En algunos sectores de la Masonería se desarrolló un evidente anticlericalismo y una clara aversión hacia los jesuitas. Prueba de ello sería un artículo que se publicó por la redacción de Las Dominicales del Libre Pensamiento en su número del primero de mayo de 1894. En el mismo aparecen muchas de las razones y hasta de los tópicos que al anticlericalismo destiló contra la Compañía de Jesús. El artículo iba dirigido a la Masonería española para que se movilizara.
En la columna se afirmaba que el jesuitismo había sido aniquilado hacía un siglo, seguramente en alusión a la expulsión de la Compañía en tiempos del despotismo ilustrado, pero que en el presente extendía su influjo por todo el país. Mientras los trabajadores sufrían y el Estado desatendía sus obligaciones por falta de ingresos los jesuitas levantaban palacios y acumularían riquezas. Los jesuitas, además, acaparaban la enseñanza privada, supuestamente envenenando la generación futura, inculcando máximas condenadas por el progreso y “por la misma Iglesia Católica”.
Estos hechos empobrecerían y envilecerían, según el periódico librepensador, porque hacían triunfar la hipocresía, la ignorancia y el fanatismo.
Para el periódico era hora de que la Masonería cumpliese su deber, y que no era otro que expulsar a los jesuitas de España. Había que organizar una continuada y enérgica campaña en contra del “jesuitismo”. Se aludía al hecho de que el conde de Aranda, un masón había limpiado en el siglo XVIII al país de masones, aunque sabemos hoy en día que no fue masón nunca.
Así pues, Sagasta, al que se le recordaba su condición de masón (este personaje sí lo fue) no debía tolerar que el “jesuitismo” se impusiera. A un lado estarían en el Gobierno “masones conspicuos”, y debían cumplir con sus juramentos en “el Templo de la Verdad y de la Justicia”, es decir, que se estaba haciendo un llamamiento para que fueran fieles a su espíritu masónico, un asunto que, no cabe duda, es polémico porque supondría, en cierta medida, dar justificación a los sectores integristas sobre el papel de la Masonería contra la Iglesia, y contradecir algunos principios masónicos en relación a que como institución no debía influir en el devenir del país.
El artículo señalaba que en España existía una “poderosa falange masónica”, con centenares de logias que trabajaban activamente, y ellas habían preparado los hechos históricos contemporáneos más trascendentales para “el progreso patrio”, y de las mismas habían salido los que habrían vertido su sangre por la libertad. Así pues, dicha falange debía ponerse en marcha organizando mítines, manifestaciones y protestas contra los jesuitas, y que se obligue a que se cumpliese la ley no derogada de la expulsión de los jesuitas. Debía verse el poder del liberalismo en España, y que no se retrocediese, y en ello estaban interesados todos los “buenos patriotas, todos los liberales”. Así pues, “que la Masonería cumpla con su deber”.