Dudo del efecto pronosticado, más teniendo en cuenta que la erección de tal efigie, otra más, en lugar público, es decir comunitario, no deja de ser inconve-niente. Efectivamente hay granadinos que creen en la realidad de la virgen, e incluso que ésta, en su advocación de las Angustias, salvó de catástrofes y enfer-medades a la población granadina en históricas ocasiones. Sin embargo, existen otros que tildan de mitológico al personaje, y piensan que su promoción pública ofende a su inteligencia y es impropia de ciudadanos del s XXI, más de 200 años después de encendidas las Luces. Otros incluso dicen que se trata de una retrógrada invención machista, que ensalza valores sexuales hoy afortunada-mente periclitados. Aún otros, incluso fervorosos cristianos, creen que no es más que idolatría, politeísmo travestido. Y otros muchos, no saben como explicar a sus hijos que haya gente adulta que pueda creer en la fecundación y parto virginales.
La religión, ¡cuantas pasiones levanta! Para evitar conflictos, el respeto a la diversidad de creencias o convicciones y la aconfesionalidad del Estado exige que dejemos la plaza pública para la convivencia armoniosa entre todos los grana-dinos, sin imponer a los demás, con la colaboración necesaria de autoridades civiles proclives, símbolos religiosos de nuestras creencias particulares.
En este espíritu y para acabar con una moción positiva, apoyo el objetivo del Sr. Arredondo y propongo, en pro de la cultura poética, loable fin, que en lugar de una imagen venerada por unos, desdeñada por otros, se erija la de un poeta o poetisa granadino, o si se prefiere algo más simbólico, un conjunto escultórico con las efigies de Erato y Calíope, que hoy, lógicamente, nadie tiene por seres reales.