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Una escuela diferente a partir de septiembre, pero… ¿cómo?

La ministra de Educación ha sugerido que a partir de septiembre, si no hay vacuna, los colegios tendrán la mitad de alumnado en las aulas. Hasta ahí parece lógica la medida, dada la situación caótica y de riesgos para la salud que la pandemia está dejando. Pero quizá el Ministerio no ha calculado adecuadamente esta posibilidad, si nos atenemos al modelo escolar real que padecemos, desde hace décadas.

Repaso mi biblioteca en donde más de 150 ejemplares están dedicados a la historia, a la pedagogía y a la gestión política y social de la Enseñanza… y me encuentro con muchos títulos, algunos de los cuales nos podrían situar en el actual escenario: Uno mío, de 1997: “La escuela pública amenazada”; otro de Michel Eliard, de 2002: “El fin de la escuela”; uno del amigo M Fdez. Enguita, de 1995: “La escuela a examen”, otro de José Mª Esteve, de 2003: ”La tercera revolución educativa”, observo otro de Nuria Aragón, de 2004: “Vivir sin cole”… hay más y, por fin, uno muy reciente (2020) de mi amigo Rafa Feito: “¿Qué hace una escuela como tú en un siglo como éste?”, y, además, prologado por el actual Secretario de Estado de Educación: Alejandro Tiana.

Pues eso… el problema que tiene nuestro endémico Sistema Educativo es falta de flexibilidad y de antigüedad, es decir de no haberse adaptado a los nuevos tiempos periódicamente; de soportar grandes privatizaciones elitistas e ideológicas; de mantener grandes carencias de gasto e inversión; de generar un desequilibrio enorme entre territorios del Estado; de una formación y acceso a la función y trabajo docente que se parece más al siglo XIX que al XXI; de enormes carencias en la digitalización; de un currículo anticuado, al igual que y, salvo excepciones, de unos métodos de enseñanza aprendizaje que (generalizadamente) provienen de tiempos lejanos; de una total falta de promoción e incentivos a la innovación educativa, que la hay, pero más por el voluntarismo de unos pocos, que por los apoyos de los poderes públicos; de unas construcciones escolares, más cercanas a las del siglo XIX que a las necesidades actuales climáticas, digitales, espaciales, donde -por ejemplo- las aulas se pudieran adaptar en cada momento; o de una total falta de planificación y adecuación periódica de los centros escolares relacionados con los cambios demográficos y de planificación de las ciudades; o un modelo de enseñanza infantil, partida en dos, “sin pies ni cabeza”, producto de un muy grave error de la LOGSE, cuyo problema se va a acrecentar en estos tiempos y que otros países ya tienen solucionado, desde hace décadas; por no hablar de un diabólico calendario y de tiempos escolares inflexibles, absolutamente absurdos. Ya no digamos, para terminar, de la falta de apoyo (REAL) compensatorio a la ruralidad o al alumnado que necesita atención especial y/o específica, por diversidad de situaciones personales y/o familiares… Y así… nos llega esta contingencia y nos encuentra: “con el culo al aire”.

Como se ha podido observar, tanto en Sanidad, como en la atención a personas mayores dependientes, ha sido un caos y ha costado muchas vidas de forma innecesaria, por falta de previsión/planificación, y de privatizaciones vergonzantes… Habiendo unos responsables políticos, con nombres y apellidos. Situación que viene de muy lejos y pertenecen a casi todos los colorines políticos.

Pues en Educación, las cosas no han sido, por ahora, tan caóticamente visibles, ya que -de momento- se barren debajo de las alfombras. No sé si algún día, saldrán esas pelusas.

Pero, sin embargo a pesar del cierto caos en la muy desigual atención educativa, que ha generado el confinamiento… el actual gabinete ministerial está empeñado en sacar “SU propia modificación de Ley”, por enésima vez (la LOMLOE)… que, por cierto, ya en su denominación lleva la “penitencia”.

