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¿Por qué el 8 de septiembre es el Día de Asturies?

En la Transición Conceyu Bable defendía que fuera el 25 de mayo, recordando el levantamiento contra Napoleón, pero ganó la Virgen de Covadonga, la propuesta de los comunistas.

El Día de Asturies cumple 40 años. Fue un 8 de septiembre de 1980 cuando Asturies celebró en Cangues d´Onís su primera fiesta, aún preautonómica. La Transición supondría una eclosión de reivindicaciones autonomistas en toda España. Catalunya y el País Vasco serían la locomotora de un tren en el que Asturies viajaría sin embargo en los vagones de cola. Sin un gran impulso autonomista popular, desde abajo, a finales de 1978 se constituía de manera bastante rutinaria el Consejo Regional de Asturias. Un dato curioso, al frente del organismo preautonómico estaba el histórico socialista Rafael Fernández, que siendo militante de las Juventudes Socialistas había ocupado un sillón como consejero del Consejo, primero interprovincial, después soberano, de Asturias y León, durante la Guerra Civil. Solo Josep Tarradellas, conseller de la Generalitat durante la Guerra Civil compartiría con Fernández la excepcionalidad de haber ostentado cargos de gobierno tanto durante la República como en el nuevo periodo democrático.

Rafael Fernández, consejero de hacienda y futuro presidente asturiano, primero por la derecha, en la foto del consejo asturiano de 1936-1937.

A diferencia de Catalunya, Euskadi y Galicia, con una larga tradición nacionalista portadora de símbolos que gozaban de cierto arraigo e impregnación popular, Asturies tendría que improvisar en pocos años bandera y fiesta, y oficializar como himno el “Asturias patria querida”, una canción archiconocida, pero asociada a la folixa y los efluvios del alcohol, que por aquel entonces nadie se imaginaba cantada en pie, de manera solemne, en un acto institucional. Los tiempos cambiaban rápido en este rincón del noroeste peninsular. El colectivo Conceyu Bable, fundado en 1974 por un grupo de universitarios asturianistas, sería clave en aportar a la naciente autonomía algunos de sus principales símbolos. Sería Conceyu el que “inventaría” la bandera asturiana a partir de la enseña diseñada por Jovellanos en 1808, y que las tropas de la Junta General habían usado en la lucha contra la invasión napoleónica. También el grito de “¡Puxa Asturies!” o la consigna de “Bable nes escueles”. Menos fortuna tendría sin embargo la propuesta lanzada por Conceyu en 1978 de convertir el 25 de mayo en la fiesta nacional asturiana.

Celebración del 25 Mayu en 1984.

¿Por qué el 25 de mayo? Para el asturianismo se trataba de una fecha emblemática ya que conmemoraba el día de 1808 en que la Junta General de Asturies se había declarado soberana ante el vacío de poder provocado por la invasión napoleónica, y había declarado por su cuenta y riesgo la guerra al “tirano de Europa”. Al frente de aquel movimiento revolucionario había estado Álvaro Flórez Estrada, liberal somedano, de ideas sociales y políticas muy avanzadas, que un año antes de las Cortes de Cádiz propondría para España una constitución federalista inspirada en el modelo de los EEUU. Según Lluis Xabel Álvarez, profesor de filosofía de la Universidad de Uviéu, y entonces joven activista de Conceyu, “el recuerdo del 25 de mayo en los años de la Transición era muy vago, una placa en la calle Altamirano y poco más, pero nos gustaba porque era una fiesta laica. Queríamos que el día de Asturies no tuviera connotaciones religiosas, y además nos había llamado la atención el protagonismo que las mujeres habían tenido en el levantamiento popular contra Napoleón“. A priori la idea no era mala. Puro nacionalismo cívico exento de ideas religiosas, reaccionarias o etnicistas. Una especie de versión a la asturiana de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América o de la Toma de la Bastilla. El pueblo convirtiéndose en soberano y tomando en sus manos sus destinos.

Pegatina conmemorativa del 25 de mayu de 1808.

