El primado de la Iglesia anglicana se sumó hoy al debate en torno a los símbolos religiosos en Gran Bretaña y advirtió a los políticos contra la tentación de decirles a los ciudadanos si deben llevar o no velo, turbante o un crucifijo al cuello.
En una carta abierta publicada hoy en el diario 'The Times', Rowan Williams, arzobispo de Canterbury y cabeza de la Iglesia anglicana, niega al Gobierno el derecho a decidir qué símbolos religiosos son o no aceptables.
Williams afirma: 'El ideal de una sociedad sin ningún signo visible de religión, sin cruces al cuello ni largos rizos (judíos ortodoxos) o turbantes (sijs) o velos (islámicos) es políticamente peligroso'.
Según ese hombre de Iglesia, que acaba de regresar de un viaje a China, donde el Estado regula en materia de religión, ese ideal 'parte del supuesto de que lo primero en una sociedad es una autoridad política dispensadora de licencias, que tiene los recursos necesarios para crear una moralidad pública viable'.
El prelado anglicano se suma así al debate originado por el ex ministro laborista de Asuntos Exteriores y actual líder de la Cámara de los Comunes, Jack Straw, quien criticó el velo islámico porque separa a los interlocutores y no contribuye a la necesaria integración de las comunidades del Reino Unido.
La oposición de Straw al velo fue inmediatamente secundada por otros políticos de su partido en lo que los observadores consideran como una vuelta atrás del Gobierno laborista con respecto al ideal de sociedad multicultural que había preconizado en un principio.
El debate sobre los símbolos religiosos cobró mayor intensidad después de que British Airways prohibiera a una de sus empleadas acudir al trabajo cara al público con una cruz visible en el cuello, lo que le valió acusaciones de doble moral ya que la compañía se permite a las musulmanas cubrirse la cabeza y a los sijs llevar turbante.
La intervención del arzobispo de Canterbury y de otros obispos anglicanos en el debate, como los de las diócesis de Southwark y Bradford, coincide con la marcha atrás que se ha visto obligado a dar el Gobierno en su plan de imponerles a las escuelas confesionales una cuota de alumnos de otra religión o no religiosos.
El ministro de Educación, Alan Johnson, ha renunciado a su proclamada intención de obligar a esos centros religiosos a admitir a un 25 por ciento de alumnos de alguna otra fe religiosa.
Johnson señaló, sin embargo, que había obtenido seguridades de la Iglesia Anglicana y la Iglesia Católica de que sus escuelas admitirían voluntariamente a alumnos de otras creencias, lo que hacía innecesarias las cuotas obligatorias.
Sin embargo, se ha sabido que Johnson recibió la visita de líderes de distintas religiones que denunciaron el intento del Gobierno de legislar en esa materia como innecesario y contraproducente.
La Iglesia Católica se proponía movilizar a los directores de sus escuelas para que hicieran campaña abiertamente contra esos planes del Gobierno.
En su carta en 'The Times', el arzobispo de Canterbury, señala que un visitante de Marte que llegase de pronto al Reino Unido podría imaginarse a la vista de los recientes acontecimientos que 'la mayor amenaza inmediata a la que se enfrenta al sociedad británica es una guerra religiosa'.
Esto ha llevado a algunos a preguntarse si no sería mejor que este país fuese una 'sociedad laica', dice Williams, quien desaprueba inmediatamente la idea: 'Transformaría nuestra cultura política mucho más radicalmente de lo que pensamos'.
Los laicistas no están, sin embargo, de acuerdo, y así Terry Sanderson, de la Sociedad Nacional Laica, afirma: 'Tal y como van las cosas en este país con el avance del Islam, las iglesias deberían considerar el laicismo como su mejor amigo. En caso contrario, vamos a terminar como en Irlanda del Norte o en Irak'.