Un proyecto, en mi opinión, anticuado y algo chapucero en lo fundamental, una vez más, cargado de retórica y de un pegajoso “buenismo”, pero nada práctico, muy corto de miras y, una vez más, sin financiación y, aun más, con lo que se “nos viene encima” en cuanto a las Cuentas Públicas.

Respaldado, eso sí y (quizá) con razón, por quienes claman que la nefasta LOMCE… en su parte más cruel con la enseñanza pública… “se tire a la papelera”. Pero este proyecto de LOMLOE del PSOE no va a ser suficiente para lo que, realmente, haría falta.

Primero, porque no es nada atrevido, se trata de un ligero maquillaje y, en segundo lugar, porque haría falta una Ley radical que nos sitúe, de verdad, en el siglo XXI, el de la era digital, el siglo del conocimiento, donde lo PÚBLICO debe recobrar un gran protagonismo y contribuya, de verdad, a la compensación de las desigualdades sociales e individuales.

El camino para un modelo de Enseñanza del futuro nos lo acaba de mostrar esta pandemia, más allá de los cientos de libros, artículos, investigaciones… que lo viene reclamando, desde hace años.

Pero los poderes públicos, de cualquier color, miraban y parece que siguen mirando hacia otro lado. Y ahora: ¿Qué?: ¿Aceptamos una nueva improvisación que generará, estoy seguro, una mayor brecha social, por más interés que pongan los profesionales, las familias e, incluso, el alumnado?.

El plan de desescalada que el Ministerio prevé, para la vuelta a las aulas hacia mediados de septiembre, que dependerá de las actuaciones de las comunidades autónomas, pues son ellas las que fijan la fecha de inicio de curso y otras muchas cuestiones, al tener delegadas las competencias.

La iniciativa de que se regrese en grupos reducidos, de apenas quince alumnos y alumnas por aula, posiblemente en alternancia, de mañanas y tardes… para evitar que se incumplan las medidas de distancia social, va a ser más factible en unos territorios que en otros, en unas centros que en otros, en unos barrios que en otros… y en según qué edades y cursos.

Todo un reto para los poderes públicos (ayuntamientos y CCAA y para el MdEyFP en Ceuta y Melilla), para los claustros y los equipos directivos, para el personal auxiliar, para las familias y, por supuesto, para los verdaderos protagonistas: el alumnado.

Porque todo ello depende de las edades, del trabajo (fuera de casa) de padres, madres y tutores… y de la situación específica de cada centro escolar. Pero, sobre todo, de la financiación. Sin financiación adecuada, muchas cosas se “irán al carajo”. También de la profesionalidad de los docentes y de la capacidad de adaptación de las familias, todas iguales, todas diferentes.

Sólo espero que esta contingencia al menos sirva para hacer recapitular a los responsables políticos, de que tenemos un Sistema Educativo muy anticuado, poco flexible y muy desigual… y que hay que “remangarse”, cuanto antes mejor… para idear y poner en marcha otro nuevo, no sólo pensando en la agenda 2030 (que a mí no me convence), … sino en el año 2050, por lo menos.

Un Sistema único, público, por supuesto laico, muy flexible, inclusivo, democrático, ecológico y digital, donde los profesionales docentes han de situarse (haya más o menos resistencias) en este nuevo escenario obligatoriamente (como está ocurriendo en otras profesiones) y, para ello, no sólo es necesario una muy renovada formación permanente del actual profesorado, sino un modelo de acceso a la función y trabajo docente muy diferente y unos planes de estudio universitarios teórico-prácticos, muy distintos a los actuales. Y ahí, la investigación universitaria, tendría mucho que decir.

La mercantilización de la Enseñanza que propicia el Tratado de Lisboa (2007) y del cual “bebieron” la LOE, y, sobre todo, la LOMCE, además de otros sistemas educativos en el conjunto de la UE, está siendo nefasto, al crear mayores brechas sociales. Por ello, una nueva Ley orgánica debería abandonar la privatización, directa e indirecta, del Sistema. Pero, la verdad, hoy por hoy, no soy muy optimista.

Francisco Delgado Ruiz

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