Nuestros senadores despidieron ayer el año entonando un villancico en la presunta Cámara Alta. Cantaron en tan noble parapeto Hacia Belén va una burra, que a mí me parece una traducción poco libre del popular epigrama “gobernaré como dios manda”. En este año mariano, Rajoy ha demostrado eso. Que gobernar como dios manda es trotar, cual burra, hacia un belén, hacia un milagro, hacia una fe, hacia un intangible. Y eso que hasta el papa ha reconocido recientemente que en el portal de Belén no había burra ni buey. Y tan alta disquisición teológica, propia de un infalible, parece habérsele pasado desapercibida a nuestro presidente, teólogo de más que probada falibilidad. Y que sigue avanzando hacia Belén/Berlín encabezonado. Como una burra.
Mariano Rajoy ha protagonizado el año más negro de nuestra democracia. Ha superado incluso el listón del decepcionante José Luis Rodríguez Zapatero, o como se llamase, que creyó ver espejismos de brotes verdes en el desierto y se sentó bajo agosto a ver si florecían, mientras adoraba al oráculo diciembril de Merkel y enumeraba granos de arena sin poseer los suficientes conocimientos matemáticos.
A Rajoy no se le puede negar que es un tío más decidido que Zapatero. Él, basándose en sus creencias religiosas, camina como burra hacia Belén. Aunque la política que va haciendo en el trayecto viene siendo escasamente cristiana. Y un poco burra. Le roba a los pobres para dárselo a los bancos. En lugar de multiplicar panes y peces nos multiplica palos y heces (palos policiales y heces intelectuales: ¡que se jodan!). No respeta a los mayores y les baja ilegalmente las pensiones. Y no cura milagreramente a los enfermos, sino que les impone un copago por cada milagro. A este paso que va, yo creo que nuestra burra presidencial se dirige hacia Belén para entregarles a José y a María una orden de desahucio del portalito.
Como pobre que soy, al cumplirse este primer e inolvidable año de gobierno del PP saco la conclusión de que prefiero que no me gobierne un buen cristiano. Que los cristianos apliquen sobre otros su bonhomía. Que no nos crucifiquen y nos lanceen para hacernos parecidos a su adorado. Que no nos repartan más hostias. Que esperen a que nos muramos para mandarnos al infierno, pues en este infierno en vida hace un frío estrepitoso.
Un buen pedazo de hijodeputa que te explicite en su programa electoral que va a joderte, un fascista que te revela que va a fusilarte si no acatas sus caprichos, un dentista sádico o Jack el Destripador me parecen ahora más fiables, como gobernantes, que cualquier buen cristiano. Menos peligrosos que este gallego pusilánime que me gobierna como dios manda. Visto este annus horribilis, yo casi prefiero que se me gobierne al albur de las iniquidades de cualquier mal diablo, íncubo o súcubo. Satanás no hubiera estado más inspirado. Las siete plagas son una broma al lado de las 666 promesas electorales de Rajoy no solo incumplidas, sino hasta estupradas.
Después de este año de gobierno, uno no se aclara si Mariano Rajoy es tonto, nos considera tontos a nosotros o, sencillamente, es un enviado barbado del Maligno. El niño ñoño de La Profecía. Lo único que nos ha quedado meridianamente cristalino es que Rajoy es un cristiano convencido. No se sabe qué ha incumplido con más ferviente fe cristiana, si los diez mandamientos de la ley de dios o su sacrosanto programa electoral.
Reverente adorador del dios del agnosticismo, yo creo que lo que le pasa a Rajoy es que está gobernando como dios manda sin leerse los mandados de dios. Que considera que el programa de dios también está para saltárselo, para desmentirlo, para traicionarlo. De los diez mandamientos, yo malicio que solo ha respetado uno. Aquel que decía honrarás a tu padre y a tu madre. Paco Franco, Carmen Polo y todos sus herederos han sido los grandes respetados de este gobiernito. Por lo demás, insisto en que deseo que nunca jamás en mi vida o en mi muerte vuelva a gobernarme un buen cristiano. Los cristianos como Rajoy, para no traicionar sus verdaderos credos, te clavan en su cruz y te cobran los clavos. Y te suben el IVA del amén.