Una justicia justa o al menos racional, es aquella que no está sometida a ninguna creencia sino a unas reglas jurídicas y procesales precisas.
Vaya por delante mi solidaridad con todos los presos y presas políticos catalanes que están encarcelados mediante una justicia y una fiscalía instrumentalizada por el gobierno y sobre todo vaya por delante mi solidaridad con los millones de personas que, en Cataluña, se movilizaron el 1 de octubre en un ejercicio cívico sin precedentes para expresar libremente una opinión política frente a un operativo represivo que ha impactado a la opinión pública internacional. Desgraciadamente la crisis política en Cataluña ha servido para confirmar que vivimos en una sociedad frágil y propensa a abrazar soluciones autoritarias como lo demuestran esas miles de banderas rojijgualdas que todavía permanecen en los balcones por toda España. Pareciera que en vez de buscar soluciones a las crisis políticas fundadas en la negociación y en el dialogo se prefiriesen soluciones belicistas, represivas y autoritarias amparadas en una supuesta defensa de la Constitución.
Pero más allá de la crisis política en Cataluña y su complejidad me han sorprendido unas declaraciones que, ante la jueza, ha realizado el líder de Esquerra Republicana y quizás próximo presidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, apelando a sus creencias religiosas para demostrar su pacifismo y poder, por eso mismo, solicitar la libertad provisional. Es conocido el catolicismo que hace gala Oriol Junqueras que recientemente también se manifestó públicamente a favor de la retrasmisión de las misas católicas en la televisión pública y ha llegado a animar, en algún mitin, a que los jóvenes se hagan sacerdotes para quebrar la crisis de las vocaciones. También otro de los consejeros presos apeló a su grado de integración en la sociedad por que frecuentaba la parroquia de su pueblo. El caso de Dolors Bassa, ex consellera de Trabajo y Asuntos Sociales, también es llamativo ya que defendió ante la juez que en ningún momento ha participado, ni promocionado ningún acto y menos violento ya que según declaró “Soy maestra de la escuela cristina, de una escuela concertada, y mis principios son contrarios a cualquier forma de violencia.” Pensar que una persona creyente es más pacifista que otra que no lo sea es cuando menos un error y ello es así porque las religiones tienen un historial de guerra cuasi permanente. Ya no solo porque muchas guerras han tenido la forma de guerras de religión si no porque la iglesia católica, durante siglos, ha sido excluyente de cualquier otra religión. Ha propiciado la intransigencia y ha condenado a miles de personas, como Galileo, por la única razón de avanzar en el conocimiento .Y lo mismo hicieron los protestantes con Miguel Servet. El maestro valenciano Ripoll fue el último condenado por la inquisición española ¡en el año 1826! y ello por defender sus convicciones personales. Como decía el filósofo Bertrand Russell, “las religiones se fundamentan en el miedo”. Pero esta idea de que la religión es una espiritualidad superior al humanismo, al racionalismo o al ateísmo es una idea falsa que se debiera combatir. En ocasiones se asocia la ética a una especie de sucedáneo de la religión. De hecho, en España, la alternativa a la asignatura de religión es la Ética: una especie de religión para los no religiosos.
Quizás sea posible apelar a la religión para sustentar ciertos valores éticos pero siempre y cuando se conserve lo que Hannah Arendt denominaba la dignidad de los hechos. Hay hechos que no pueden discutirse y uno de ellos es que la Iglesia católica, como la mayoría de las religiones, ha constituido una institución que no ha propiciado la paz. Durante siglos el catolicismo ha sido una religión bélica. El mismo símbolo cristiano de la paz, el olivo en el pico de una paloma, está basado en la violencia. Fue Dios quien, enfadado con la humanidad, propició el diluvio universal.
En España la Iglesia católica, los dos últimos siglos, constituyó una fuerza beligerantemente agresiva con los cambios, la modernización social y los derechos fundamentales de las personas; fue una de las instituciones sociales más retardatarias y de ahí se explica el anticlericalismo decimonónico por las fuerzas sociales que aspiraban a un progreso social. El hecho mismo de que sea la Iglesia católica quien guarde y ore permanentemente a uno de los dictadores más sanguinarios de Europa en el Valle delos Caídos ya nos indica el carácter belicista de la iglesia. El tan beatifico Papa Francisco cuando era Bergoglio y era superior de los Jesuitas en Buenos Aires apoyó y colaboró directamente con la dictadura de Videla encumbrado al general Masera a profesor honoris causa por la Universidad católica.
Incluso las religiones tan minoritarias como los Testigos de Jehová, que hace gala de un pacifismo a prueba de bombas, ha sido calificada, por algunos sociólogos de las religiones, como una iglesia que profesa un pacifismo fundamentalista y asocial.
En general las ideologías y filosofías se han tenido que desembarazar de la religión para poder promocionar la paz; el desarrollo de la ciencia y el conocimiento a menudo se ha tenido que enfrentar a la religión para poder avanzar. La tolerancia primero y más tarde el laicismo son los que han propiciado la convivencia de todos y los que han garantizado la libertad de conciencia. El argumento utilizado por Oriol Junqueras y otros consejeros catalanes, el ser creyentes, es el menos adecuado para defender el pacifismo. Quizás el argumento más impecable hubiera sido apelar al mismo pueblo catalán que demostró el 1 de octubre, independientemente de lo que cada cual opine sobre la crisis política en Cataluña, un gran civismo pacifico pese a las provocaciones y a la brutalidad policial. La juez debiera deliberar sobre la libertad provisional de Oriol Junqueras y el resto de Consejeros catalanes ateniéndose a los hechos y no a las creencias que profese tal o cual persona. Una justicia justa o al menos racional, es aquella que no está sometida a ninguna creencia sino a unas reglas jurídicas y procesales precisas.
Antonio Gómez Movellán
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