia. Slawoj Leszek Glodz, arzobispo de Gdansk, en la muy católica Polonia, dijo que era "una nueva tentativa para arrancar a Dios del corazón de las gentes".
En España, donde el debate entre laicidad y presencia pública de la religión no termina de cerrarse y el Presidente del Gobierno y los ministros juran su cargo ante una biblia, la sentencia animó discusiones. La asociación española Europa Laica pidió al Gobierno socialista que la utilice el fallo para exigir la retirada inmediata de todos los símbolos religiosos de los establecimientos públicos y escuelas. Mientras que sectores cercanos a la Iglesia anunciaron "movilizaciones rotundas" si algo así se intentaba.
También en Portugal hubo reacciones: "Para los católicos es un símbolo religioso, pero para los demás es un icono de la no violencia", dijo Manuel Marujao, portavoz de la Conferencia Episcopal portuguesa. Desde la 'revolución de los claveles' (1974), que acabó con la dictadura salazarista, la presencia de los crucifijos no es obligatoria en las aulas. Y una circular del año 2005 ordena el retiro en caso de que alguien se queje.
En Baviera, la región alemana de mayoría católica, las máximas autoridades dijeron que mantendrán los crucifijos, amparados en una sentencia de 1995 del Tribunal Constitucional (TC) de ese país.
Inicialmente, el TC había declarado anticonstitucional una ley bávara que obligaba a tener un crucifijo en todas las escuelas públicas de ese estado, el más católico y tradicionalista de Alemania. Pero tras una campaña de protestas, se acordó un mecanismo por el que se mantiene la presencia de los crucifijos en las aulas, siempre que no exista una oposición fundamentada por parte alumnos o profesores que se sientan discriminados.
Francia separó la Iglesia del Estado desde 1905, pero en la región de Alsacia sigue habiendo crucifijos en los centros escolares, porque ese territorio en 1905 pertenecía a Alemania. En todo el resto de Francia, los crucifijos, como cualquier otro símbolo religioso, están prohibidos en la escuela pública.