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Violencia de género estructural

Un profesor de la facultad de economicas y empresariales nos decía que “estructura es lo que dura, lo demás es coyuntura”. Con esta simple, pero acertada definición, podemos afirmar que la violencia de género es estructural, quizá la violencia más profundamente estructural en la historia de la Humanidad.

La violencia de género estructural viene dada por el dominio mayoritario del patriarcado, por el que los hombres, solo por la condición de ser hombres, tienen privilegios para hacer política (74% de cargos en los gobiernos), para acceder al trabajo (90% de los cargos directivos), para tener un mejor salario (16,1% más que una mujer), para ser escuchado, e incluso en algunos países todavía tiene privilegios legales.

Esta violencia de género estructural se traduce en violencias directas y culturales contra las niñas y mujeres. Actualmente, el hombre es un ser privilegiado por el mero hecho de haber nacido varón y, como consecuencia, la mujer es inferior a éste. Los hombres desarrollan su sentimiento de superioridad de tal modo que cuando no ven cumplidos sus deseos o expectativas con las mujeres que les rodean, responden con violencia; de manera directa, insultando, menospreciando, ignorando e incluso agrediendo física y sexualmente; y de un modo cultural, legitimando la inferioridad de las mujeres y la violencia contra éstas. Quién no ha escuchado alguna vez, ante un suceso en el que una mujer ha sido agredida por su pareja: “algo habrá hecho…”

Violencia de género estructural es que la mujer sea rechazada de muchos trabajos si está en edad fértil y quisiera tener familia, o si ya tiene hijos e hijas (porque los tiene que cuidar, ya que es su rol estructural). El sector empresarial en el capitalismo actúa con lógica de mercado, si una mujer no va a rendir tanto como un hombre, lo lógico es contratar a un hombre. Es por ello que se debe legislar en favor de la mujer en materia laboral. Y con la nueva reforma laboral del Gobierno de Mariano Rajoy ocurre todo lo contrario. Porque limita y condiciona el derecho a jornada reducida para cuidar a hijos o familiares, el derecho a la lactancia y elimina la bonificación en las cuotas de la Seguridad Social de 1.200 euros al año de la que podían beneficiarse las empresas cuando una mujer se reincorpora a su puesto tras una excedencia para cuidar a sus hijos.

Esto es violencia de género estructural, señor Gallardón.

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