Como escribía Rosa María Artal ayer, lo inquietante es que "los titulares de la ¿noticia? son del 25 de julio de 2010, no de 1643, cuando la Corona comenzó las ofrendas al Apóstol. Ni siquiera de 1210. Aquellos días en los que se discutía probablemente sobre el papiro y la viva voz del pregonero como mejor soporte de información". Y es que la Ofrenda Nacional al Apóstol Santiago no sólo es una demostración más de que la España del siglo XXI sigue siendo un estado confesional -contra lo que establece la Constitución-, sino también de lo ridículo que puede ser mantener ciertas tradiciones. El discurso del Rey en Santiago de Compostela resulta sonrojante, ridículo, con sus ruegos a un santo para que nos saque las castañas del fuego por medios sobrenaturales.
El ciudadano Juan Carlos de Borbón puede tener las creencias que quiera y rezar a quien le dé la gana, pero el Jefe del Estado español no. El artículo 16.3 de la Constitución establece que "ninguna confesión tendrá carácter estatal". Por eso, actos como el de ayer, en los que participa el Rey como representante de los españoles y no a título particular, están fuera de lugar en este país, donde hay ciudadanos con diversidad de creencias religiosas, así como un porcentaje importante (14,9%) que no cree en ninguna divinidad. De todos modos, si nuestros políticos piensan que la ofrenda a Santiago sirve para algo en el mundo real, que los milagros existen, no sé por qué nuestras universidades no enseñan en las facultades de Economía y de Ciencias Políticas cómo elevar rogativas. ¡Debería ser prioritario!
Muchas facultades de Medicina ya han hecho al parecido, incorporando a sus programas versiones milagreras de esa disciplina. La última, por el momento, ha sido la Universidad de Málaga, que ha incorporado como asignatura optativa la acupuntura, basada en la existencia de una energía mágica indetectable por la ciencia que fluye por unos canales de los que tampoco la atrasada ciencia occidental tiene conocimiento. No es la única. Hay una creciente lista de universidades españolas que amparan supercherías como la homeopatía y la acupuntura en forma de cursos, seminarios y másteres, tal como denuncia Fernando L. Frías, vicepresidente del Círculo Escéptico, en La Lista de la Vergüenza, web que recopila las iniciativas universitarias en mayor gloria de la pseudociencia. Claro que universidades como la de Málaga podían ir más allá y complementar esos másteres de denominadas medicinas alternativas con seminarios sobre ruegos, rezos y rogativas. A fin de cuentas, tienen el mismo crédito científico.
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