Javier, de 58 años, lo tiene todo preparado para morir, pero no puede porque el Gobierno madrileño no ha formalizado aún la comisión de garantía y evaluación, el órgano encargado de supervisar y autorizar la eutanasia en Madrid.
Tres meses después de la entrada en vigor de la ley de eutanasia, las comunidades autónomas de Madrid, Andalucía y Extremadura siguen sin poner en marcha las comisiones de garantía y evaluación, los órganos encargados de supervisar cada caso y autorizar la prestación, según denunció el pasado este viernes la asociación Derecho a Morir Dignamente.
Este retraso está ocasionando la paralización de hecho de la eutanasia y que surjan casos como el de Javier, un madrileño enfermo de ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica). Según cuenta a la cadena Ser, Javier, de 58 años, sufre desde hace un año la enfermedad, está en una silla de ruedas, casi no puede mover las manos y apenas puede dormir por el dolor. Javier acusa a la Comunidad de Madrid de «alargar» su sufrimiento. Quiere morir dignamente pero no le dejan.
El diagnóstico le llegó en diciembre de 2020, cuando en el Congreso se estaba debatiendo la ley de la eutanasia. «Desde el primer momento, no tuve ninguna duda, sabía que no me quería quedar en una cama tumbado, mirando al techo e intentando comunicarme con los ojos», ha declarado Javier a la cadena Ser.
Pese a su voluntad de morir con dignidad, el hospital del 12 de octubre de Madrid, donde le están tratando, le ha mandado un equipo de la Unidad de Paliativos para convencerle de que no solicite la eutanasia. «Me intentaron convencer de que no solicitara la eutanasia, me preguntaban que si había pensado en mi familia, que tenían pacientes que llevaban ocho años postrados, que se comunicaban con los ojos y que eran felices. Yo les dije que me daba igual, que no quería seguir sufriendo», explica Javier.
Javier lo tiene todo preparado, a la espera de que la Comunidad de Madrid apruebe la Comisión de Garantías. Hasta se ha despedido de sus familiares y amigos. «Van a venir dos enfermeras y dos doctoras; una de ellas, la neuróloga, que me va a poner el chute. Primero me van a sedar un poco y luego ya me ponen la inyección. Se van a quedar conmigo en todo momento. Me han dicho que tarda en hacer efecto entre dos minutos y, como mucho, una hora. No tengo miedo, si por mí hubiera sido me lo hubiera hecho hace tres meses. Soy creyente, aunque no voy a misa, creo en Dios, pero en el Dios Padre que no quiere que su hijo sufra. Sé que no voy a hacer nada malo», explica Javier.