En Vida Socialista, en su número del 21 de abril de 1912, se publicó un artículo sin firma sobre el “humanitarismo católico”, que rescatamos porque nos permite seguir ahondando sobre lo que el socialismo español pensaba de la conciencia social de la Iglesia.
El autor afirmaba que la prensa católica solía afirmar que los católicos eran los propulsores de las reformas en relación con el proletariado, pero hacía falta mucho valor para realizar dicha afirmación porque todo el mundo sabía que el catolicismo estaba vinculado a los ricos, recomendando siempre la resignación de los pobres, y que la Iglesia siempre había permanecido insensible a acciones en favor de los oprimidos.
Nuestro protagonista aludía a la Historia para demostrar sus aseveraciones, y cómo al iniciarse la época contemporánea la Iglesia había comenzado atacando “el movimiento emancipador”, pero había querido aprovecharse del mismo al contemplar la fuerza de las organizaciones obreras y al notar que los partidos políticos incluían en sus programas muchas aspiraciones de la clase trabajadora. De ahí que había promocionado la formación de Círculos, Cajas “más o menos usurarias”, y de que el clericalismo se atreviese a decir lo que decían con desenfado.
La Iglesia, por lo tanto, había intentado adaptarse al medio para que se olvidase la memoria de sus largos siglos de dominación, crueldad, avaricias, guerras, etc.
Había sido León XIII el primero de los papas que había escrito que si por socialismo se entendían las tentativas para mejorar de “modo progresivo, prudente y razonado” la situación de las clases desfavorecidas, y que si se aplicaba el término a los esfuerzos hechos para obtener más justicia social en el gobierno de los hombres no se podía buscar un fin más noble. León XIII había sostenido que tratar la cuestión social era continuar la obra del cristianismo.
Pero las declaraciones del papa, que se habían pretendido que pasaran como una iniciación de su “santidad” no eran el fondo, como había explicado Alfredo Calderón (en referencia al destacado periodista republicano de pensamiento krausista), otra cosa sino una especie de llamada destinada a “prevenir los excesos comprometedores de un celo ultramontano poco discreto”. Además, nuestro autor consideraba que la encíclica de la cuestión social podría haber sido suscrita por mitades Bastiat y Lassalle.
El artículo insistía en que los católicos habían predicado a los pobres la paciencia y a los ricos la caridad, pero los unos se habían cansado de ser pacientes antes de que los otros se hubieran decidido ser caritativos. Así pues, aunque la predicación llegara a enternecer el corazón de los poderosos, nunca se resignarían los desheredados a recibir limosnas, porque lo que ahora reclamaban era justicia.