Críticas también al Islam, especialmente en lo referente al burka
Históricas son las bofetadas que la Iglesia Católica recibe este año en el Carnaval de Basilea. Toda la mala leche suiza, escondida durante el resto del año, sale a paseo estos días por las calles de la ciudad situada a orillas del Rin.
Irónicamente es la plaza de la Catedral protestante la que acoge hasta este jueves los faroles artesanales de papel decorados con pinturas en las que se critica los casos de pederastia que salpicaron a curas del país alpino en 2010. Bajo el título de 'Confelatio' uno de los faroles muestra a un menor arrodillado practicando una felación a un sacerdote, con la connivencia de un segundo capellán. Otro, casi igual de explícito, muestra los pies desnudos del Papa bajo una sábana, de la que también sobresalen los de un menor. En un tercer farol, aparece el Santo Padre ofreciendo un caramelo a una niña mientras cruza los dedos detrás de la espalda.
Los basilienses no se cortan tampoco en sus críticas mordaces al Islam, en particular en lo que al uso del burka se refiere. Desde hace meses, los musulmanes más conservadores que habitan en el país alpino se niegan a que sus hijas acudan a las clases obligatorias de piscina, si no se pueden cubrir con un 'burkini'. Son varios los faroles que reflejan esa polémica, algunos incluso mezclándola con ironía con el debate que rodea a la prostitución en Suiza (donde es legal a partir de los 16 años).
El Carnaval de Basilea, conocido como Fasnacht, es el único de origen protestante de todo el mundo, por lo que al seguir el calendario reformista se celebra una semana después que el resto. A pesar de ser uno de las fiestas populares más bellas del centro de Europa, sigue siendo una joya desconocida para la mayoría fuera de estas fronteras. La fiesta se extiende ininterrumpidamente a lo largo de 72 horas llenas de desfiles y conciertos de canciones en los que hay sobredosis de sorna e ironía.
Fasnacht arrancó el pasado lunes a las cuatro de la mañana con el Morgenstraich. Con puntualidad helvética, las luces de toda la ciudad se apagaron para dar la bienvenida a los faroles (de hasta dos metros de alto) que pasearon las comparsas al son pegadizo de flautines y tambores. Así, iluminaron las calles de Basilea hasta la salida del sol.
A pesar del humor, no hay que olvidar que los suizos son, también durante "los tres días más bonitos de Basilea", suizos. No es un Carnaval desmadrado de carcajadas, sino de sonrisas inteligentes, un cabaret gigante en el que los 15.000 integrantes de las comparsas se ríen de la clase política y de la sociedad a la que pertenecen.
Es en los dos desfiles principales donde los grupos carnavaleros exhiben todo su armamento. En el del lunes por la tarde, que se repite este miércoles, se vieron por primera vez las máscaras de papel maché y los trajes, también inspirados en el tema de burla escogida por cada comparsa. Además de la Iglesia Católica y el Islam conservador, se vieron críticas a la contaminación provocada por el vertido de BP en el Golfo de México; al secreto bancario suizo; a Sarkozy (presentado como un pequeño Napoleón); o a la invasión de la tecnología 3D.