Estamos ante una situación similar a la del caso de las caricaturas de Mahoma aparecidas en un diario danés hace un año, con la diferencia de que ahora es el Papa quien ha propiciado la ira musulmana. Como entonces, la reacción empieza a ser desmesurada y como entonces debe defenderse la libertad de expresión, un derecho del que no están excluidos los dirigentes religiosos. Sería ingenuo pensar que Benedicto XVI ha sido imprudente y es probablemente más acertado considerar que era consciente de lo que podía suceder al expresar su opinión. La polémica desatada, por tanto, es improbable que sea ajena a la voluntad del líder del catolicismo, pero sería injusto pedirle que renunciara al debate intelectual porque otros prefieren el grito a la confrontación dialéctica.
La caída de Siria · por Mikel Itulain
Quien sabe un poco sobre la posición de Siria hasta el presente de no someterse a imposiciones externas…