¿Qué hace Casado, no ya en la famosa misa, sino en las fotos de Colón, y en las repetidas alianzas con la extrema derecha de Vox, en Andalucía, en Madrid, en Murcia, en Castilla y León, y en la inmensa mayoría de las votaciones en el Congreso?.
En política las supuestas anécdotas tienen siempre una raíz de categoría. Porque en la vida pública, cualquier matiz, cualquier detalle, adquiere de inmediato el carácter de símbolo irremediable. Y eso es lo que acaba de ocurrirle a Pablo Casado.
Un líder político que se precia tiene siempre que saber adónde va. Él y quienes le asesoran tienen que conocer que el 20 de noviembre, en la catedral de Granada, se celebra siempre una misa, patrocinada por la fundación Francisco Franco, y que honra la memoria del dictador. Y si dice que asistió por error demuestra una desorientación impropia de alguien que -según él mismo dice- aspira a gobernar España. A no ser que la España que aspira a gobernar sea otra diferente a la del Estado Social y Democrático de Derecho que sostiene nuestra Constitución.
Personalmente no me creo lo de la ignorancia. Porque alguien con un mínimo de experiencia política, y si tiene una clara conciencia democrática, en primer lugar, tiene que saber el día en el que vive; en segundo lugar, tiene que estar informado de cómo funcionan las cosas en el sitio en el que se encuentra y, en tercer lugar -aunque le hayan fallado las dos primeras premisas-, no se mete en una catedral a cuya puerta hay grupos con banderas antidemocráticas, y que dentro está llena de símbolos y “actividad”, cuando menos sospechosos. Basta con ver todas las fotografías que se han publicado sobre el tema.
Las casualidades las carga el diablo y, por eso, el líder de un partido que no para de llamarse “constitucionalista” no puede dar la excusa de la casualidad para explicar que se encontraba en el momento y en el lugar menos adecuados, más inoportunos, y hasta más indecorosos democráticamente hablando: una misa convocada por la antidemocrática fundación Francisco Franco, y homenajeando al dictador.
Pero como en política -lo decíamos antes- lo simbólico tiene una enorme fuerza, consideremos el símbolo ambiguo de la presencia de Casado (que el fósil viviente de la fundación del dictador se ha apresurado a agradecer) en esa misa celebrada al margen del sistema democrático. Ambiguo porque se presta a dos significados:
O Pablo Casado no sabe dónde se mete: algo que si ocurre con algo tan palmario como una misa sectaria (por cierto, él que hablaba de aquelarres…) y fuera de la propia ley, ¿quién nos asegura que no pueda ocurrir un día en el futuro, por ejemplo, en Europa, donde podemos verlo apoyando al futuro Orban de turno? ¿O eso ya ha ocurrido, o ha sido con el primer ministro polaco? ¿o con los dos? Si no sabe dónde se mete, pocas garantías puede darnos Casado de su sentido de orientación política, o de que en su vida de político va a ser capaz de poner todo el esmero necesario para no meter a España en un lodazal, como el del 20 de noviembre en la catedral de Granada.
O Pablo Casado, por el contrario -y a pesar de lo que diga- sí sabe adónde quiere ir, con quién se quiere aliar, y cuál es el modelo de España que le interesa implantar, o en el que le conviene apoyarse. Pueden llamarme mal pensado, pero me inclino por esta opción. Casado sabe muy bien que el tipo de España que propugna tiene más que ver con el símbolo del 20N en la catedral de Granada que con el contenido de la Constitución del 78. Si no, ¿qué hace, no ya en la famosa misa, sino en las fotos sucesivas de Colón, y en las repetidas alianzas con la extrema derecha de Vox, en Andalucía, en Madrid, en Murcia, en Castilla y León, y en la inmensa mayoría de las votaciones en el Congreso de los diputados?