Dos años después de que el Gobierno aprobase la ley del laicismo, que prohíbe los símbolos religiosos ostensibles en las aulas públicas, la federación gala de centros católicos de enseñanza anunció que sus establecimientos, llenos, se han visto obligados a denegar la plaza a 25.000 estudiantes, según informó ayer «Le Figaro».
La tendencia se incrementa cada año. En algunas de estas escuelas, la inscripción debe realizarse a dos años vista y, en ciudades como París, conseguir una plaza fuera del circuito público es una epopeya. Francia también ha visto nacer los primeros institutos y colegios privados musulmanes.
Violencia
La visión que los franceses tienen de sus centros educativos, otrora idílica, ha caído en picado. No parece extraño, a la vista de portadas como la que eligió el semanario «Le Point» para llegar ayer a los quioscos: «La lista con los colegios e institutos más violentos de Francia». La revista ha conseguido hacerse con los datos oficiales sobre la violencia escolar: el curso pasado se produjeron 82.007 «actos violentos» en los 7.294 centros públicos, un uno por ciento más que el año anterior.
Unas cifras desmedidas, si se tiene encuenta que la denominación «actos violentos» engloba sólo los casos más graves: «violencias con armas, tentativas de suicidio, chantaje, tráfico de estupefacientes, incendios y daños voluntarios del material».
Sin embargo, según otra encuesta aparecida en una revista juvenil, el 88 por ciento de los jóvenes se siente «seguro» en sus aulas. El ministro de Educación, Gilles de Robien, dijo que la clasificación es «infundada», porque no tiene en cuenta el número de alumnos por clase, pero no pudo contestar las cifras, extraídas del programa informático que permite a su ministerio recopilar todos los incidentes que se producen en la red nacional educativa.
Verdadero o exagerado, este clima de inseguridad aumenta la preocupación de los padres, ya inquietos por el bajo nivel de la enseñanza. El titular de Educación ha reconocido que el 20 por ciento de los alumnos que acaban la enseñanza primaria, con 11 o 12 años, no saben leer correctamente. «La lucha contra el fracaso escolar, objetivo de la vuelta a clase», titulaba ayer «Le Monde», en la línea del pesimismo general que produce la situación de la enseñanza pública que, sin embargo, emplea a un millón de funcionarios.
Otro de los problemas es la falta de medios de la educación pública. Entre 2003 y 2007, el Estado ha dejado sin reemplazar a 26.712 profesores jubilados, dentro del plan de recortes prometido por el centroderecha.
Los sindicatos, que consideran justificada la reducción sólo de 14.000 puestos por motivos demográficos, han convocado una jornada de protesta el 6 de septiembre. Reformar la Educación, totalmente centralizada (mientras en España las competencias dependen de las comunidades autónomas), ha sido uno de los caballos de batalla de todos los gobiernos galos en los últimos 25 años, pero se han dado de bruces con la resistencia del cuerpo docente.
La enclenque situación del sistema escolar no mejora en lo que a otros ciclos se refiere. Y es que sólo hace una semana, los medios galos se hicieron eco del escaso prestigio de sus centros superiores. La Universidad de Shangai publicó su clasificación anual de los 500 mejores establecimientos mundiales de enseñanza superior. En esa lista, la primera universidad francesa, Paris VI, sólo alcanzó la posición número 45.
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