Le leí ayer a un padre preguntarse en un artículo periodístico ¿qué mal le puede hacer a nuestros hijos que en la escuela les enseñen que existe un Dios que les ama y que cuida de ellos? Hombre, quizá el problema no es que eso se lo enseñe usted -hasta donde algo así se puede enseñar, claro-, pero en la escuela lo lógico sería que no les enseñasen asuntos indemostrables y sin base científica por mucho que vengan de milenios atrás.
La religión católica -y la musulmana, que el Gobierno de Navarra se ha visto obligado a admitir porque lo obliga una ley de rango superior, y todas- deberían estar fuera de las escuelas públicas, ni siquiera como asignatura optativa.
Estamos en un país laico y aconfesional y solo por acuerdos con el Vaticano y la Comunidad Musulmana no se justifica que se imparta ni una sola hora de una materia que se fundamenta única y exclusivamente en hechos imposibles de demostrar, creencias respetables pero completamente alejadas de cualquier evidencia científica y por tanto ética mínimas y en la historia que de todo esto se ha ido derivando a lo largo de los siglos, sea la hora u horas de religión que se imparte de cualesquiera de las cientos de confesiones religiosas existentes.
No tiene un solo pase que el alumnado público en lugares públicos pagados con dinero público aunque sea optativamente estudien materias así. Fuera de ese marco, que cada cual estudie lo que quiera y eduque a sus hijos en las creencias que quiera, pero que dejen las escuelas en manos de lo demostrable e incluso la propia historia de la religión o de las religiones en manos de quienes desde fuera de la escuela pública tengan interés en enseñarla.
Los seres humanos como tales tenemos -todos- valores y virtudes suficientes como para aprender de ellos sin necesidad ninguna de que nos sean enseñados emanando de múltiples creencias tan respetables como inverosímiles
Jorge Nagore
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