Conceyu Bable se esforzaría durante varios años por institucionalizar el 25 de mayo como día de Asturies a través de diferentes actos y ceremonias laicas. La fecha servía además para reivindicar la solera de una institución que se pretendía restaurar, la Junta General. El primer cartel de Conceyu Bable sobre el 25 de mayo tenía como lemas: “1808 La Xunta Xeneral d´Asturies declarase soberana. 170 años ensin llibertaes. Asturies pela Xunta Xeneral”. También tenía una marcada lectura soberanista asturiana, pero compatible con la idea de España, pues al fin y al cabo los revolucionarios asturianos habían buscado la coordinación con el resto de territorios del reino en la Junta Suprema Central, y habían enviado delegados a las cortes gaditanas. Un mensaje anti centralista, pero ambigüo en cuanto a sus objetivos últimos, que permitía lecturas autonomistas, federalistas, confederalistas…

Celebración del 25 de mayu de 1987.

Los esfuerzos de Conceyu Bable por popularizar el 25 de mayo tendrían poco éxito, y mientras en Madrid el 2 de mayo, otra fecha ligada a la rebelión popular contra los franceses, se convertiría en una exitosa fiesta regional, en Asturies no cuajaría su equivalente. Además, pronto surgiría una alternativa contra la que resultaba difícil competir por parte de aquellos jóvenes e imaginativos bablistas: el 8 de septiembre, día de Covadonga, patrona de Asturies, la Virgen que se apareció a Don Pelayo y le guió en su victoria contra los invasores musulmanes. ¿Con la Iglesia hemos topado? No. Con el Partido Comunista. Serían los comunistas los que en julio de 1980 propondrían al resto de partidos presentes en el Consejo Regional que el día de la santina se convirtiera en ese día de la región que el consejo preautonómico estaba buscando para galvanizar el espíritu autonomista de los asturianos, más preocupados en aquel momento por la incipiente crisis económica que por sus señas de identidad. La propuesta de los comunistas no sería recibida inicialmente con entusiasmo por el resto de partidos, y ganaría más por eliminación que por seducción. Solo la Unión de Centro Democrático la apoyaría desde el primer momento. Paradojas de la vida, los neofranquistas, católicos, apostólicos y romanos de Alianza Popular, votarían en contra de hacer del día de Covadonga la fiesta de Asturies. Los representantes del PSOE se abstendrían. Según la noticia publicada en El País: “ambas posiciones tenían un mismo origen: el desacuerdo en mezclar una jornada de carácter político con una fiesta que en Asturias tiene tradicionalmente un sentido religioso”.

Santiago Carrillo, líder del PCE, Luis Gómez Llorente, del PSOE, y Horacio Fernández Inguanzo “El Paisano”, diputado comunista por Asturies, en una manifestación en defensa de ENSIDESA.

A finales de 1979 la organización provincial del PCE se había refundado como Partido Comunista de Asturias, en una adaptación a los tiempos autonómicos que se venían. El partido además propugnaba en aquel momento el llamado “regionalismo de clase”. Según los comunistas, en ausencia de una burguesía asturiana comprometida con el desarrollo económico de su tierra, la clase trabajadora y los sectores populares debían tirar del carro autonómico. Para el PCA el Estatuto abría una oportunidad para frenar la decadencia económica que iniciaba Asturies. La cuestión del asturiano estaba ahí, apoyada por algunos sectores del partido, como algo a proteger, pero era considerada una cuestión secundaria en comparación con la problemática socioeconómica. Lo importante: tener las herramientas de autogobierno necesarias para modernizar el campo y salvar un tejido industrial en caída libre. Para los comunistas el 8 de septiembre y la festividad de Covadonga no resultaban cuestiones espinosas, a pesar de su carácter religioso. Por encima de ello era una fecha con arraigo que remitía a la historia del reino de Asturies, a una cierta tradición institucional, y que podía conectar bien con la sociedad asturiana, socializada en los mitos nacionalistas españoles del covadonguismo. Carecía del refinado liberalismo del 25 de mayo, pero era mucho más popular. ¿Para qué complicarse más la vida? Ya durante la Guerra Civil los comunistas no habían dudado en tirar de la épica de Don Pelayo y la batalla de Covadonga para espolear el ardor guerrero de las milicias asturianas contra las tropas moras de Franco. La Santina era tan transversal que incluso las autoridades del Frente Popular se encargarían de protegerla de posibles excesos de anticlericales incontrolados. La imagen de la Virgen serían evacuada en plena contienda a París vía puerto de El Musel y puesta a buen recaudo. La orden partiría del mismísimo ministro socialista Indalecio Prieto. La santina, una cuestión de Estado.

Foto de principios del XX del santuario de Covadonga.

