Varios colegios relatan en primera persona cómo conviven con sus profesores de Religión sin carga horaria desde 2015
Hay maestros que colaboran en otras tareas, pero la Junta de Andalucía y el Obispado “lo prohíben”, aseguran los maestros.
Tampoco la Junta de Andalucía, que asigna los profesores a las escuelas; ni el Obispado, que decide qué profesores dan clases de Religión han aportado solución al problema.
El colegio público de Infantil y Primaria Santiago El Mayor, en el municipio gaditano de Medina Sidonia, tiene tres profesores de Religión, pero sólo uno de ellos imparte clases hoy. Las otras dos maestras acuden al centro los días y las horas que les corresponden, según su contrato laboral, pero desde 2015 permanecen en la Sala de Profesores sin hacer nada. En el curso 2015-2016, el claustro del colegio Santiago El Mayor decidió rebajar de 90 a 45 minutos semanales el horario de Religión y dedicar el tiempo ganado a otras áreas “más necesarias”, como la lectura. Como consecuencia de esta decisión -que venía amparada en una orden de la Consejería de Educación- hubo un desajuste “surrealista” entre las horas de Religión y el personal necesario para impartirlas, advierte el director del centro, Manuel Sánchez.
Hasta el curso 2015-2016, este colegio había necesitado tres profesores de Religión para cubrir las horas de la asignatura en todos los cursos de Infantil y Primaria: uno titular, a tiempo completo (25 horas lectivas más cinco de obligada permanencia) y otras dos maestras a tiempo parcial, la primera con dos horas y la segunda con cinco horas semanales. Cuando el centro redujo la asignatura de Religión a la mitad, estas dos maestras se quedaron sin carga lectiva. No había clases que impartir, pero nadie corrigió su contrato: la Consejería de Educación las mantuvo en el mismo colegio el curso siguiente -a pesar de que el centro había comunicado a la Junta de la reducción horaria (les bastaba con un solo profesor)-, y el Ministerio de Educación les siguió pagando por su horario íntegro. Estas dos maestras, como muchos otros docentes de Religión, tenían su jornada laboral repartida por varios colegios de la zona. En este caso, todos habían optado por acortar a la mitad las clases de Religión, de modo que llegaban temprano a una escuela, pasaban sus horas de contrato en la Sala de Profesores “sin hacer nada”, luego cogían el coche y se iban a la siguiente escuela, para volver a pasar las horas restantes de contrato “mano sobre mano”.
Tres años después siguen en la misma situación. “Están en la biblioteca o en la sala de profesores viendo pasar los minutos”, dice el director del Santiago El Mayor; “ellas se prestan a colaborar con otros compañeros, a vigilar los recreos o a cubrir tareas de otros. El problema es que no hay ninguna norma que les obligue a hacerlo y la Consejería nos ha advertido de que no pueden hacer otra cosa que no sea dar clases de Religión. Si las ponemos a vigilar el recreo y le pasa algo a un niño, nos la cargamos. Nadie quiere arriesgarse a sacarlas de esta situación kafkiana”. La situación del colegio Santiago El Mayor dio un salto más hacia el surrealismo cuando su profesora titular de Religión, la única que seguía impartiendo todas las horas de clases, se dio de baja por enfermedad. Las otras dos maestras de la asignatura sin carga horaria no pudieron sustituirla, porque tienen su propio contrato, y la Consejería tuvo que enviar al centro a otra profesora de Religión nueva para cubrir la baja. Cuatro salarios para una asignatura optativa que sólo imparte un maestro.
