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Proclamación laica

Es el gobierno, las leyes, las instituciones, los servicios públicos -en especial la Educación- los que deben expresar y ejercer ese laicismo.

PASÉ la mañana del 19 viendo los actos de proclamación del nuevo rey, Felipe VI, al que deseo toda clase de aciertos en su cometido para bien de España y de los españoles. Muy simpáticos todos esos detalles de complicidad entre Felipe y Letizia que la prensa y las televisiones han señalado estos días. Y muy graciosas las dos niñas, la princesa de Asturias y la infantita, tan en su papel.

Pero hubo algo que a mí me llamó muchísimo más la atención: la ausencia de connotaciones religiosas en los actos. Ni un crucifijo, ni una alusión a Dios en la fórmula de jura de la Constitución, ni, por supuesto, un Te Deum, ni ritos de acción de gracias ni nada por el estilo. Algo completamente insólito en esta España baluarte tradicional del catolicismo occidental.

El hecho de jurar fue quizá lo más religioso que se vio. Si hubiera prometido se hubiera podido interpretar como una ruptura o una intención de distanciamiento en lo sucesivo respecto a la Iglesia. Luego, en el Palacio Real, entre las personalidades que pasaron a felicitar a los nuevos reyes, se vio a Rouco Varela, al que, por cierto, besaron la mano ambos, Felipe y Letizia. Nunca he comprendido cómo en un acto político, no religioso, un rey de España tenía que rendir pleitesía a una autoridad católica, como si en ese acto dicha persona estuviera representando a Dios y no a la entidad internacional a la que pertenece, es decir, como si ahí fuese autoridad religiosa, cuando lo es solo política.

Esa cuidada laicidad de los actos de proclamación vienen a demostrar que este país, por fin, ha comprendido lo de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, que dijo Jesucristo. Pero sobre todo ha sido una concesión, una muy calculada concesión, a quienes todos estos días, desde que se hizo pública la abdicación del anterior rey, clamaban por una consulta sobre la forma de gobierno y por la III República. La República es esencialmente y sobre todo democrática y laica. La monarquía de Felipe VI parece querer enviar el mensaje de que con tal atuendo también se puede vestir un rey constitucional. Ojalá. Sobre todo por lo laico. Pero no deja de ser solo un gesto de cara a la disidencia republicana. Es el gobierno, las leyes, las instituciones, los servicios públicos -en especial la Educación- los que deben expresar y ejercer ese laicismo. Pero la mentalidad es lenta en el cambio. Por eso Felipe VI dijo: "Juro…"

Arzobispo castrense entronización Felipe VI 2014

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