“Con una reunión en el Ayuntamiento de Oviedo, a la que asistieron 38 alcaldes y los presidentes del Consejo Regional de Asturias y de la comisión organizadora, comenzaron ayer oficialmente los preparativos del Día de Asturias, que se celebrará, por primera vez, el 8 de septiembre, coincidiendo con la festividad de Covadonga” informaba en agosto de 1980 el diario El País. Según Lluis Xabel Álvarez, aunque lo de ligar la fiesta autonómica a la Virgen de Covadonga no hacía mucha ilusión en la UGT y la izquierda del PSOE, pronto gustaría a Rafael Fernández, un dirigente pragmático y con olfato que volvía de México “muy marcado por la guerra y por el exilio”. Fernández, el viejo revolucionario de octubre de 1934, se convertiría de vuelta en su tierra natal en un adalid del consenso y de la reconciliación, mantendría cordiales relaciones con el obispo Gabino Díaz Merchán y demostraría que los socialistas no venían en son de guerra, sino de paz, también con destacados empresarios y banqueros que, según una crónica de El País “encuentran en él un interlocutor más fiable incluso que en los políticos de sus partidos afines”. Qué mejor lugar que el Santuario de Covadonga para escenificar esta voluntad centrista del histórico partido de la clase obrera asturiana. Sería pues el primer presidente socialista asturiano en rendir pleitesía a la Santina. Una tradición que han mantenido sus sucesores. En opinión de Juan Vega, Rafael Fernández aportó al bisoño socialismo asturiano “sabiduría mexicana y conocimiento del alma humana”, orientando hacia el pragmatismo socialdemócrata a los jóvenes socialistas, aún muy ligados política y sentimentalmente al lenguaje izquierdista del PSOE salido del Congreso de Suresnes.

Gabino Díaz Merchán, arzobispo de Oviedo/Uviéu, y Rafael Fernández, presidente asturiano..

Lluis Xabel señala que Conceyu Bable aún insistiría algún tiempo más en el 25 de mayo, pero sin confrontar con el 8 de septiembre, en vías de consolidación, sobre todo como jornada festiva, con aires de romería popular. En 1981, con motivo del segundo día de Asturies, celebrado en Xixón, Conceyu saludaría la celebración del 8 de septiembre como jornada de “reconocencia nacional” del pueblo asturiano, pero criticaría la falta de contenido autonomista de la celebración institucional. De hecho, en la primavera de 1981, PSOE y UCD habían alcanzado un acuerdo, inicialmente criticado por los comunistas, pero finalmente también secundado por estos, para adoptar un Estatuto de Autonomía de vía lenta, opción recogida en el artículo 143 de la Constitución, lo cual sería elogiado en un editorial del diario El País como un ejemplo de la “sensatez” y “racionalidad” de los políticos asturianos. Cantabria sería la otra comunidad que tomaría esta vía, que en Galicia y Andalucía había motivado importantes movilizaciones contra el Gobierno de la UCD. Movilizaciones y referéndum autonómico, en el caso andaluz, que conducirían a ambos territorios a contar con estatutos equiparables a los de Catalunya y Euskadi.

Cartel Día de Asturias de 1983.

En 1983 habría un nuevo intento de cambiar la fecha, a propuesta de Alianza Popular, partidaria de separar lo religioso con lo autonómico. Fracasaría. La fiesta itinerante se había consolidado, y sobre todo no existía una alternativa que generase más consenso. En julio de 1984 se publicaría en el recién nacido BOPA la Ley 5, que “declara Día de Asturias la fecha del 8 de septiembre, que tendrá, a todos los efectos, carácter de fiesta regional”. La última propuesta de modificación de la fecha de la festividad vino curiosamente de un militante del partido que en 1980 apostó por el 8 de septiembre, Roberto Sánchez Ramos “Rivi”, ex concejal de cultura de IU en el Ayuntamiento de Oviedo/Uviéu, abogó en 2017 por el 25 de mayo por “representar todos los valores de una sociedad democrática” y ser el día que “los asturianos se sintieron pueblo y fueron sujeto activo en lugar de lacayos del Rey”. También la organización Asturias Laica ha pedido que se considere el 25 de mayo, la fecha que fue desechada en la Transición, y que en los últimos tiempos goza de cierta revitalización, aunque a años luz de la indiscutible hegemonía “covadonguista” que ni las recientes declaraciones del historiador Henry Kamen relativizando la figura de Don Pelayo han logrado erosionar lo más mínimo.

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