Preparar la boda en horas de clase
La situación que vive esta escuela de Medina Sidonia es compleja, pero al menos la relación entre las maestras de Religión afectadas y el resto del claustro no se ha enrarecido. En otros colegios el problema se ha agravado mucho más: el centro Maestro Juan González, de Los Barrios (Cádiz), también redujo a la mitad las clases de Religión en 2015, pero aún mantiene a dos profesores para la asignatura, una de ellas a tiempo completo y sin carga horaria. “25 horas a la semana cobrando su sueldo íntegro sin hacer nada”, dice el director, José Antonio Romero, que ha denunciado la situación por escrito ante el jefe de Inspección Educativa de su zona, la Delegación Provincial de Educación, y el Obispado de Cádiz. “Están tirando dinero público y las administraciones son conscientes de ello desde hace tres años. Usar dinero público a sabiendas de que se está desperdiciando un recurso de la Administración se llama prevaricar”, advierte Romero.
La maestra de Religión del colegio Juan González está de baja este curso, pero el primer año en el que se quedó sin carga horaria (2015-2016), “se dedicó a organizar su boda en la Sala de Profesores”, y el segundo año (2016-2017) “estuvo preparándose las oposiciones”, según ha denunciado el director ante sus superiores. “En ocasiones los compañeros le han pedido ayuda para cualquier actividad e incluso la han invitado a participar en actividades de refuerzo para que no desaproveche las mañanas. Pero se ha negado, dice que su contrato no la obliga, y ha respondido abiertamente que tenía que preparar su boda o sus oposiciones”, dice Romero.
En el colegio Don Luis Lamadrid, el director, Juan José Sánchez, también ofreció a la maestra afectada la posibilidad de dar clases de refuerzo “para que no estuviera cinco horas sentada en un despacho sin hacer nada”. “Pero dijo que su contrato no le obligaba y que el Obispado no se lo permitía, así que en esas horas se dedicaba a estudiar Inglés”, explica. Cuando otros compañeros se han puesto de baja por enfermedad, la maestra “tampoco ha podido o no ha querido sustituirlas. Es una situación angustiosa para ella, pero también para el resto de compañeros. Los interinos, por ejemplo, se ven discriminados y les parece una terrible injusticia”.
“Es un recurso baldío, un desperdicio”
En la escuela San Isidro, de Los Barrios, el director, Domingo González, explica que en su colegio quitaron horas de Religión, “no por razones ideológicas”, sino porque “necesitaban reforzar en Lengua al alumnado”. Aun así, admite que la decisión del claustro “nos creaba un cargo de conciencia porque dejábamos sin trabajo a las compañeras de Religión”. “Se lo dijimos a la Inspección y directamente a la Consejería de Educación, algunos hablaron con el Obispado de Cádiz y otros escribieron al Ministerio de Educación: tienen un recurso baldío desde hace tres años, profesores que cobran y no hacen nada, como si a la escuela pública le sobrase el dinero. Nos da rabia y pena, porque han estado tirando a la basura fondos para educación, mientras recortaban personal interino y reducían gastos para las escuelas. Esto es un dinero improductivo, y además las maestras de Religión afectadas están aburridas y tensas”, explica González.
La reducción horaria de Religión ha generado malestar en muchos colegios de Andalucía, enfrentando a los equipos directivos con los profesores afectados, que entendían que iban a perder su trabajo o ver reducidos sus sueldos. Ninguna de las dos cosas pasó, porque ni el Obispado ni el Ministerio de Educación modificó su relación contractual, pero dejó un poso de desconfianza y rencor en muchas escuelas. En la mayoría persiste la situación a día de hoy y han preferido no dar su nombre para este reportaje.
El director de un colegio de Cádiz, que pide anonimato, reprocha a la Consejería de Educación que “en tres años no haya dictado instrucciones por escrito para regular una situación kafkiana que ha deteriorado la relación entre profesores”. “La Consejería, a través de Inspección Educativa, nos advierte de que no podemos usar a estos maestros de Religión sin carga horaria para cubrir sustituciones o para clases de refuerzo en otras materias. Pero no nos lo dice por escrito. Nos da autonomía pedagógica para reducir el horario de Religión, pero cuando sobreviene esta situación nos responde con silencio administrativo. Nos ha echado el marrón a los directores”, asegura.
