Hace pocos días el Tribunal Supremo rechazó un recurso de la asociación Europa Laica contra la concesión honorífica de la Medalla de Oro al Mérito Policial a “Nuestra Señora María Santísima del Amor”, concedida en 2014 por el entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, miembro del Opus Dei según su propia confesión.
Pero estos honores son mucho más antiguos que su prelatura: están documentados desde la Reconquista, con vírgenes o santos, como Santiago, ayudando en las guerras contra los moros. Era la respuesta cristiana al islam cuyo profeta es un terrible guerrero.Si el santo ayudaba a triunfar, se le nombraba jefe militar.
En realidad, desde que el hombre existe los guerreros se acompañaban de figuras mágicas, tótem, o símbolos de poderes superiores para la protección frente a los animales u otros hombres.
Inciso para feministas radicales: la mujer no era cazadora, sino recolectora. Tampoco se dice “vírgena”.
Muchos españoles, y casi todos los extranjeros se asombran cuando saben que en España hay decenas de vírgenes que son genaralas, que sí se dice, de los distintos ejércitos, y cristos capitanes generales, muchos nombrados en aluvión bajo el mandato de Franco.
En esa época se le imponían a ambos los fajines y demás condecoraciones en solemnes ceremonias con las unidades presentando armas mientras sonaba el himno nacional.
En 2010, siendo ministra de Defensa la socialista Carme Chacón se cambió el reglamento, que ahora es más discreto y silencioso, pero ni siquiera aquél gobierno laicista de José Luis Rodríguez Zapatero se atrevió a eliminar la costumbre.
La Iglesia católica basa gran parte de su doctrina en la tradición, la primera de ella el uso de imágenes –que el protestantismo y otras creencias cristianas rechazan–, pero mantener esta hoy cae tan mal como “un Cristo con dos pistolas”, como dice la frase hecha sobre alguna prenda que sienta horriblemente mal.
Manuel Molares
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