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Vaticano: la fe ciega no es suficiente

A medida que se aproxima la Jornada Mundial de la Juventud católica (JMJ) aumenta la tensión entre los fieles del Papa y quienes no asumen que el Estado, en plena crisis y al borde del rescate de la Unión Europea, financie una visita que no es de Estado, sino netamente religiosa. Tensiones que se recrudecen con el auge del Movimiento 15-M que insiste en dar muestras de madurez y consolidación, incluso, en pleno período vacacional.

El tema es polémico, se mire por donde se mire. Más aún con la confusión -en parte, por la falta de transparencia vaticana- entre Santa Sede y Estado Vaticano. Históricamente siempre ha existido un conflicto entre Iglesia y Estado, puesto que mientras la primera quiere ganar más parcelas de poder en el Estado, éste quiere beneficiarse de las potencialidades de la Iglesia. En el Estado Vaticano podemos ver la convergencia perfecta de todo, pues es la propia Iglesia la que gobierna un Estado, constituido apenas unos meses antes del Jueves Negro de 1929.

La transparencia nunca ha destacado en lo referente al Estado Vaticano -en su web no se tiene constancia de noticias desde 2007-, pero sus últimas cuentas reflejan que sus beneficios netos alcanzaron los 21 millones de euros en 2010, frente a los casi 10 millones de la Santa Sede. Unos datos, en plena crisis, que son muy positivos para el Vaticano, teniendo en cuenta que el final del papado de Juan Pablo II se caracterizó por los números rojos. Y ello a pesar de que la crisis no había estallado y esta monarquía absoluta cuenta con una amplia cartera de inversiones en acciones, bonos y propiedades inmobiliarias.

Las sospechas de solapamientos de cuentas, ingresos y gastos entre la Santa Sede y el Vaticano siempre han flotado en el ambiente, más aún considerando que el Istituto per le Opere di Religione (Instituto para los Trabajos Religiosos), conocido como el Banco del Vaticano, nunca publica sus datos financieros, a pesar de que es el tercer pilar de las finanzas del Vaticano. Los otros dos pilares vendrían por el lado de sus Museos y las donaciones. Como consecuencia de ello, el pasado mes de abril el Consejo de Europa anunciaba que las finanzas del Vaticano serían revisadas con lupa por medio de Moneyval, el órgano para la lucha contra el blanqueo de dinero y la financiación del terrorismo. Una medida que presumiblemente no dará grandes sorpresas, pues Benedicto XVI ha sido el impulsor de la investigación… claro está, dos años después de que el Banco Vaticano fuera investigado por la fiscalía de Roma por presunto fraude de flujo de recursos entre el Vaticano e Italia.

Y mientras, ¿qué sabemos del Vaticano? Que cuenta con una farmacia que importa medicinas que ni siquiera han sido probadas en Italia; que su soberano, el Papa, tiene la plenitud de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial y es el único que puede conceder amnistías, indultos, multas y gracias; que cuenta con tiendas que venden perfumes Chanel o relojes Cartier hasta un 50% más baratos que en Roma; que sólo tiene observadores en la ONU, la FAO o UNESCO y, en cambio, sí miembro de la Agencia Internacional para la Energía Atómica; y que eleva a la Florería, que cuida el adorno de los ambientes destinados a finalidades institucionales de los Organismos de la Santa Sede y del Estado, al estatus de Servicios Generales.

La transparencia es la clave de la confianza y, cuando se trata de dinero, sobre todo en medio de la mayor crisis financiera de los útlinos años, la fe ciega no parece suficiente.

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