El claustro de esta escuela bilingüe decidió quitarle horas a Religión para reforzar las clases de Inglés, y la profesora afectada acusó al director de “dejarla sin trabajo”. “El claustro decidió reordenar el peso de cada asignatura por criterios pedagógicos, y porque el decreto de enseñanzas mínimas de Primaria nos lo permitía. Necesitábamos dedicar más tiempo a idiomas que a una optativa, pero eso tuvo una repercusión para la maestra de Religión que se quedó sin carga horaria y es la Administración la que debía haberlo corregido. Mi obligación no es generar o mantener puestos de trabajo”, subraya el director.
“No puedo estar de brazos cruzados”
Rocío es una de las maestras de Religión que lleva tres años sin carga horaria, pero con la obligación de seguir personándose en los colegios donde aún tiene repartidas sus horas de contrato. El mismo contrato que cuando daba todas las horas de clase: 18 horas semanales en la escuela de un municipio, y otras dos en una localidad vecina. Ella cuenta su situación a eldiario.es Andalucía bajo la condición de un nombre ficticio. Rocío es maestra de Religión desde 1999, cuando el Obispado le concedió “la idoneidad” para dar clases, y luego firmó un contrato laboral “indefinido” con el Ministerio de Educación. Ese contrato no ha sido modificado, aunque desde 2015 no tiene carga horaria, no imparte clases, y sigue cobrando lo mismo.
Rocío firma todos los días en el registro de entrada y salida de su colegio, igual que el resto de maestros. Cada jueves coge el coche y hace 30 kilómetros desde su localidad hasta la escuela donde, hasta 2015, tenía dos horas de Religión asignadas. Ahora se pasa las dos horas “aburrida, mirando las musarañas”. Cuando termina, coge el coche y se va a la siguiente escuela, donde según su contrato tiene otras 18 horas semanales de Religión que tampoco imparte ya. En el registro de control de asistencia de los profesores del colegio, Rocío dibuja un asterisco cada día y escribe a pie de página: “No estoy de acuerdo con este horario”. Cuando se quedó sin carga lectiva, en 2015, ella se lo comunicó al Obispado: “Debemos avisar si se reducen líneas (cursos) de Religión en nuestros colegios, por un descenso en el número de alumnos, por ejemplo. El problema es que se han reducido horario, no líneas, pero en mi contrato sigo teniendo las mismas horas asignadas, que ya no se imparten”.
La Archidiócesis de la que depende Rocío le ha dicho que “no puede hacer tareas de otras materias ni cubrir sustituciones”. “En teoría basta con estar aquí presente, a disposición del centro, pero la Junta le advierte al colegio de que no pueden mandarnos nada. Y el obispado tampoco: ni siquiera nos deja vigilar los recreos. Sé que me puedo meter en un lío, pero yo no puedo estar sin hacer nada. Si mis compañeros me piden que colabore, ayudo. No puedo estar horas de brazos cruzados sin hacer nada mientras el resto de maestros están desbordados”, advierte Rocío.
Tres años
El Ministerio de Educación lleva tres años pagando a maestros de Religión que no imparten clases, pero siguen acudiendo diariamente a su centro de trabajo y cobrando íntegro su salario. En 2015, la Junta de Andalucía dicta una orden que permite a los colegios rebajar al mínimo el horario de esta asignatura, acogiéndose a la nueva ley educativa (la LOMCE). Muchos centros optan por pasar de 90 a 45 minutos semanales, quedando decenas de profesores de Religión sin carga horaria en sus escuelas. Muchos de los colegios afectados advirtieron de la situación. Pero ni la Junta de Andalucía, que asigna los profesores a las escuelas; ni el Obispado, que decide qué profesores dan clases de Religión; ni el Ministerio de Educación, que es quien paga han resuelto el problema aún.