El prestigioso biblista publica ‘La utilización política de la Biblia’, un ensayo en el que desgrana la influencia del texto en los procesos políticos actuales, y la interpretación que muchos líderes hacen de los textos considerados sagrados para justificar sus decisiones
“La Biblia ejerce una influencia política real”, señala Rafael Aguirre, (Bilbao, 1941) catedrático emérito de Teología en la Universidad de Deusto y pionero en el mundo hispano en la aplicación de las ciencias sociales a los estudios bíblicos. En su nuevo ensayo, La utilización política de la Biblia (Verbo Divino), el prestigioso teólogo y biblista analiza el peso que la religión –y ese libro en particular– tiene en las estrategias y los discursos de las figuras políticas más relevantes del mundo.
“Trump vende biblias para sufragar su nueva campaña electoral para ‘hacer que América rece de nuevo’ (…) Los sectores evangélicos fundamentalistas son una de sus grandes bazas electorales”, ejemplifica. El teólogo señala al ex presidente de Estados Unidos, pero también a Jair Bolsonaro en Brasil, Giorgia Meloni en Italia e incluso Benjamin Netanyahu, que en una comparecencia en octubre de 2023, poco después de la invasión de Gaza, citó el libro del Eclesiastés con estas palabras: “La Biblia dice que hay un tiempo para la paz y un tiempo para la guerra, y este es tiempo para la guerra”. Luego trazó un paralelismo entre el conflicto con los palestinos y los amalecitas, que según los textos bíblicos se opusieron a los israelitas en su peregrinaje por el desierto al salir de Egipto.
El primer ministro israelí ha llegado incluso a citar el Nuevo Testamento, pero para desmentirlo: “Nosotros no pondremos la otra mejilla”, aseguró. Para Aguirre, la utilización de los textos bíbllicos por parte de Netanyahu “es un gran problema, pero la cuestión más grave es la deriva del estado de Israel”. Con la mirada puesta en el genocidio en Gaza, Aguirre subraya que “cada vez tiene más peso un sionismo religioso y, por tanto, mucho más fanático e intransigente”.
Su libro se titula La utilización política de la Biblia. Algo que sucede desde que el mundo es mundo, ¿no?
La Biblia es un clásico de nuestra cultura occidental. Ha influido en el arte (música, pintura, escultura…), en las costumbres, en el lenguaje popular, y también en la política, por supuesto. Es patrimonio de la humanidad y se puede leer legítimamente de muchas maneras, por un interés literario, arqueológico, histórico, antropológico. Un libro amplio, abierto a interpretaciones distintas, muchas de las cuales pueden ser legítimas. En mi libro descarto las interpretaciones apologéticas y fundamentalistas.
¿Es la Biblia un libro político?
La Biblia es un libro antiguo, religioso y profundamente político. No habla del mundo divino, de la generación de los dioses, sino de un Dios que interviene en la historia. La Biblia habla de unas tribus esclavas que salen de Egipto, que entran en relación de alianza o de confrontación con otras tribus, que llegan a formar un pequeño estado… Es una serie continua de avatares políticos.
El Nuevo Testamento, que nos es más familiar, habla continuamente del poder romano. Hasta la cruz es un patíbulo reservado a los subversivos políticos. La lectura religiosa de la Biblia no puede desconocer su dimensión política, de discernimiento de una historia política.
El paradigma político de la Biblia –salir de la esclavitud, caminar por un desierto lleno de dificultades y aspirar a una tierra donde vivir libres– tiene una gran influencia en el discurso político moderno. Son escenarios de la modernidad, porque la Biblia ejerce una influencia política real cuando el pueblo pudo finalmente leerla, después de la invención de la imprenta. Por eso, durante mucho tiempo la Iglesia católica impidió la lectura personal de la Biblia.
En su ensayo habla de distintas influencias de la Biblia, especialmente en Estados Unidos.
El uso de la Biblia es especialmente importante en ese país. Y se ha usado de formas muy diferentes. Pensemos en Martin Luther King, con unas referencias magníficas a la Biblia o ahora mismo en Donald Trump, que tiene en los evangélicos fundamentalistas una de sus bases electorales más importantes. Trump ha hecho una edición de la Biblia, que vende a 60 dólares, para sufragar la nueva campaña electoral y en el vídeo promocional dice que “la Biblia es el libro más importante y todos los norteamericanos deben poseerla”. Después agrega que tiene varias en su casa e incluso utiliza su lema “Hagamos América grande de nuevo” modificado: “Hagamos que América rece de nuevo”.
Uno de los pocos estados ‘teocráticos’, junto al Vaticano, es Israel…
La Biblia es la memoria social del Estado de Israel, con una presencia y un peso sin parangón en otro lugar. Desde su fundación en 1948, el estado de Israel ha tomado de la Biblia sus símbolos de identidad. Por eso en Israel la referencia a la Biblia se encuentra en todos los sectores, tanto creyentes como seculares.
Creo que lo religioso es un factor de máxima importancia en la política de nuestros días. El fundamentalismo islámico, en sus diversas modalidades, es teocrático, se basa absolutamente en interpretaciones del Corán. El sionismo fue una secularización de ideales bíblicos. Y digo ‘fue’ porque creo que cada vez tiene más peso un sionismo religioso y, por tanto, mucho más fanático e intransigente.
El primer ministro Benjamin Netanyahu es un gran problema, pero la cuestión más grave es la deriva del estado de Israel. El neosionismo, el de los colonos que se instalan por las bravas en los territorios ocupados por Israel en la guerra de los seis días de 1967, implica una lectura de la Biblia en línea fundamentalista y de apoyo absoluto en el Imperio de turno, lo que para los profetas sería la peor de las idolatrías.
América Latina, con la Teología de la Liberación, pero también con personajes como Bolsonaro, ¿también padece esta utilización del libro sagrado?
América Latina es el continente de la Biblia y se está pasando de una fundamentación bíblica de la Teología de la Liberación a un uso de la Biblia por los sectores más reaccionarios, que hablan de la Teología de la Prosperidad, según la cual la riqueza y la belleza son señales de la bendición divina. El discurso político soportado en los textos bíblicos tiene un exponente clave en Jair Bolosonaro, cuya bancada en el parlamento brasileño se denominaba popularmente la de las tres B: “buey (por su apoyo en las zonas rurales), bala, biblia”.
¿Y en Europa?
En Europa el uso político de la Biblia es especialmente importante en el Reino Unido. La Revolución francesa expulsó lo religioso de la vida pública, mientras que la inglesa se realizó en nombre de la Biblia. En el funeral de la reina Isabel y en la coronación de Carlos III la Biblia tuvo un puesto absolutamente central. Fue muy significativo ver a un primer ministro hindú leyendo en público el evangelio.
La Iglesia de Inglaterra es un caso de iglesia simbiótica con el Estado, no propiamente con el gobierno. Esto plantea problemas muy diferentes a los que desde su isla llaman “el continente”. La Iglesia proporciona brillo, liturgia, legitimidad, un aire de solemnidad caduco. Es una Iglesia en la que se cultivan los estudios bíblicos con enorme intensidad. Es un gran montaje, que parece ajeno al vaciamiento de vida en su interior.
Finalmente, Giorgia Meloni es un ejemplo de esa derecha sumamente conservadora, en auge en todo Europa, y en otros lugares, que se apropia culturalmente de los valores cristianos en el terreno político. Se apropia de una supuesta tradición católica muy poco bíblica en realidad.