Asóciate
Participa

¿Quieres participar?

Estas son algunas maneras para colaborar con el movimiento laicista:

  1. Difundiendo nuestras campañas.
  2. Asociándote a Europa Laica.
  3. Compartiendo contenido relevante.
  4. Formando parte de la red de observadores.
  5. Colaborando económicamente.

Tiene Orihuela una cruz…

Para los autores del teatro del absurdo (Ionesco, Beckett, Genet, etc.), la vida humana no tiene sentido porque las palabras tampoco lo tienen. Como consecuencia, las relaciones entre los seres humanos están marcadas por la incomunicación. Las obras de estos atormentados autores insisten una y otra vez en denunciar que el lenguaje de la sociedad está tan anquilosado y envejecido, que hay que destrozarlo; y para conseguir su propósito representan sobre los escenarios un hermoso y dramático caos ininteligible, lleno de situaciones sin sentido, de ingeniosas ambigüedades, de absurdas paradojas, y angustiosos silencios. Payasos y bufones que no se entienden, que se aburren, que a veces ríen y a veces lloran, interpretan ridículas escenas con absurdos y caprichosos diálogos surrealistas, envueltos en extraños ambientes oníricos. Todo con la intención de sorprender al espectador y mostrarle el lado absurdo de la vida y lo cotidiano de la incomunicación.

Al hilo de lo absurdo, imaginemos un escenario con un gran decorado en el que se dibuja una sierra (la Muela) con una cruz latina de hierro clavada en su cima, y más abajo la silueta recortada de una ciudad llena de campanarios que se refleja en un oscuro río. No es difícil imaginarnos envueltos en esa escenografía como personajes de una obra que se representa diariamente, la mayor parte de las veces actuando como figurantes (“Todo el mundo es teatro y todos los hombres y mujeres no son sino histriones”, decía Shakespeare) De repente, sobre el tapete, aparece alguien con toga que se confiesa anticlerical militante (el antagonista), señala la cruz, y grita que hay que retirarla de allí porque está situada sobre suelo público. La escena es sorprendente pero tiene sentido, no es tan absurda e increíble como algunos creen. Rápidamente un coro de máscaras sacadas del carro de Tespis, canta con una sola voz: ”¡Son ganas de polémica!, ¡Son ganas de polémica!”. Acto seguido (nunca mejor dicho), algunos corifeos separados del coro argumentan contra la opinión del togado. Uno de ellos, personaje muy significado, dice: “Defenderemos a ultranza (hasta la muerte) la permanencia de la Cruz de la Muela porque es un símbolo de convivencia más que religioso”. Otro dice: “La cruz es una seña de identidad de los oriolanos”. El siguiente afirma: “Es un símbolo del pueblo”. Uno, menos comprometido, dice que “es un debate estéril”, y otro, con cierta solemnidad, aconseja seriamente que no podemos ir contra los “símbolos que hace suyos el pueblo”. Pero aún queda el personaje que con frases sutiles pretende evangelizar a los no creyentes diciéndoles que la cruz “no excluye absolutamente a nadie”. Sorprendentemente, ninguno se refiere a la cruz por lo que es, nadie dice que, como católico, quiere que la cruz siga estando allí porque es símbolo de su fe. Todo tendría más sentido, pero no, todos se camuflan en un discurso cínico y surrealista para no llamar a las cosas por su nombre. El personaje togado ha iniciado acciones legales porque piensa que ese artefacto es una cruz latina situada en terreno público que representa a una religión, a una creencia, y es un símbolo que tiene, por lo tanto, significación religiosa, y la colocaron allí, hace mucho tiempo, personas creyentes con la intención de proclamar su fe, marcando territorio católico,”ahuyentar tempestades” y “espantar demonios”. Sólo el demandante se ha referido a ella dándole la significación que tiene. Por eso su demanda. “¡Son ganas de polémica! ¡Son ganas de polémica!”, grita el coro visiblemente enfadado, rodeando al togado y amenazándole con el puño.

Sembrar la confusión manipulando el lenguaje para ocultarnos la verdad, hacer creer que ciertos símbolos no significan lo que significan sino lo que a ellos les conviene que signifiquen es peligroso. Cuando las palabras y los símbolos se metamorfosean ocultando su verdadero significado nos situamos en la antesala del totalitarismo.

Orwell nos avisa, en su novela “1984”, que si los ciudadanos no estamos atentos y lo evitamos, el poder (el que sea) manipulará cuando sea preciso la percepción de la realidad, falseándola en su beneficio con la intención de controlar la opinión pública. Un objeto blanco puede ser negro si el poder dice que es negro. Se requiere gran habilidad mental, dice en su novela, para autoconvencerse y comprender la “neolengua”. El ejemplo de la Cruz de la Muela ilustra muy bien la manipulación de la percepción de la realidad. Por ese camino vamos.

En el nuevo diccionario de la “neolengua” la cruz latina ya no es una cruz latina. Sabemos que algunos, al referirse a ella, han dejado a un lado su significado religioso para decir cualquier cosa que la justifique. Por ejemplo: alguien con buena intención (sin duda) y con gran desconocimiento de la historia ha calificado a la cruz como “un símbolo de convivencia”. Alguien, que además tiene mala memoria dice que “las cosas de Dios no se imponen, se proponen”. Otro, con un argumento “antológico”, comparando preceptos ceremoniales de otras religiones con la suya, justifica que la cruz tiene que permanecer allí porque es una cosa buena, “no hay mal que cien años dure”, y la cruz lleva allí arriba más de cien. Además se da la circunstancia de que alguien de su familia colaboró en aquella acción heroica. No estamos tan lejos del teatro del absurdo en la vida diaria; pero sin ser tan abstractos y metafísicos podemos adjudicar estas expresiones al teatro de lo cotidiano (Wenzel), el que plantea situaciones en extremo realistas con diálogos plagados de tópicos. También pueden encajar estos monólogos en el teatro de la crueldad (Antonin Artaud), el que somete al espectador a una máxima tensión emocional donde la palabra va más allá de su valor y significado común y se convierte en un objeto con el que se puede golpear a alguien. Sin embargo, está claro que estamos lejos aún de los argumentos del teatro de tesis (Ibsen, Sartre). Hoy necesitamos interpretar cotidianamente esos textos cargados de profundos mensajes que aspiraban a cambiar la sociedad.

El tema da para mucho (la vida es puro teatro), hasta para decir barbaridades como ésta: “Al que le moleste la presencia de la Cruz de la Muela,… que no la mire”. Puede que este oriolano que habla en nombre de todos, incluyendo a las “gentes de la Vega Baja”, tenga algo de razón; pero nosotros, mientras esté la cruz allí, “en lo alto”, la miraremos para decir eso de: “Tiene Orihuela una cruz…y qué cruz… señor…qué cruz.”

Total
0
Shares
Artículos relacionados
Total
0
Share