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Semana Santa

Hoy es domingo de Ramos y todo está programado al milímetro: la procesión de la Borriquita con sus palmas y olivos, niños y niñas cantando loores al Señor y damas encopetadas con teja y mantilla y varas de mando de la cofradía respectiva en plata y oro a cual más bonita y lujosa. Y hoy, curiosamente, ha coincidido con el 88 aniversario de la proclamación de aquella frustrada II República Española, que vino sin sangre y desapareció con un millón de muertos y cuarenta años de dictadura y con aún más de 125.000 muertos enterrados en cunetas y tapias de cementerios. Eso sí, ganamos una patria de destino en lo universal, años de hambre y silencio y muerte, y una muy católica y apostólica España con una iglesia que estaba metida hasta en la sopa. Pero eso es historia.

Y lo que hoy comienza es una semana de exaltación y pavoneo de las distintas cofradías con nombres peregrinos y a cuál de ellas luce el paso más rico, más engalanado y con más participantes. Palios lujosísimos bordados en oro y plata; bandas de música vestidos como si fueran almirantes del imperio alemán; estandartes que parecen filigranas bordadas en plata y oro; riqueza por todos lados y a ver quién lleva el paso más recargado y hortera, y cuál hace más ruido de fanfarrias. Y los penitentes y los hermanos mayores de las distintas cofradías con manteos y varas de mando luciendo el palmito. Y luego las tribunas para aquellos que puedan pagarse el uso de un sitial en la carrera oficial. Toda la calle Ganivet desmantelada para instalar dichas tribunas y el palco de honor que parece que hay la fiesta de la Constitución con la entrada por la puerta de los leones: cuánto lujo y con marquesina para evitar que los magnates puedan evitarse el sol o la lluvia, o la mirada curiosa de los viandantes.

Se dice que es una tradición antiquísima y que ello conlleva un aumento del turismo y una rentabilidad en divisas. Y llevan razón; es antiquísima, más de dos mil años, ¿pero aquel Jesús de Nazaret le seguía toda esa parafernalia que ahora resaltan? La verdad que no sé qué pensar. ¿Qué diría Jesús si apareciera por una esquina vestido de mendigo y predicando el amor, la tolerancia y la justicia? Yo, francamente, creo que lo volverían a crucificar para que callara y poder seguir otros dos mil años con la tradición. Esa es la iglesia de los pobres.

Y luego las imágenes: vírgenes que lloran lágrimas de perlas; cristos crucificados o subidos a un burro; o coronado de espinas; o colgado en la cruz en una lenta agonía. Menuda religión que nos han dejado: muerte, culpa, desolación. ¿Pero la religión no debe ser un motivo de alegría y felicidad? Y encima las bienaventuranzas donde solo los que sufren, penan o son despreciados alcanzan la gloria; y mientras, los mandamases y los ricos pueden disfrutar de las bienaventuranzas de este mundo –véase la vigilia sin poder comer carne; claro que ellos la cambian por mariscos-, y luego se confiesan y disfrutan de las glorias y gozos eternos. ¡Así cualquiera! Pero, ¿y los pobres y desheredados de la tierra? ¿Se mueren y encima van al infierno por no poder pagar las misas que los rediman de sus pecados? Y, aunque sea un poco irreverente, recuerdo algo que yo oí en mi juventud: “Quien nace pobre y feo, se casa y lo hacen cabrón, se muere y va al infierno, ¿qué tiene que agradecerle a Dios?”

¿Y qué podemos decir de ese enorme crucificado que cada año saca la legión en procesión a los acordes del himno “Soy el novio de la muerte”? Sólo le falta ponerle al cinto dos pistolas (Vox quiere que todos los hombres de bien vayan armados), y que como ya fue, hubiera que ir obligatoriamente a las procesiones o a las misas. ¿Dejarían a Jesús sentarse en la tribuna de las autoridades si apareciera con las espinas y vestido con solo una raída capa? ¿Pero no es España, según la Constitución, un estado aconfesional y laico? ¿Nadie destaca ese aspecto de nuestra Carta magna?

¿Y esa advocación de Jesús el rico? Y encima tiene el privilegio de liberar a dos condenados por la justicia. ¿Sólo los ricos pueden tener ese privilegio? Y se ve que sí, porque el hijo de Pujol ya goza del tercer grado solo setenta días de estancia en la cárcel pese a estar condenado por ladrón a dos años y medio. Claro que Jesús no fue en esto un buen ejemplo: perdonó al ladrón Dimas que estaba crucificado como él.

Yo no quiero caridad ni misericordia, quiero justicia, libertad y paz. Que todos los seres humanos tengan un mínimo de dignidad vital y puedan desarrollar su vida lo mejor posible. Pero los ricos, sólo quieren su propia riqueza y que encima les alabemos el gusto por estas tradiciones de lujo y derroche de la semana llamada “santa”.

Sé que esto me puede causar problemas y excomuniones si lo pudiera hacer público, pero al menos descargo mi rabia y mi impotencia ante una sociedad hipócrita y, como dijo Jesús, “sepulcros blanqueados”.

Manuel Arredondo Valenzuela

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.

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