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Política y religión en elecciones

Políticos religiosos y religiosos políticos ha habido en Colombia a todo lo largo de su existencia como Estado Nación independiente. Las banderas en torno a las cuales ha girado en nuestro país el activismo sectario han pregonado siempre el defender el concepto tradicional de familia, autoridad, orden, legalidad y para ello han buscado el amparo de voceros de los valores religiosos, personas que con fanatismo e intolerancia interpretan los textos sagrados para usarlos como escudo contra quienes defienden otros valores como el laicismo del Estado, la interpretación científica del universo, la tolerancia de la diversidad.

Esa confrontación, fundada en la intolerancia, el fanatismo, ha ocupado destacado lugar en nuestra vida republicana y fue causa de hondas fracturas políticas en los siglos XIX y XX, siendo factor fundamental para que el Estado colombiano sea frágil y entre nosotros haya habido tantos excesos políticos.

Lo malo no es que haya políticos que profesen esta o aquella fe religiosa, sino que lo hagan con el ánimo de querer imponer sus creencias religiosas por confundir, equivocadamente, una fe religiosa con una militancia política. Es decir, usar el fundamentalismo religioso para acceder al poder político.

El fenómeno colombiano no es único. Existe en Brasil, en México, en varios países centroamericanos y en todos esos casos el denominador común es la premisa de que un candidato, o un grupo político, es bueno por ser creyente de una fe religiosa. Esa premisa es falsa y lleva a los países al desastre.

El fenómeno ha adquirido mucho impulso y buenos vientos entre el electorado por coincidir con el desgaste de todos los partidos políticos, por la corrupción, el clientelismo, el raquitismo de las ideas enarboladas, el descontento del electorado, hechos que han llevado al grueso de los políticos a golpear en las puertas de diversas iglesias para buscar votos, convirtiendo las interpretaciones de la Biblia en una fuerza que puede ser decisiva en las elecciones de 2018, como lo fueron en el Plebiscito de 2016, cuando muchos guías espirituales dejaron a un lado la misión bíblica y pastoral para dar mala lectura a procederes estatales.

El país está a pocos meses de volver a vivir tal tipo de extravíos, como ha ocurrido en Brasil en los últimos años, y aquí las consecuencias pueden ser de una gravedad inenarrable.

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